Hola, mi nombre es (...) y me arrepiento demasiado.
Comprendo que es un pensamiento inútil, no va a modificar nada de lo que hice en el pasado. En un tiempo donde nada puedo cambiar han quedado esos actos, el dolor que he causado es ahora el nieto del que entonces produje y las consecuencias resuenan por el tamaño del mal cometido. Tal vez no sea así, ojalá todo haya quedado enterrado y superado por las perdonas afectadas, pero me cuesta creerlo.
Es inevitable este sentimiento. Nos miramos con ojos anacrónicos, con la sabiduría de ahora juzgamos los actos de entonces, sin recordar las partes tratamos de entender el todo. Menuda incoherencia, pero es común esta forma de actuar; nos perdemos en vicios que sabemos negativos a la par que incorrectos, dejándonos llevar por nuestra mente en una espiral de dolor.
Sin embargo, entre tanta sombra hay un poco de luz. Del dolor y sufrimiento que sentimos se desgrana un deseo y pensamiento interno hasta el momento, tal vez, oculto. No queremos seguir siendo así, deseamos ser mejores y diferentes. Entendemos que el estado y comportamiento de nuestra persona no es correcto, por lo que algo debemos hacer para remediarlo.
Obviamente esto es un primer paso, lo que le sigue es una serie de reflexiones que, con suerte y mucha superación personal, nos otorgarán la posibilidad de corregir lo que deseamos cambiar.
No podemos, eso sí, olvidar un punto necesario para que el arrepentimiento no sea un arma de destrucción contra nosotros. El perdonarnos las faltas es algo necesario, a la par que sano, para no quedarnos anclados en el pasado y ser capaces de salir de la espiral. Sin él no habrá avance posible, no lograremos seguir adelante con nuestra vida y nos condenaremos a repetir el proceso sin posibilidad de ser nuestro mejor yo.
Arrepentirse tiene sus repercusiones buenas y malas, no debemos eliminar esta sensación pero tampoco magnificarla. Al final creo que debemos arrepentirnos del mal producido a otras personas con intención de que la lección que extraigamos de ese acto nos haga mejores, siempre con una mente magnánima y comprensiva para con nosotros.
No soy el que era entonces, he cambiado y ahora me apoyo en mis experiencias pasadas para construir un nuevo yo que sea mejor para los demás, a la par que para mi mismo. Sé que hice mal, pero me intento perdonar cada día por amor a mi y al prójimo, porque quiero que hasta el dolor que he causado ilumine el mundo a través de mi nueva persona.
Me queda mucho camino, el perdón de mis propias faltas y el control del arrepentimiento es tarea dura, pero necesaria. Puede que mientras sea un juguete roto esto me acompañe, aún así me seguiré esforzando.
Muchas gracias.
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