La cabalgata había sido impresionante. Llegaron allí con tiempo para poder escoger un buen sitio. Estaban en primera fila con una gran bolsa preparada para poder coger el mayor número de caramelos posibles. Vieron las diferentes carrozas de los personajes animados de moda en aquel momento, los más variopintos personajes estrafalarios, los pajes de diferentes etnias, religiones y sexos y finalmente los tres reyes en el momento álgido del evento. Se lo habían pasado genial. Volvieron a casa de sus abuelos y se reunieron con toda la familia, cenaron juntos un gran banquete que incluía sopa, carne, pescado y marisco, además de un delicioso postre. Al terminar jugaron a diversos juegos de mesa los mayores mientras los pequeños veían las últimas horas de televisión de aquel día antes de irse a la cama. Cuando la hora llegó no era capaz de pegar ojo. Había tomado tal cantidad de azúcar y cafeína que se pasó toda la noche dando vueltas sobre el edredón sin poder dormir. Cuando llegó el nuevo y ansiado día todos sus primos se levantaron para ir corriendo a abrir los regalos que había dejado los reyes magos sin preguntarse dónde estaba el familiar que faltaba. Se había quedado finalmente dormido antes de amanecer y ahora no había quien lo despertase.
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