Eran apenas las cuatro de la mañana y al sol todavía le quedaba mucho recorrido para aparecer por el horizonte. Las calles, normalmente frías y vacías, estaban llenas de policías que con esmero buscaban entre los callejones.
—Señor, el sospechoso ha huido —dijo uno de los policías mirando a todas partes con un tono preocupado—. Creo que no tiene caso seguir buscando.
El inspector de policía miraba insistente al callejón que tenía delante. En la última semana habían tenido más de cuatro robos en el pueblo, y todo apuntaba a un mismo sospechoso.
—¿Habéis mirado bien en todos los callejones? —pregunto desviando la mirada y caminando hacia la joyería donde se había cometido el robo, y que ahora estaba totalmente vacía.
—Si señor, y le aseguro que no hay nadie —respondió el policía que había seguido al inspector para no cortar la conversación —. ¿Cree que volverá a pasar? —añadió mirando donde antes estaba el escaparate de la tienda y ahora, solo quedaban millones de cristales rotos.
—Lo único de lo que estoy seguro es de que si vuelve a pasar no tendremos excusas para que el pueblo no haga más preguntas.
—¡Señor! —Otro policía se acercó corriendo torpemente hacia ellos.
—¿Que pasa? ¿Lo han encontrado? —preguntó ansioso el inspector.
—No señor, es ella, está aquí ,—Los dos policías se miraron entre si, sabiendo perfectamente a quién se refería su compañero—, y quiere hablar con usted inspector.
El inspector se colocó bien su chaqueta marrón y sin despedirse de sus compañeros camino de vuelta al callejón de donde había venido. Entró en el comprobando que nadie le prestaba atencion y espero mirando en todas direcciones.
Como si el viento se hubiera dado cuenta que el estaba alli, la ropa que colgaba de los balcones empezó a moverse con brusquedad. Rápidamente el inspector alzó la mirada y escucho un ruido proveniente de su espalda. Se giró para comprobar que o quien lo había causado, y se encontró con lo que hace unos segundos estaba buscando.
—¿Me has hecho venir para asustarme? —preguntó el inspector mirando atentamente a la joven que ocultaba su rostro tras una máscara verde.
—Siento haberle asustado, pero he dejado al sospechoso cerca del instituto Borton, puede que no tarde mucho en despertarse —La chica se veía cansada y tenía pinta de haber tenido que reducir al ladrón.
—Me agrada saber, que una niña de 14 años es capaz de hacer lo que todo un cuerpo de policía no puede —dijo irónicamente.
La chica miró al hombre y dio un pequeño suspiro.
—Tengo 15 años inspector —respondió con un tono serio.
—Como sea, muchas gracias Látigo.
—Algun dia tendra que aceptar que mi ayuda es buena —La chica se interpuso entre el inspector y la salida el callejón.
—Estaré dispuesto a aceptarlo cuando tengas 18 años y entres en el cuerpo de policía. —respondió alejándose y esquivando al Látigo.
El inspector salido del callejón y rápidamente llamó por radio a todos los policías cercanos al instituto del pueblo, advirtiendoles que el sospechoso estaba cerca de ellos, inconsciente, pero con fuerzas suficientes para huir si despertaba.
Cuando volvió a mirar hacia el callejón vio que la chica ya no estaba y sonrió pensando en lo estúpido que era la situación. Una vez más tendrían que soportar a un ladrón explicandoles como una joven enmascarada salto encima suyo para detenerle. Una vez más el Látigo había ayudado al cuerpo de policía.
—¿Una vez más el Látigo ha encontrado al sospechoso? —preguntó su compañero acercándose.
—Así es.
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