El reloj marcaba ya las cinco cuando entré en el ascensor. Cambié la mochila de hombro, di un ligero suspiro y abrí la puerta de casa.
- Ya estoy en casa
- En casa estoy- apareció Blue batiendo las alas.
- ¿Axel?- avancé hacia el interior del piso.
La sala estaba tal cual la había dejado, aunque en el aire se podía apreciar un ligero olor a comida. Dejé la mochila al lado de la mesa de la cocina y me acerqué a la puerta de la habitación de Axel. Ligeramente toqué a la puerta.
- ¿Hola? ¿Axel? ¿Estas enfadado? ¿Puedo pasar?- pregunté pero no recibí respuesta- Tal vez no está en casa… Mal será que se haya perdido…
Rebusqué en mi mochila y encontré mi móvil, sin batería. Recogí el cargador de mi habitación y lo puse a cargar. Me dejé caer en el sofá mientras observaba la televisión apagada.
- También sería normal que él quisiera marcharse. De golpe se ve viviendo con una desconocida…
Entonces escuché la puerta de la entrada abrirse. Me incorporé y pude ver a Axel entrar con un tiesto con camelias rosas.
- ¡Oh! Ya has vuelto. Bienvenida. – comentó sin dejar el tiesto.
- No, Bienvenido de vuelta tú. ¿Qué haces cargando eso? – observé- ¿Y vestido cuál jardinero? Vaya pintas- y no pude evitar una risotada al verle cubierto de tierra.
- Estuve ayudando a Furio, el jardinero, con la parte lateral del jardín, como regalo me dio estas camelias… ¿Me las puedo quedar?
- Pues claro. El tiesto no es muy grande así que puedes colocarlo donde quieras.- comenté mientras me acercaba a él.
- Hum… Mi madre solía tener iris encima de la mesa del comedor.- murmuró.
- Pues pon estas en la mesa, aunque cada vez que tengamos que comer habría que quitarlos…- medité.- Ya sé.
Me dirigí a la última habitación de la casa donde guardaba los trastos, rebusqué entre la gran maraña de cosas que había y encontré un viejo taburete alto de madera negra. Lo coloqué pegado a la pared del salón.
- ¿Qué tal? Si lo pones aquí no estorbará. Podrás verlo cuando estés aquí y cosas así- señalé.
- Perfecto- se le alegró la cara mientras lo dejaba sobre el taburete y lo observaba unos pasos más atrás.
Noté que mi móvil comenzaba a sonar, de inmediato me dirigí a él y respondí. Al escuchar las noticias no pude sino esbozar una sonrisa que sorprendió a Axel.
- Prepárate Axel, nos vamos a cenar fuera.- comenté colgando.
- ¿Eh? ¿A dónde?- se sorprendió.
- A Francia.
- ¡¡Qué!!- exclamó sorprendido.
- Venga, date una ducha rápida y vístete que nos vamos.- comenté entrando en mi habitación para cambiarme también.
No me puse algo muy llamativo, pero tampoco iba con ropa de calle. Axel ya estaba en el salón vestido bastante bien, todo había que decirlo. Aquella chaqueta de cuero negra no le quedaba mal. Me alegre de que se la comprara la otra vez.
- Sabes que para llegar a Francia hay que cruzar el mar ¿Verdad?
- No te preocupes por ello, de paso haremos una parada en la casa de tus padre. Si recuerdas donde esta y si quieres ir, claro.
Creo que aquello le pilló desprevenido porque se quedó de piedra. Eso me preocupó, tal vez me había animado demasiado y me estaba metiendo en asuntos que no me concernían. Pero de golpe su expresión cambió.
- ¡¿Enserio?! ¿No me engañaras?- desconfió por un momento.
- Claro que no- dije más animada.
Recogí mi bolso, me despedí de Blue y bajamos al aparcamiento. Arranqué el Lamborghini murciélago, en negro de llantas azules. Nos dirigimos hasta el aeropuerto, pero me desvié hasta una zona aparte de despegué. Uno de las naves industriales tenía la puerta abierta con un blanco Jet con medio morro fuera. Aparqué el coche dentro de la nave y bajé. Me encantaba la cara de asombro que ponía a Axel cada vez que hacia cosas de estas.
