La doctora se acercaba a la sala del paciente. El corredor era completamente oscuro, pero no
importaba pues sus sensores visuales cibernéticos eran mejor que cualquier ojo biónico creado
hasta la fecha. Llegó a la puerta y la recibió un androide enfermero de aspecto andrógino pero muy natural.
—¿Cuál es el nombre y la edad del paciente?
—HillsonΔ, 62 años. Persona orgánica.
—Ya veo, ¿motivo de la eutanasia?
—Dice sentirse ya completo.
—De acuerdo, se encuentra en la cápsula ¿no?
—Así es, le llevaré el equipo enseguida.
La doctora se acercó a la cápsula del paciente que, al verlo, por más de saber que se trataba de un paciente orgánico y de no ser ni de cerca la primera vez que veía uno, no pudo evitar sorprenderse internamente.
—Sesenta y dos años. Tengo casi el doble que usted, pero luce como el triple de lo que tengo.
¿Cómo se encuentra? —El tono impasible de la doctora pareciera dejarla antipática, pero
realmente
son las expresiones faciales las que perdieron sentido para muchos tras
los avances de la telepatía por comunicación electroencefalográfica.
—Saludos, doctora. Me siento de maravillas, me disculpo por mi apariencia. ¿Será usted la
afortunada última persona que veré? —El paciente se encontraba flotando boca arriba en una
cápsula de suspensión, completamente desnudo.
—Tal vez así sea, señor. Pero antes debo realizarle algunas preguntas.
—Adelante.
—¿Qué lo motivó a tomar esta decisión?
—Creí ya haber respondido eso en el formulario.
—Conmigo deberá explayarse un poco más, es una cuestión de rutina. Debo asegurarme que no
existan dudas ni posibles arrepentimientos, así que, por favor, cuénteme de qué se trata esto.
—Bien, pues. Soy lo que en otros tiempos llamarían un físico teórico. Me pasé toda mi vida
estudiando la materia, la energía y, más que nada, la metafísica. No la metafísica que antes
conocíamos, sino la que ahora toma forma gracias a los grandes avances que hemos logrado como humanidad.
—No esperaba llegar a conocer a un Delta con estudios en física. Perdón por la interrupción,
prosiga usted.
—Ser orgánico tiene ciertas ventajas. Bien, continúo. Después de tanto tiempo he llegado a una
conclusión:
todos los humanos poseemos la misma consciencia. Y, pues, bien, eso es
todo, quiero pasar al siguiente nivel, quiero ver cómo continúa más
allá. Ahora que sé que no hay un cielo al que ir, una segunda vida la
cual vivir. —El paciente sonrió y agregó:— Luego de una respuesta viene
solamente una nueva pregunta, y ésta es la única forma de resolverla.
—¿Qué lo convence tanto de ello?
—Tal vez sabe que las partículas del universo, no existen como tal. Son meras fluctuaciones del
espacio,
del vacío cuántico, de la nada. Un electrón no es más que un fenómeno
emergente de las fluctuaciones producidas en el vacío, y es exactamente
igual, idéntico, a todos los demás electrones existentes.
—Así es, esos conocimientos se nos implantan a los 15 años.
—No a los orgánicos. Pues ahora le digo algunos datos más: Desde que comenzamos a comprender al cerebro, supimos que la mente no se encontraba en un punto específico de él. Sino que era, como imagina, un fenómeno emergente. Al igual que el electrón. Eso me llevó a investigar más profundamente, llegué a estudiar más de 6500 muestras y ¿sabe lo que encontré?
—No se me ocurre idea alguna.
—¡Encontré nada más que materia oscura! Ahora sabemos que la materia oscura se encuentra en otro plano físico, y que sólo interactúa con la gravedad, pero lo que no sabíamos es que puede guardar información, pues esa materia oscura no se encontraba solamente esparcida como una nube de polvo estelar, ¡sino como un objeto sólido! En realidad, no debería ser tan raro, así como la materia ordinaria puede formar un objeto tan complejo como el cerebro humano, la materia oscura puede formar un "objeto" que se encuentra superpuesto al cerebro—. Extendió sus brazos formando una esfera con sus manos mientras decía eso. —Ese cúmulo de materia oscura es nuestra consciencia, nuestra verdadera presencia, nuestro verdadero ser. Y ni siquiera se encuentra en las mismas dimensiones físicas que nuestro cuerpo, aunque sí interactúa por medio de la gravedad.
—Fascinante. Pero, ¿cómo puede un descubrimiento así llevarlo a esta decisión?
—¿Recuerda que le
comparé la consciencia con un electrón, como fenómeno emergente? Bien,
de las 6500 muestras, casi todas eran idénticas, sólo existió una
variación que encontré en 15
individuos. —El paciente volteó la
cabeza para mirar al enfermero que volvía con el equipamiento para la
operación. La doctora por primera vez realizó un gesto, sorprendida miró
al enfermero al darse cuenta de lo que el paciente había descubierto.
—Los androides.
—Efectivamente,— Respondió el paciente, —no sólo los humanos, sino que estas máquinas
también poseen consciencia, de menor masa, pero existentes.
Los dos se quedaron en silencio un instante, luego el paciente continuó:
—Todas las consciencias eran iguales, idénticas, de la misma manera que el electrón. El cerebro
nos
otorga sensaciones, anhelos, recuerdos, emociones, pero es lo único en
lo que diferimos. Todos los humanos somos el mismo ser, pero en una
máquina diferente —Volvió a dar una pausa—. Es por eso que quiero irme
de esta realidad, quiero saber a dónde irá mi consciencia. ¿Acaso iré al
pasado a reencarnar y presenciar otra vida? ¿Acaso iré al futuro? —Miró
a la doctora— ¿Acaso seré usted? ¿o es que ya lo soy? Qué hermoso sería
conocer lo que toda nuestra consciencia conoció, o tal vez no, tal vez
nos abrumaría. Quizás por eso somos sólo un "yo" a la vez.
La doctora estaba sonriendo, mirando hacia arriba, no lo hacía hace lustros.
—Debería hablar con su enfermero más seguido, es increíble lo que puede aprender con ellos.
Bueno, creo que es hora de irme, doctora. Muchas gracias por ser mi testigo. Nos veremos de
vuelta algún día, pero ya no a través de nuestros ojos.
Comments (0)
See all