La decisión de la corona española no era esperada y por esto tomó por sorpresa a la Familia Loret. Lo último que esperaban era que los reyes actuales les pidieran que se embarcaran con el grupo que se dirige a la colonia abandonada por Inglaterra en Puerto Rico. La peste había acabado con muchos de los ingleses y había provocado que abandonaran el territorio conquistado para huir de la enfermedad que diezmaba sus tropas. Era la oportunidad que no iban a desperdiciar sus reyes en obtener su territorio arrancado de las manos con violencia.
Y por eso, este primero de mayo fue escogido un sargento de su armada, que también era capitán de un poderoso navío, para asegurar la isla que sin duda sería en un futuro muy valioso para España.
Puerto Rico era el nombre que se le había dado a la isla que había descubierto años antes un explorador español, Cristóbal colón. El explorador había hablado maravillas de este paraíso verde y sus vastas tierras fértiles aptas para cosechar, y un amplio margen de fauna y flora que podrían mantener en su control. Pero lo que sin duda era una ventaja, era su localización estratégica. Estaba rodeada por sus 4 lados por agua y podían descubrir fácilmente en sus fortalezas de seguridad ante cualquier navío que pudiera desear invadirlos. Pero realmente, para él hombre mayor que era él soldado escogido para esta ardua tarea, no le interesaba mucho, no tenía voz ni voto. Obedecía ciegamente a sus reyes, pero temía la suerte de sus más importantes tesoros, su amada esposa de rubios cabello, ojos verdes y piel clara y su hija de 18 años de cabellera marrón ondulado, ojos canela y piel clara como su madre.
Una mujer joven ya apta para matrimonio, pero que sin duda no estaba dispuesto a entregarla a nadie sin que él pudiera estar presente y aprobar 100% al futuro esposo y según él, nadie era lo suficientemente cualificado para la joya resplandeciente que era su hija única.
Su futuro estaba incierto, por qué nadie sabía qué podría deparar los meses largos que le esperaban en un navío lejos de la tierra firme y todo lo conocido. Rumbo a una Isla en medio de un conjunto de islas y un mar extraño, aún sin explorar en su totalidad. No estaban felices, pero tenían que obedecer sin protestar. Su familia era pequeña solamente 3 miembro. El sargento era un padre de familia que también era el capitán del navío en él que embarcaron para ir en una aventura inesperada. Estaría encargado del grupo de personas que iban a preparar la tierra y organizar todo lo que estaba allí sin usar y abandonado. Su mujer, una dama de sociedad que contaba con estudios y una hija, ya una mujer que estaba seguramente abandonará su hogar al estar ya en edad de matrimonio. Tomaría un par de días él tener el navío totalmente preparado, mientras las maletas de la familia del sargento eran preparadas y todo lo necesario acumulado en baúles para ser llevados al navío en él cual lo acomodan en los camerinos preparados para ellos.
Una vez llega el dia, los esclavos prepararon todo para que él dúo de doncellas abandonaran el lugar que conocían como propio y nunca más volver a verlo. Mientras que la mujer madura de cabello rubio, se montaba en él carruaje sujetando la mano que él paje le ofrecía para subir al mismo, mientras a unos pasos de ellos, una joven de tez pálida y cabello marrón observaba con añoranza él único hogar que había conocido en su vida. En él que dio sus primeros pasos y dijo sus primeras palabras, él único lugar que sin duda se había convertido en su santuario, su escondite, donde se podía perder por conocer todo el terreno que rodeaba a la majestuosa propiedad. La joven observó a la persona de edad avanzada que le traía su maletín personal en el cual guardaba todos sus tesoros, sus secretos, en él que nadie podía observar ni un trayecto, ni un pequeño vistazo. Está sonriendo con tristeza y lágrimas en los ojos, extendió el pequeño baúl para que la doncella lo tomara. La joven de ojos marrones aceptó él mismo y sonrió con lágrimas que se amontonaban en sus ojos.
- Mi niña (Dijo esta sonriendo) Espero que tenga una buena vida y mucha salud (Está vio a la mujer castaña sollozar)
- ... (entregó el baúl al paje) Me gustaria que me acompañaras (dijo está sollozando)
- A mi me gustaría también (le dijo está acariciando su mejilla) Pero ahora, usted debe ir y vivir su destino ya escrito (La joven la abrazó con fuerza)
- Sabes qué estoy comprometida desde nacimiento (le dijo está sonriendo con dolor)
- MI niña (sonrió) Contra el destino nadie puede luchar (le apretó el agarre cerrando su mano dejando algo frío atrapado entre los dedos pálidos)
El momento de muestra de cariño provocó que la fría mujer que tenía la mala suerte que era su madre, rodara los ojos. Y llamara a la joven que se separó con sendas de lágrimas cristalinas que corrían por su rostro, y que con paso inseguro se separará de la mujer que la protegía, la cuidara y enseñara desde que tenía conciencia y uso de razón, desde que ella tuviera el tiempo suficiente en el mundo de los vivos y que sin duda no era su madre, pero ella la quería como tal. Era más el tiempo que vivió con ella que con su propia madre, qué desdicha él tener que ver como esa mujer lloraba en silencio, mientras con un movimiento de mano despedía al par de mujeres que le esperaba un arduo viaje por delante. Esta dio una oración a su señor en una súplica muda, suspirando profundamente, sabía qué ahora el destino se encargaría de todo.