- Señorita- se acercó un hombre con traje de piloto- hoy estaré a cuidado de su Jet. Seré su piloto en esta travesía.
- Muy bien. Y muchas gracias por poder preparar todo en tan poco tiempo.
- Bueno no se preocupe, el piloto habitual estaba en otro trayecto, pero yo estaba disponible así que si no le molesta.
- Vale, quedamos a tu cuidado. ¿Tenemos permiso para despegar?
- Sí, en diez minutos podremos encender motores.
- Vamos Axel, subamos de mientras- comenté dándole una palmadita en la espalda para espabilar al boquiabierto chico.
- No estoy soñando ¿Verdad?- comentó y yo solo pude soltar una risa.
- No, estás bien despierto. Ahora sube- dije indicándole las escaleras.
Tras subir, la puerta se cerró y me senté en uno de los asientos beis de cuero. Axel exploró el Jet de arriba abajo. No había mucho pues era pequeño. Asientos, mesa, sofá, ventanas, una nevera…
- El Jet de la compañía de mi padre es más grande que este, aunque yo no puedo usarlo- comenté.
- ¡¿Más grande aún?!- comentó emocionado.
Se sentó cuando escuchó la voz del piloto. La torre de control ha dado el visto bueno y ya empezábamos el despegué. Axel se pegó a la ventana para ver como el Jet se ponía en posición dentro de la pista para despegar. Conseguí que se pusiera el cinturón y se sentara a duras penas. Parecía un niño pequeño, pero eso me alegraba.
- Parece que nunca hayas volado en avión.
- Sí que cogí un avión para venir aquí. Pero, de un avión en clase turística a un Jet privado es cosa diferente.- decía muy emocionado.
El avión despegó con suavidad y en pocos minutos estábamos en el aire, estables y con Axel desatado pululando por el interior del Jet. Abrí mi bolso y comprobé que traía los pasaportes y la documentación necesaria para cuando aterrizáramos.
- Deberías sentarte y tranquilizarte. Si vienen turbulencias te caerás- le avisé.
Pero antes de que lo hiciera el Jet se tambaleó un poco haciendo que Axel perdiera el equilibrio y cayera sobre mí. El chico se puso rojísimo y no pude soltar una leve risa en verle. Cuando hacia esas caras me parecía adorable. Se debido avergonzar bastante porque se sentó y permaneció callado, tal vez hundido en sus pensamientos, quien sabe.
Llegamos al aeropuerto de París-Charles de Gaulle, en Francia. Hicimos los trámites típicos y nos fuimos a buscar un taxi libre.
- ¿A dónde os llevó?- preguntaba el taxista.
Miré a Axel y este con cara seria dio la dirección de su casa. Podría no darla y decir que no quería verla, pero pareció querer saber cómo estaba su hogar después de estos años fuera. El taxista nos estuvo hablando todo el trayecto para mantenernos entretenidos. Axel y ese hombre estuvieran de cháchara en francés mientas yo jugaba con mi móvil. Una hora después llegamos a su casa y nos despedimos del taxista.
Observé donde habíamos llegado, era una área residencial. Los pisos se veían como las típicas postales parisinas. Eran pisos blancos de balcones negros y plantas en algunos de ellos. Axel comenzó a caminar por la calle y yo le seguía a unos pasos porque de vez en cuando me paraba a mirar la calle, tiendas o adornos. Me pareció un pueblo bastante floreado y alegre. No había mucha gente por lo que miré la hora.
- Normal, ya son las 8 de la noche- comenté levantado la vista y viendo que Axel se había parado en una puerta.
Me acerqué a él y miré donde se había parado. Era un piso bastante igual a los demás. Se había parado en la puerta medio abierta y miraba las escaleras. Estaba a punto de decir algo cuando una señora se asomó de por la ventana cercana a la puerta de entrada.
- Mon Dieu, ¿tu n'es pas Axel? ¡Comment tu as grandi!- dijo.
