Quien hubiera pensado que me vería de nuevo metida en un kimono y haciendo danza. Yo que lo había empezado a odiar cuando mi madre empezó a explotarme y a exigirme más y más. En cambio, esta vez me divertí. Simplemente dejé de pensar y actué.
- ¿Alice, me estas escuchando?- protestaba mi manager con una carpeta con papeles en mano.- Este podría ser el empujón que necesitas para salir de este mundo del modelaje y saltar a las pantallas.
- Si, si te he escuchado- comenté cruzando las piernas bajo la mesa.- Pero no me convence. Nunca me he quejado de estar estancada en fotos y anuncios. ¿Por qué iba a querer hacer el papel en una película?
- Porque el director buscaba un secundario con tus rasgos físicos
- No me digas, entonces haré de mala. Porque es el aspecto que doy. – comenté ya con desgana.
- Qué más da eso. Lo importante es que han pedido aposta que seas tú la que actúe. Claro que te harán una prueba de actuación, no pueden dejar entrar en una película, alguien que actúa de una forma poco natural. Pero piénsalo, no has tenido que hacer casting ni nada.- estiró la carpeta con papeles hacia mí- Por ahora piénsalo. Esto te beneficiará.
- Ya, sobre todo a ti.- me levante, recogí los papeles y abandoné la mesa.
- Sé que elegirás la opción adecuada- dejó caer mientras yo cerraba la puerta.
Si me metía en televisión, era cierto que aumentaría mi fama pero a la vez llamaría la atención demasiado. Aunque ahora ya no estoy tan libre como antes, solo era modelaje y algún anuncio. Pero ahora es todo lo anterior, más dirigir la empresa y atender el papeleo.
Meditando y cavilando, ya había llegado a casa para cuando me di cuenta. En el ascensor guardé, los papeles en la mochila y saqué las llaves.
- Ya estoy en casa- saludé mientras entraba.
- En casa estoy- revoloteó Blue sobre mí.
- Bienvenida- apareció Axel con delantal puesto y espátula en mano.
- ¿Qué haces con eso?- me extrañé mientras avanzaba hacia él y notaba un aroma a comida que me hacia la boca agua-¿Qué preparas?
- Estoy preparando la cena. Hoy toca omelette o tortilla francesa, como quieras llamarla.- comentó mientras le daba la vuelta en la sartén.
- Umm… huele que alimenta…- comenté mientras intentaba alcanzar uno de los platos que ya estaban servidos. A lo que recibí un ligero golpe en la mano.
- ¡No! Primero ves a cambiarte y siéntate a cenar tranquila.
- Vaaaale…- salí de la cocina- Ni que fueras una madre regañando a su hijo.
- ¡Te he oído! Y de paso lávate las manos- y entonces ambos empezamos a reír.
Fui a la habitación, hice todo rápido y me senté a mesa para ver aquella tortilla amarilla, doradita y recién hecha. Tuve que retener el impulso de darle un mordisco para esperar a que Axel se sentara también.
- Que aproveche- dije mientras ya devoraba el primer cacho- ¿Eh?- me extrañé- ¡Sabe dulce! ¡Esto esta genial!
- Sabía que te iba a gustar más así. En vez de sal he echado una cucharada de azúcar por cada huevo que he puesto. – sonrió- Gracias por ayudarnos hoy.
- Uuu, no hay de que- respondí en acabar el bocado- A fin de cuentas, también me lo pasé bien. Hacía mucho que había dejado el Kabuki. Y me he dado cuenta que me he oxidado en esa materia- bromeé haciendo como si al moverme chirriara como oxidada.
- ¿Por qué lo dejaste? Lo hacías increíble.- preguntó mientras me servía agua.
- De pequeña lo disfrutaba mucho, pero mi madre me exigía más y más y más. No sé si lo sabes, pero el Kabuki es terreno de hombres. Aunque hay mujeres que hacen papeles y demás. Tradicionalmente es cosa de hombres, ellos interpretan papeles tanto masculinos como femeninos. Si mi madre quería heredar el local de la familia, debía superar a su hermana. O bien teniendo un varón o que mis habilidades superaran a los hombres que mi abuelo pusiera como prueba. La gente que traía mi abuelo era abrumadora, era la cúspide. Nunca los pude pasar. Así que más me hostigaba mi madre a que trabajara más y más. Así que empecé a odiarlo. Y un día, ya no me necesitó más- baje la mirada. No sabía si por nostalgia o por dolor, pero aquellas palabras parecían pesarme.
- Quería preguntarte el porqué, pero no parece que sea agradable, ni adecuado.- Se incomodó por el ambiente que había creado yo.
- No te preocupes. Fue porque nació mi hermano.
- ¿Gilbert? ¿Pero no era más mayor que tú?
Solté una ligera risa antes de responder.
- No. Por parte de madre esta Makoto, mi hermano pequeño. Con él, mi madre podía heredar tranquilamente el linaje del abuelo, porque su hermana solo tenía hijas. Y como ves, ser varón gana incluso a las hijas que habían estado estudiando desde pequeñas.
- Así que al final, te apartaron de todos lados. Tus dos hermanos te quitaron de ambos lados- comentó levantándose.
- Tampoco es del todo cierto. También fui yo quien se alejó…- agaché la mirada.
Noté como Axel me abrazaba. No me resistí y apoyé la cabeza en su pecho. Estiré mis manos para abrazarle. Como estaba sentada, él podía inclinarse para acariciar mi cabeza. Era cálido.
- Puedes llorar si quieres- dijo con ganas de consolarme.
Alcé la cabeza para ver como se había sonrojado y solté una risa.
- Ya lloré mucho en su momento, de eso ya hace años. Ahora estoy bien y feliz de que te preocupes por mí.
Entonces timbraron en la puerta.
- ¿Quién podría ser?- me extrañé.
- Ya voy yo- se adelantó a ir hacia la puerta.- Hum… Qué raro… No había nadie.
- Puede ser que se hayan confundido. Bueno, no te preocupes y sigamos comiendo, que se enfría.- Comenté acabando de limpiar el plato.
- Ya traigo el postre, no hace falta que te comas el plato- se reía mientras lo quitaba de la mesa.
- ¡Ah! Casi se me olvida. Mañana es sábado y he quedado con una compañera, así que seguramente o vuelva entrada ya la noche o vuelva al día siguiente.- intenté poner el mejor tono posible, pero igual sentí que el ambiente se desencantó. No le ha gustado nada saberlo.
- Ya veo- fue lo único que me respondió.
Tras aquello no me sentía muy cómoda y me senté en el sofá pensando como animarle. Él estaba en la cocina limpiando los platos y yo me quedé allí con el diario en manos. No había nada que me diera una idea para mejorar su humor. De pronto noté un peso sobre mis piernas y en cerrar el diario vi que Axel se había recostado en mi regazo.
- Tu castigo por no haber avisado con tiempo- hizo pucheros de lado.
- Lo sé y lo siento. No iba a ir, pero me insistieron a más no poder.- le acaricié su dorado pelo- ¿Qué tal esto como disculpa?- dije mientras me inclinaba y le daba un ligero beso en la mejilla.
Rápido se levantó muy sonrojado y con la mano en la mejilla. Antes de que se marchara le agarré y volví a tumbar su cabeza sobre mi regazo. Como no opuso resistencia allí se quedó. Aquel ambiente ya era más tranquilo y agradable. Nos quedamos así un rato, con el único ruido de fondo del televisor.
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