Mi despacho se encuentra en completo silencio, tal y como a mí me gusta. Se trata de mi lugar de trabajo habitual, además de un lugar de reposo, donde vengo cuando necesito tranquilidad. En mi mesa hay varios documentos y un par de libros, todo perfectamente ordenado, sin que puedan molestarme de la tarea de la que me encargo en su momento y que la consulta resulte fácil cuando se necesita. Sin embargo, mi bella paz queda perturbada cuando alguien entra a toda prisa en la sala, abriendo las puertas sin ninguna clase de respeto y casi chocando contra el mapa situado en el centro, un mueble similar a una mesa, circular y sostenido por un tronco que se divide en varias patas, sobre el cual hay varias figuras que representas el estado del Imperio, sus infraestructuras, rutas de abastecimiento, puntos importantes y la situación del ejército. La mensajera lo rodea y se sitúa enfrente de mi escritorio, realizando el saludo militar, y le doy permiso para hablar.
- ¡Majestad, traigo noticias urgentes de la Mina 34, en la región de Corina!
Abandono los documentos que tenían mi atención y la dirijo a la mujer.
- ¿Qué ha ocurrido?
- Los renegados la han atacado y han liberado a todos los prisioneros, además de llevarse las armas y baterías.
Al oír las noticias algo se quiebra dentro de mi mente y una profunda frustración empieza a envolverme, pero no puedo permitirme ceder a ella enfrente de uno de mis súbditos. Mantengo la calma, respiro profundamente, exhalo y miro a la mujer.
- Vaya a informar que la General Suprema Protecnia, el Comandante Luminoia y los Generales Terunio y Estanis han de presentarse cuanto antes en mi despacho.
- Sí, señor.
Cuando la mensajera se va golpeo la mesa con la base del puño cerrado, maldiciendo a aquel que se está convirtiendo en un problema cada vez mayor.
- Maldito Tantalius.
Todos los que han sido convocados se encuentran alrededor del mapa, esperando a que dé comienzo a la reunión. Protecnia estudia al resto de oficiales con los ojos, haciendo que el joven Luminoia tiemble de forma mal disimulada. Terunio, uno de los hombres con más experiencia en el ejército, se acaricia la barba grisácea, con algunos restos de su anterior color marrón, mientras que Estanis, una mujer de gran reputación en el Ejército de Tierra con una rivalidad aún mayor con Protecnia, mastica un cilindro de metal para combatir su adicción al tabaco.
- La mina de Corina ha sido atacada por los renegados.
Los presentes se muestran sorprendidos, aunque mantienen la compostura. Luminoia hace un amago de hablar, pero finalmente termina por no hacerlo, aunque podría tener algo que aportar.
- Luminoia, si tienes algo que decir dilo.
- La Mina de Corina no es de gran importancia. Las pérdidas que hayamos sufrido se pueden recuperar en poco tiempo.
- Eso da igual, es una victoria que han obtenido, una victoria real, no simbólica. Ahora tienen pate de nuestra tecnología, gente que la sabe usar y más miembros, a los que se pueden unir más por la inspiración. Hay que encontrarlos y evitar que la situación empeore.
Terunio deja de acariciarse la barba e interviene.
- Majestad, esos animales y los traidores que los acompañan aún no pueden haberse alejado demasiado. Con nuestra superioridad en cuanto a movilidad y número de soldados podemos aplastarles.
Estanis se quita el cilindro de la boca y juega con él entre sus dedos, mirando al viejo general como a un idiota.
- Por supuesto abuelo, pero el problema es encontrarlos. Podrían haberse marchado en cualquier dirección, así que estaríamos desperdiciando tiempo y unidades si investigamos en un radio cada vez mayor hasta que aparezcan.
Protecnia mira con sus brazos cruzados, hasta que dirige su atención al joven estratega, que se queda petrificado en el lugar mientras siente la mirada penetrante de la mujer.
- Supongo que eres capaz de solucionar este dilema.
