En el camino es imposible no tener dudas o miedos, pero Minjae lo nota y me agarra la mano, diciendo que todo estará bien. Esto me da tranquilidad. Los tres nos tomamos de las manos, y cuando llegamos comienza el caos: disparos y balas por todos lados. Intentamos llegar rápidamente al tren, pero hay demasiados policías. Pero lo que hay más... es gente normal intentando evitar nuestra libertad. Los policías les dan armas con la promesa de que serán recompensados. Más mentiras. Tanto gente buena como mala, personas ricas que estaban por los alrededores, morían, casi como si fueran casquillos de bala cayendo sobre el frío piso, sin parar, dejándome una nueva enseñanza: la única cosa en esta vida sin prejuicios o preferencias es la muerte. Sin darnos cuenta, éramos los únicos vivos, a punto de llegar. Solo faltaba atravesar una puerta. Pero antes de hacerlo quería sincerarme con Minjae. Ellos pararon, viéndome, preguntándose qué pasaba. Con coraje y miedo, le digo a Minjae lo que siento. Él se impresiona y me da un beso. Pero sorpresivamente, a través de la puerta donde se encontraba nuestra libertad, salen mi padre y mi madre, sorprendidos con la escena que estaban presenciando. Los veo con temor y sorpresa, pero no temor por las armas que cargaban o por mi vida; sentía temor por lo que dirían. Ambos se miraron y me dijeron que fallaron como padre y madre, no por mi orientación, sino por el hecho de no poder decirles cómo me sentía y qué me gustaba. Me abrazaron por primera vez en mi vida, mi madre llorando, a la vez sus lágrimas quitándole el semblante serio a mi padre. Sentía las manos duras y callosas de mi padre, y a la vez las manos de mi madre, suaves pero lastimadas por las agujas de coser. En ese momento entendí que ellos fueron hechos el uno para el otro desde el cielo, y, sobre todo, me tuvieron para volver más perfecto lo que ya era perfecto. Dijeron que me fuera. Les dije que nos siguieran, pero no podían. Debían darnos tiempo para escapar. Pero sobre todo, mi padre sabía cómo darle dirección al tren hacia fuera del país; mi madre necesitaba cubrirlo. Cuando dijeron esto, dudé de inmediato, diciendo que si mataban irían al infierno. Pero me dijeron la enseñanza más valiosa y hermosa que me han enseñado en mi vida:

"Está bien morir, o ir al infierno si es por defender lo que amas. Y por ti, haremos eso y más."

Al menos le darían a su hijo la oportunidad de vivir feliz. No pude evitar llorar de nuevo. Fue el día en el que más lloré. Monté rápidamente al tren rojo, con puertas amarillas, junto a los panfletos con un agujero en la frente de su dictador debido a los disparos anteriores. Y podría jurar que el tren no se veía tan rojo como antes; con puertas amarillas y aspecto triste, comenzó a verse blanco, con puertas verdes y panfletos azules. Junto a Minjae y Haeun, llorando conmigo, arrancamos el tren y nos fuimos rápidamente. A la distancia pude ver a mi madre y a mi padre. Ella, con su clásica camisa ajustada y jeans apretados, extendiendo su mano al lado y el otro despidiéndose de nosotros, su mirada con lagrimas pero acompañada de la clásica sonrisa de una madre diciendo, "todo estará bien"; y mi padre, con su semblante duro pero amable, parado con las manos cruzadas pero almenos con un pulgar arriba. Los vi, y entendí lo que quiso decir junseo respecto a la manera de amar de las personas, no pude evitar gritar que los amo. Deseaba con todas mis fuerzas y alma que escucharan las palabras que no pude decir todo este tiempo como su hijo...

Gracias a Dios, ambos me miraron con una sonrisa y dijeron "yo también", al unísono, como si hubieran practicado toda su vida para responder esas palabras. En ese momento no pude evitar arrepentirme de cómo hablé de ellos y cómo me expresé. Haeun y Minjae me abrazaron intentando consolarme por la gran tristeza que sentía en lo mas profundo de mi pecho, mientras nos alejábamos. Nos dormimos debido al cansancio y tristeza, pero cuando desperté, vi un amanecer, un amanecer donde el sol salía y llovía, como si este llorara a los caídos. Mientras que las nubes no lograban cubrir un amanecer dorado que salía del horizonte, reflejándose en el dorado cielo y creando un arcoíris. Pero lo que más me impresionó fue el hecho de que el amanecer ahora ya no es rojo. Me doy la vuelta y hago un breve escaneo, veo a Haeun y minjae aun durmiendo, veo mi lado izquierdo y veo mi bolso rojo, reviso mi bolso junto a un cuaderno para inspeccionar si tengo algo bueno, pero cae una hoja donde está la tarea de tesis de la maestra. Decido hacer un libro el cual diga mi historia, tristezas, amores, arrepentimientos, felicidades y aprendizajes. Decidí que mi libro, comenzara así:

Bajo un cielo rojo, saliendo del colegio, juntos con mis tres mejores amigos.