- MI niña (susurró ella) Contra él destino no hay quien pueda luchar (sonríe con un destello rojizo en sus ojos) espero que tengas un buen viaje (Sonríe) Ahora es qué empieza tu verdadera vida (dijo esta mientras volteaba para ver la propiedad a la cual entró segundos después)
El lento avance del carruaje, por las calles atestadas de personas qué caminaban y carruajes qué iban y venían. El trayecto qué tomó un par de horas hasta el muelle, se llevó a cabo envueltas en un profundo y incómodo silencio qué provocaba una sensación extraña en la mujer castaña que observó por la ventana del carruaje donde podía distinguir el puerto acercándose y sin poder explicarlo, una emoción incipiente comenzó a vibrar en el pecho de la joven qué observaba como él grupo de barcos estaba cada vez más cerca y sin duda era algo majestuoso. El carruaje se detuvo haciendo qué ambas mujeres prestan más atención a su alrededor. La mujer rubia, frunció los labios al la puerta del carruaje abrirse y él paje cederle su mano para qué está bajará como siempre lo hacía. Pero está vez, los costosos zapatos pisaron la madera húmeda y enseguida sintió el horrible olor del mar que se mezclaba con el olor de los marineros qué la miraron un par de segundos antes de continuar con su labor. La joven que esperaba en él carruaje, al fin se encontró sola y escuchando a su madre pelear en el exterior con él paje por haber provocado que su costoso y hermoso vestido se ensucia con el agua qué se acumulara en ese lugar.
Ignorando los alaridos coléricos de su madre, la mirada canela cayó en sus manos fuertemente cerradas. Al abrir sus dedos descubrió a través de ellos, un bonito color rojo brillante que hizo reflejo contra su rostro. Ante el destello, no pudo más que dejar escapar una sonrisa ante la sensación de calidez. Cerró sus dedos con fuerza y llevó sus manos hacía su rostro dejando un beso en sus dedos cerrando, murmurando un “gracias, nana”. Esta decidió guardar el obsequio en el bolsillo qué ocultaba en su vestido, está levantó uno de las múltiples capas y en su muslo había una bolsa con una cinta elástica que se ajustaba a su pierna. Está dejó la joya en está pequeña y oculta bolsa y dejó su falda regresar a su lugar justo a tiempo, para qué el paje le cediera su mano y ella descendiera del carruaje. Y de esa forma encarar un navío que tenía justo en frente del carruaje. Sabía qué no era por qué su madre continuó avanzando junto al paje, pero la mirada de la joven de ojos marrones seguía allí fija, como si esperara algo que no entendía qué.
El navío en cuestión destacaba más de lo usual. Había visto varios y casi todos tenían la misma madera qué era utilizada para fabricarlos y este que observaba veía que tenía una tonalidad cenizo más profundo qué los demás. Este en cambio de los demás tenía un diseño osado de construcción. Era un navío normal, pero las velas eran de una tonalidad gris oscuro profundo casi negro, la plancha qué llevaba a tierra, estaba conectada por los extremos por largos y planos, pero fuertes senderos qué rodean en toda su alrededor como una pasarela para revisar el exterior, pero este tenía un fuerte barandal con lunares rojos pintados con pintura, su característica sirena era como las demás pero su cola tiene escamas rojas fuego y quizás fue por la insistencia con la qué miraba la estatua qué podría jurar y con la mano en su corazón juraría que esa sirena esculpida con perlas verdes por ojos, la había mirado y qué por un segundo su cabello de madera se agitaba demasiado realmente con él viento y era salpicado por las olas qué golpeaban el costado del navío, sus miradas se encontraron por fracción de un segundo, suficiente para que la doncella supiera que ella, su alucinación había visto qué ella la había visto. Había algo mágico que rodeaba esa estructura. y pese a su temor, hubo un sentimiento, un cosquilleo qué le hizo darse cuenta qué sin duda alguien la observaba. No tuvo el valor de voltear para descubrir quién era...