- P…por supuesto, señora.
La atención está ahora sobre Luminoia, que contempla el mapa en silencio.
- Los renegados utilizan su bajo número como una ventaja, escondiéndose y lanzando ataques sorpresa, pero eso sería difícil ahora, habiendo llamado la atención de tal manera y posiblemente viajando con un número superior de miembros, que pueden carecer de las habilidades que favorecen su modo de actuar. Opino que huirán al desierto, donde sabemos que se encuentra su principal enclave, por el camino más corto posible y evitando pasar por lugares poblados, a excepción de pequeños pueblos sin humanos. De esta manera limitamos la cantidad de terreno en el que buscar.
Al terminar de hablar, Estanis aplaude, con el pedazo de metal en la boca de nuevo.
- Buena deducción, pero sería más efectivo si pudiéramos averiguar como cruzan Sierra Nubla sin ser vistos.
Noto como Terunio se prepara para hablar, posiblemente para vengar la afrenta que recibió por parte de la mujer.
- Obviamente no escalarán las montañas, sino que utilizarán un paso escondido o difícilmente practicable, o uno de los túneles que ya se usaban en la guerra, algunos incluso dando a minas abandonadas. Me inclino por esta última opción, y opino que deberíamos enviar varios grupos de soldados en su busca para derrumbarlos una vez encontrados.
El General tiene aspecto de sentirse satisfecho con su respuesta, aunque su compañera de rango sigue mirándole con desdén mientras mastica el metal.
- Es probable que así sea, General, pero no son fáciles de encontrar, y seguramente cuenten con otros caminos. Tenemos que adelantarnos a ellos, saber por dónde van a ir.
Después de exponer mi razonamiento, Protecnia da un par de golpes en el mueble para captar la atención de todos.
- Utilizamos a Rohea Inregios. Es sospechosa de haber ayudado a Volmia Septrio, quien tiene que conocer a alguien con algún tipo de relación con los renegados.
- Tiene sentido. Está claro que los traidores se han unido a los insurrectos, y que, teniendo en cuenta el desprecio que sienten hacia los humanos, deben de contar con alguien de confianza para ellos, lo que además significaría que el encuentro en el bosque no fue fortuito, sino que era la dirección a la que Volmia tenía planeado ir.
Los generales miran con envidia a Protecnia después de haberse ganado mi favor con su planteamiento, mientras que el comandante se ve pensativo, puede que juntando todos los sucesos en su cabeza para un mejor entendimiento, hasta que también lo apoya.
- Es plausible, señora, pero ¿cómo podríamos explotar esa posibilidad?
- La ponemos en una situación de peligro, en la cual tenga que acudir a quien ayudó a la traidora. Esta, a su vez, será vulnerable, y puede que huya junto a ella al único santuario fuera del control del Imperio, el desierto de Libe.
Enfurecida por el éxito de Protecnia, Estanis saca el cilindro de metal de la boca y apunta con él a la norteña.
- Supongo que sabrás como propiciar esa “situación de peligro” tuya, porque si hacemos esto mal la opinión popular de Su Majestad y el Ejercito caerá en picado en vista de los recientes fracasos, especialmente cuando se trata de una persona con influencias y una buena posición.
La General Suprema la mira fríamente, sin mostrar ninguna reacción, como si estuviera tratando con una niña estúpida que no sabe de lo que habla.
- Debemos hacerle pensar que tenemos evidencia irrefutable contra ella, y que tema lo que los propios ciudadanos puedan hacerle. Si se convierte en una paria perderá todo lo que ha logrado en su vida, siendo finalmente ejecutada o expulsada.
Es, sin duda, un buen plan, y los demás no lo pueden negar. Una vez hemos elaborado el método de actuación para lograrlo la reunión termina, con los convocados volviendo a sus quehaceres y el silencio retornando a mi despacho. Contemplo el cielo de mi reino desde la ventana, impaciente por el golpe que caerá sobre esos malditos insurrectos y los traidores.
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