- ¿Qué es eso? - Luna pregunto señalando la caja. Beatriz la abrió, dentro tenía una turquesa.
- Es mi cuarzo, en este caso mi gema. Puede variar de acuerdo a la persona o familia. Muy a pesar de lo que muchos creen no cualquiera puede despertar sus poderes. Tócalo. - dijo Beatriz
- Es frío, como el hielo de las montañas.
- Exacto.
- No entiendo nada - Luna le miró confundida.
- No sé como explicarlo exactamente pero he llegado a la conclusión que para poder usarlo no debes de haber tenido hijas. Ese poder se transfiere a la siguiente primogénita. No estoy segura porque solo aplica a las mujeres y no a los hombres. Algunos dicen que es nuestra naturaleza capaz de dar vida, otros dicen que fue una alquimista quien lo hizo para defender a las mujeres de todas las violencia que se producía contra ellas, sobretodo en tiempos de guerra. Hay tantas teorías que no sé cual es cierta. Lo único que sé es que si los hombres pudiesen usarlo posiblemente sería la causa de muchas guerras.- dijo Beatriz
- Hablas como si ellos fueran los malos de la historia.
- Bárbaros que pelean por ideales sin sentido. - dijo Beatriz enojada.
- Pero tu peleas con ellos.
- Peleaba...regresemos al comienzo y déjame tocar tu cuarzo.- acercó su mano al collar de Luna.
- ¡No!- se alejó Luna.
- ¿Por qué te alejas? ¿No quieres saberlo todo? - Beatriz se acerco y tocó su hombro.
- No quiero hacerte daño – enrojeció- Hipólito se quemó...
Beatriz sonrío y entonces hubo un rompimiento de cielo el cual se veía desde la ventana. No es cierto, era su cerebro viendo cosas que no debía ver.
- Déjame tocarlo, no pasará nada si tu me das permiso.
- Te doy permiso.- susurró Luna
- Eso no es suficiente.- Beatriz se acercó a menos de diez centímetros podía sentir su respiración- Debemos de intercambiar algún fluido corporal, como un pacto de sangre. No te dolerá mucho tengo una aguja por aquí.
- ¡No me gustan las agujas! - Luna se puso nerviosa
- Es eso ¿o quieres que te robe tu primer beso?- Beatriz se acerco a la comisura de sus labios
- Está bien, si eso significa que no habrá agujas...- sentenció
- Si que odias las agujas ¿no? - se rió Beatriz
- Es una larga historia. Sé que es tonto.
- No lo es. Ahora cierra los ojos y abre la boca. Por favor no te asustes por lo que va a suceder.- dijo mientras su mano tocaba su mentón.
Cerró los ojos, estaba nerviosa ¿ no se supone que esto solo lo haces con un prometido? Pero este era un caso especial y Beatriz era mujer, entonces no contaba ¿no es cierto? No lo sabía.
Simplemente apretó los labios y los ojos, mientras empezaba a temblar, de pronto sintió como si una corriente electrica recorriera desde su oreja hasta su muslo. Era Beatriz susurrando.
- No te podré besar si estas tan tensa. Solo sígueme la corriente.
No sabía que hacer sintió como sus labios se juntaron, electricidad y un ligero cosquilleo. Luego sintió algo húmedo, ¿era su lengua? Y recorría sus labios. Empezó a relajarse, no iba a negar que se sentía bien. Sus labios se movían de arriba a abajo y yo solo seguía el ritmo que le marcaba hasta quedarse sin aire.
- No puedo respirar... - dijo entre jadeos a la vez que se alejaba.
Beatriz estaba un poco sonrojada. - Lo siento, me dejé llevar. - Se acercó y podía sentirle un ligero olor a manzanilla, estaba tan cerca. Luna se puso nerviosa. Entonces la chica de cabellos dorados movió su mano cerca a su cadena y tocó su amuleto. - Ya está, eres libre.
Y todas las cadenas que te imponen desaparecieron un rato, y se sentió tan cerca a la felicidad, pero con tanto miedo a la vez.
- Dámelo, sé que con esto puedo ser útil.- le dijo Luna
- Eres terca Luna
- Soy Diana
- Eres Luna, hasta que me digas porque razón quieres que te llamé Diana.
- Porque Luna murió y no quiero volver a la Inquisición.
- No volverás, estás con nosotros.
- Entonces quiero que mi alias sea Diana.
- ¿Quién era ella que tanto la recuerdas?
- Mi madre Diana Campari.
- ¿Campari?
- Como el licor. El más amargo que alguna vez tomé. Y me siento identificada con ello.
- ¿No eres muy joven para andar tomando licor?
- Tengo dieciocho. Ya debería de estar casada la verdad. - Luna miró por la ventana. - Sé que sonará horrible, pero por lo menos ahora las cosas son más interesantes y tal vez se logre cambiar todo.
- Ve a descansar un rato. ¿No te sientes cansada?
- Sí. - en realidad estaba mareada como si quisiera desmayarse
- Si me dejas tu amuleto te prometo que no tendrás pesadillas.- sonrió Beatriz con su voz tan suave y serena.
- Creeré en ti. Gracias. - Luna estaba yendo a descansar cunado el brazo de la chica de ojos azules le detuvo.
- Toma un poco de mate antes de dormir.
- ¿Qué es? - le miró a los ojos
- Valeriana, es buena para los nervios. - dijo Beatriz acercándole la taza.
- Gracias.- termino el mate y se echó a dormir.
Los ángeles también pueden engañarte.
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