Hm. No. No quería admitirlo. Para nada, especialmente después de todo lo ocurrido… aunque algo estaba cambiando. En medio de la carrera, corriendo a una velocidad inhumana, se encendió una chispa. Una chispa de emoción, de adrenalina. De pronto me di cuenta: quería acelerar más, incluso si el aire con el que chocaba empezaba a agitar mi cara como si fuera una sábana.

Sacudí mi cabeza al notar lo que se nos acercaba.

— ¡PARA! — Exclamé asustado por la rapidez a la que íbamos y la gran cantidad de letreros y obreros que tenían la calle cerrada.

— ¡Un par de agujeros no son nada para VISK—Eight! — Afirmó llena de confianza en sí misma. — ¡Especialmente ahora que sé amortiguar!

Dejé de respirar. Un obrero se nos interponía en la entrada con uno de esos letreros de “no pasar” y un silbato. Apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando Vis saltó por sobre él. El silbido seguía cuando me di cuenta que mi mano le robó el casco de seguridad.

Mis pies aterrizaron con fuerza sobre las obras de construcción, que no eran más que excavaciones, maquinas, materiales y grandes tubos hechos de cemento. Vis me puso el casco de seguridad sin preguntarme.

“Mantenga la misma dirección por cien metros”.

— ¡El oráculo ha hablado! — Me puso en posición para reiniciar la carrera. — Será mejor que agaches la cabeza, es la primera vez que hago esto.

— Tú sí que sabes tranquilizar a la gente. — Comenté cerrando los ojos, inseguro de querer saber qué cosas iban a pasar.

El viento chocó con mi cara, sea cual sea la dirección o acrobacia que Vis realizara. Sentía como mi cuerpo saltaba, giraba, se topaba con muchos obstáculos sin sufrir daño alguno. En más de una ocasión un objeto contundente dio con un brazo o pierna, pero el traje absorbía todo tipo de daño, lo único que percibía era la presión del golpe. ¿Qué tan fuerte había sido mi puñetazo? ¿Cuánta fuerza agregaba el traje? Todavía estaba resentido, pero todos estos golpes parecían hechos por ositos de peluche. Respiré. Eso ya no interesaba.

“Gire a la derecha en veinte metros”.

Estaba en el aire. La sangre se me iba a la cabeza. La canción… parecía la música de fondo de una película. El hambre desapareció, el cansancio fué relegado al olvido. La adrenalina y el movimiento me dominaron. Todavía con los ojos cerrados, ignorante de que pasaba a mí alrededor comencé a reír, la risa más sincera de la última semana. Volví a sentir el suelo y la carrera prosiguió. Me dejé llevar, acompañando los movimientos que Vis hacía. Nunca me divertí tanto en mi vida.

— ¡Detente ahí, anarquista!

— ¡Deja de oprimirme, abajo el patriarcado! — No tardó en responder satíricamente. ¿Opresión? ¿Opresión de qué, si ella es solo una...?

“Mantenga la misma dirección por setenta metros”. Ambas piernas se prepararon para tomar impulso.

— ¡Espero que te gusten los pingüinos Aron!

Fue entonces cuando abrí los ojos. El calor del sol duró solo un instante. Acabábamos de ingresar a un largo cilindro horizontal de concreto con una luz al final cada vez más próxima. Mi pecho tocó el suelo, deslizándose a través de él gracias al agua un tanto lodosa: tal y como un pingüino en el hielo de la Antártida. Con menos lodo, por supuesto.

— Y pensar que en un par de meses pasará todo tipo de desecho por estos tubos. — Comentó Vis. — Por suerte recién los están instalando.

— ¡Esto es…!

— ¿Qué? ¿Demencial? — Nos acercábamos al final del tubo. Ella no pudo evitar reaccionar con cierta agresividad. — ¿Estúpido? ¿Arriesgado? ¿Demasiado para ti?

— ¡No! — Reí, feliz como pocas veces. — ¡Es genial!

— Espera, ¿Qué? — Preguntó escéptica. — ¿Qué dijiste?

— ¡Que es gen…!

La luz del día me dio otra vez. La canción se acabó. Una charca de lodo nos cubría por completo. Me puse de pie, sin ayuda del traje. El casco estaba hundido. Mi mano derecha, bajo el control de Vis, quiso limpiarnos un poco embarrándome un poco más. Nadie dijo nada.

Hasta la risotada, por supuesto.

— Quién diría que SÍ sabias divertirte, Aron.

Me estiré mientras todavía sonreía.

— Algunas veces hay que dejarse llevar. — Saqué un poco del lodo que tenía en la mejilla. — Creo.

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[BIZC-8 continuará la próxima semana]

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