«Hola oficial Charles.
Si está leyendo esto, es que ya no hay nada más que puedan hacer con mi cuerpo y muy pronto dejaré este mundo, a no ser… que ya lo haya hecho.
Escribo esta carta para pedirle dos cosas. Primero, quiero que no odie ni culpe a Rick por mi estado. Él solo me estuvo ayudando con “mi supuesta muerte”. De seguro, le ha amenazado, pero solo fue para que no se involucrara a fondo en mis planes. Sé que él no dirá nada al respecto, así que no tiene que preocuparse por ello.
Dejando eso en claro, le explico la razón de por qué quiero morir.
Si le soy sincera, el saber muchas cosas ha conseguido que uno sufra más, que si permaneciese en la ignorancia. En mi caso, no he sabido afrontar del todo, lo que eso conlleva. El conocimiento.
No me arrepiento de mi elección. Sé que pensará que pude elegir otra forma y seguir como estaba… pero ya intenté de todo. Desde buscar algo que me alentara a continuar aquí, hasta querer ignorar la situación y vivir como si nada se hubiera cruzado por mi cabeza.
Probablemente en el otro lado sea totalmente distinto… claro, si es que hay otro lado.
Lo segundo y último que quiero pedirle, es que no piense en esta carta como una despedida, o un testamento, sino tal vez, como un breve resumen de una pequeña historia que quedará entre muchas otras, siendo un recuerdo duradero en su memoria oficial.
Muchas gracias…
Sin más que agregarle, hasta siempre.
Marie Lie»
Luego de leer estas últimas palabras y casi como si ella lo hubiese esperado, se escuchó un “pi” largo. Era la máquina que contaba las pulsaciones de Marie. Esto indicaba su muerte.
El oficial no podía creerlo, presenciar otra muerte sin haber podido ayudar en la situación… claro que… aquella mujer tenía intenciones de morir y no podía ir en contra de su voluntad por más que fuese en contra de la ley.
Lo último que vio de ella, fue una sonrisa serena que tenía antes de ser enterrada, lo extraño es que permaneció como cuando estaba en la camilla del hospital.
Días después de aquel suceso en el hospital, Charles fue al entierro. Era un día de lluvia, algo fresco y tranquilo. No había otra persona aparte de él y el sepulturero.
Luego de unos minutos de haberla enterrado, él permaneció al lado de la tumba, en lo que alguien se acercaba, poniéndose a su lado.
— Al final, logró su objetivo… ¿leíste la carta que te dejó? —lo mira.
—… Sí…
— ¿Qué harás ahora, que sabes de su suicidio?
—… mejor dicho… no pude hacer nada… aparte, no iré en contra de su voluntad. Si eso quería, no soy quien para detenerla… ¿qué hay de ti?
— Pues, mi vuelo sale en media hora.
— Ah… así que no nos veremos en un tiempo… —sonrió— ¿a dónde te iras?
— Si se lo dijera, no sería divertido… ¿no, Charles? —dijo mientras se alejaba bajo la lluvia y desaparecía en aquel paisaje con una sonrisa que luego se desvaneció al seguir su camino.
Por otro lado, el oficial permaneció en silencio por un rato y luego se fue de aquel lugar con una pequeña sonrisa también.
Fin.
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