Axel abrió los ojos de par a par, por su reacción la conocía.
- ¡Tata!
Se pusieron ambos a hablar, no estuvieron mucho. La señora cerró la ventana y apareció en las escaleras con una llave en mano.
- Tata es la vecina de abajo y me cuidaba cuando era pequeño- me explicó mientras subíamos las escaleras- por eso ella suele tener una copia de la llave del piso.
Al entrar en el piso una suave fragancia a flores flotó por la sala. No era muy grande, la típica vivienda de dos habitaciones, un baño, cocina, salón y un balcón pequeño. Tanto la decoración como el color de las paredes eran muy alegres, de colores claros donde abundaba el blanco. Todo estaba muy ordenado y limpio aunque en aquella casa no vivían en años. Me dio a entender que la señora se había encargado de mantenerla limpia, así como a cuidar las flores que había en el balcón. Me llamó la atención un jarrón con iris encima de la mesa de la cocina.
La señora nos dejó en el piso y se marchó, según entendí, a vigilar los pasteles que horneaba. Me acerqué a la mesa del salón y me senté en una de las sillas, en una esquina pude ver el típico maniquí que usan los estilistas para arreglar y mostrar trajes.
- Tata, trabaja en casa vendiendo pasteles, pan y esas cosas.- comentó Axel desde otra habitación.
- Vaya, que estereotipó tan francés- añadí.
- Bueno, no creo, ella es española. No hace mucho se quedó viuda. A mí me encantaba estar con ellos y hornear pasteles y bollería en si. ¡Ah! Y si mal no recuerdo su nombre es María del Carmen, pero siempre la he llamado Tata.
- ¿Tu madre trabajaba de estilista?- pregunté con curiosidad mientras repasaba con la vista algunos pedazos de tela en una esquina.
- Mis padres llevaban una tienda a unas manzanas de aquí, tanto para adultos como para niños. Ellos mismos diseñaban la ropa y la confeccionaban. A mi padre le encantaba coser y mi madre le ayudaba, incluso modelaba para él. A mí también me preparaban ropa…- notaba que su voz temblaba y se apagaba. No pude decir nada más así que ambos nos quedamos en silencio.
Encima de un estante vi una foto de ellos que me llamó la atención, me levanté y la cogí. Allí estaban los tres en un prado con amplia sonrisa y ropa elegante. Una preciosa foto familiar, que me dolía verla. Daba igual cuanto intentara recordar, yo nunca había sido así con mi familia y dudo mucho que tengamos alguna foto así de cálida y delicada. Un bello recuerdo de momentos de felicidad. Mientras mi único recuerdo cálido fueron sonrisas falsas y paredes oscuras. Pero tampoco puedo ser tan negativa, algunas cosas buenas en mi vida hay…
- Si mal no recuerdo era en alguna parte de los Campos Elíseos.- comentó Axel colocándose a mi lado.
Que apareciera de golpe me hizo dar un respingo.
- Sabes que en esta foto te ves adorable, así de pequeño- bromeé.
Axel se sonrojó hasta las orejas y eso hizo que la mayoría de mis tormentos desaparecieran por un momento. Dejé una leve risa junto a una sonrisa mientras le pasaba la foto.
- Tal vez deberías llevártela contigo. ¿Hay algo que quieras llevarte?
- No, prefiero dejar que todo esté donde se quedó la última vez…- suspiró con el marco en manos- Pero así no superaré esto… Creo que sí me llevaré la foto. No pude quedarme con muchas y esta era la favorita de mi madre. Las ropas que llevábamos eran especiales, las había preparado mi padre por nuestro cumpleaños y eso que por aquellas fechas tenía muchos encargos…
Enseguida pude ver como lagrimas golpeaban el cristal de la foto, rodeé por los hombros a Axel intentando consolarlo con un simple abrazo. El chico estrechó a su pecho la foto mientras seguía llorando en silencio. Me mantuve en aquel silencioso abrazo, solo roto por los llantos que de vez en cuando se escapaban de Axel.
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