De repente, la puerta se abrió con un ligero tintineo y entró un joven que parecía sacado de una película antigua: cabello oscuro desordenado, ojos intensos y una sonrisa tímida que iluminó todo el lugar. Se sentó justo frente a Clara, sin darse cuenta de que ella estaba ahí.
Los minutos pasaron y sus miradas se cruzaron varias veces. Cuando él se levantó para irse, accidentalmente dejó caer una libreta al suelo. Clara la recogió y se la entregó.
—Gracias —dijo él, con voz suave—. No sé qué haría sin esto.
—Parece importante —respondió Clara, con una sonrisa tímida.
Y así, sin saberlo, sus vidas comenzaron a entrelazarse en un destino que ninguno de los dos pudo evitar.
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