En su avance torpe y apurado, no se fijó en su caminar y chocó de lleno con una persona que protestó al caer al suelo. Esta levantó la mirada para verse reflejada en un par de ojos rosados que sin duda veían en lo profundo de su alma. Él hombre frente a ella, la observó un segundo antes de estirar su mano para qué ella se apoyara y pudiera levantarse. Sus miradas ni un minuto se separaron en el tiempo en que sus manos estuvieran unidas, sabía que no debería de tocarla por tanto tiempo, pero había algo en esos ojos que le hacían perderse en ellos. Ambos estaban tan absortos qué no se percataron de dos pares de ojos que se fijaban en ellos.
- ETHENEA (Una voz femenina gritó llamándolo)
- ROE (La voz de su madre la trajo a la realidad) ¿Cuánto vas a tardar? (se quejo ella)
- Siento este incidente (se disculpó él)
- No te preocupes (le contestó ella sonriendo tímidamente)
- ... (Le sonríe antes de hacer una reverencia y alejarse de la chica que lo siguió con la mirada)
- ROE (la furia en su voz la hizo regresar a su triste realidad)
- Ya voy (susurro caminando hacía él navío)
Subió a bordo sin mirar atrás, sabía que nunca volvería a ver a ese hombre joven que con una sola mirada había hecho palpitar su corazón. Algo que su frío y distante prometido no había logrado. No era algo raro, su familia era importante, así que tendrían que asegurarse que ella estuviera comprometida con él más importante general en esta misión de perdición.
La vigilancia de su madre se había agudizado ante él encuentro con aquel extraño de ojos rosados y cabello negro al que se moriría por volver a ver. Su esposo estaba en su campo visual terminando de concretar la habitación de sus dos doncellas más importante. El grupo de doncellas que siempre acompañaban a las mujeres se acercaron para tomar las maletas y guiar a la mujer del capitán que se haría cargo de todo. No era de extrañar que todos las miraron, eran una de las 5 mujeres abordo. Además del mito, de que si una mujer estaba a bordo de los barcos, alguna desgracia sucedería.
Él navío avanzaba lentamente hacia el firmamento nocturno, ninguno fijaba su atención en nada más qué en sus tareas. Así qué el grupo de mujeres qué constaba de 5 miembros, cuchicheaban en la proa alegremente. Entrada más tarde, cuatro figuras femeninas se perdieron por los pasillos a sus camerinos, mientras que una doncella, de pie frente a la barandilla observando el mar perdida en sus pensamientos y su anhelo de nunca llegar a su destino. Sabía qué cuanto estuviera en Puerto Rico, su vida se acabaría, ya no sería ella, sería la propiedad de alguien, un adorno para ellos. Permaneció aún lado de la barandilla por un tiempo indeterminado, con sus dos manos en guantazos sujetas frente a su abdomen observando el mar que se movía lentamente ante sus ojos al el barco moverse gracias al viento que soplaba en su favor. Su cabello se agitaba al viento soplar con más fuerza, levantó su mano para quitarlo y momentáneamente distinguió una persona sentada en el barandal no muy lejos detrás de ella. Observó en esa dirección inquieta, para descubrir que no estaba allí nadie. Pero estaba segura que estaba allí, un hombre de cabello negro con un sombrero rojo y negro que estaba allí observándola. Pero que sin duda podría ser fácilmente uno de los que estaban allí con ella abordo. Pero...
Había algo en esa persona. Ella aunque lo había visto por fracción de unos segundos, pudo distinguir un poco sus características. Cabello negro largo lacio amarrado con un lazo, rostro pálido y ojos rosada, con una vestimenta que no era típica entre los marineros con los que viajaba a esa pequeña y extraña isla que representaba un nuevo mundo para ella, una oportunidad de tener algo que no solía contar. Y aunque lo deseo, ella intento y lucho por ignorar y olvidar lo que vio esa tarde en la proa del barco, pero no le fue posible. Sin darse cuenta siempre terminaba pensando en esa extraña aparición que no podía explicar. Y siempre se decía que era quizás una alucinación, una consecuencia del mar al que no estaba acostumbrada. En el transcurso de los meses, se descubrió paseando a altas horas de la noche, solamente deseando su encuentro. Y en una de estas ocasiones, se encontró con un hombre sentado en un banquillo aún lado de la barandilla con un cuchillo en la mano y con la otra pelaba una papa al terminar con esta la dejaba caer al mar. Está se sorprendió ante este hecho, y se fue acercándose lentamente.
- Buenas noches (saludó ella)
Él hombre de camisa negra de manga larga, pantalón negro largo y botas altas hasta la rodillas rojas, tenía un colgante que brillaban en la oscuridad y cuando levantó su cabeza hacía ella, se vio reflejada en un par de ojos verdes. Él la observó unos segundos, antes de sonreír de forma extraña antes de devolverle el saludo y comenzar una conversación.
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