Alice se marchaba temprano por la mañana, por lo que desayunamos juntos unos gofres en una cafetería a la que siempre quiso ir. A mi parecer lo hizo para compensarme, por lo de ayer porque usualmente desayunamos en casa. Cuando estuve frente a la puerta del edificio, alguien me agarró y me empujó a la fuerza al interior de un coche negro.
- Nos volvemos a encontrar- reconocí que se trataba de Gilbert- Ponte el cinturón, quieres.
Sin entender nada y aún desorientado, me coloqué el cinturón de seguridad y me acomodé en el asiento de cuero negro.
- ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que quieres?- me impacienté.
- No te impacientes querida mascota.- Y me palmeó la cabeza- Tengo algo muy interesante planeado para ti.
- Uy… No me gusta cómo suena eso- dije mirando por la ventana.
- Señorito, en unos minutos llegaremos.- reconocí la voz de Sebas, quien estaba al volante- Ya avisé de nuestra llegada.
- Perfecto.- sonrió mientras sacaba una Tablet.- Veamos si puedo adelantar algo.
- ¿A dónde me llevas?
- Las mascotas obedientes no hablan- respondió con una sonrisa forzada. Una mala aura de su parte hizo que aquellas palabras pesaran mucho.
Al cabo de unos minutos de incomodo silencio para mí, el coche paró, me hizo bajar y entrar en una tienda. Un hombre y dos mujeres estaban ya esperando en la entrada. Era una tienda llena de trajes, corbatas y zapatos, todo muy formal. Me quedé estancado de la impresión.
- Bienvenido, Señorito Gilbert. Es un placer que haya elegido nuestra tienda para su encargo.- dijo el hombre.
- Aquí tenéis al chico. Veamos con que me sorprendéis.- respondió dándome un golpe en la espalda.- Mientras, esperaré aquí.- se acomodó en un sofá que había y siguió haciendo cosas en la Tablet.
- ¿Eh? ¿Qué?- me vi empujado por las dos chicas al fondo del local.
- ¡¿Ooh?! Que piel tan suave y turgente- comentó una mientras me agarraba de la muñeca.
- Disculpe, señorito. ¿Podría desnudarse? Tenemos que tomarle las medidas- dijo el hombre trayendo con él una cinta métrica de costura.
Y allí estaba yo, en boxers con un hombre y dos chicas midiéndome. La cinta a veces me hacía cosquillas.
- ¿Qué edad tienes? Esta piel esta preciosa- comentó una mientras pasaba la cinta alrededor de mi cintura.
- Muy joven, pero tiene buenos hombros.- dijo la otra
- Casi dieciocho…
- Si los años te tratan bien, serás un hombre bastante atractivo.
- ¡Señoritas! Qué clase de comentarios vulgares le estáis haciendo a un cliente.- se enfadó el hombre- Ya puede vestirse. Espero que no le hayan molestado mucho.
- ¿Para qué es tanta medida?
- Para que va a ser… Para hacerle un traje – me respondió.
- Lo vas a necesitar si quieres entrar en la fiesta- apareció Gilbert.
- ¿Qué fiesta?
Entonces me extendió un sobre blanco con unas letras en relieve con el nombre de Gilbert Von Goldaugen. Tardé un momento, pero entonces lo recordé. Era igual al sobre que le dio a Alice el día que vino a casa.
- Con esto voy a enseñarte tu posición respecto a ella. No eres más que un capricho, como quien recoge un gato abandonado. –Sus palabras buscaban herirme. – Un mascota, que en algún momento, ya se aburrirá de ti y te devolverá a donde deberías estar.- Finalizó arrojándome la ropa- Vístete, nos vamos a comer mientras preparan la ropa.
Se marchó de la sala y suspiré pesadamente mientras me colocaba los pantalones y el jersey.
- No se lo tengas en cuenta. Él siempre actúa así, si quien está de por medio es su hermana.- comentó una de las chicas asomándose de nuevo.
- Pues ya podría preocuparse de otra forma.
Fuimos a comer a un restaurante carísimo. Mis ropas de calle destacaban mucho entre los clientes del lugar. Me sentí fuera de lugar y muy incómodo. Mientras el hermano de Alice disfrutaba de hacer eso. Mientras estaba en el coche de vuelta a la tienda de trajes me di cuenta de una cosa, Alice me había mentido. La fiesta era hoy a la noche, por lo que eso de que iba a estar con una compañera no podía ser verdad. Aquello me dolió ¿no se fiaba de mí? ¿Por qué ocultarlo? ¿Por qué no simplemente me dijo que iba a asistir? ¿No quería que preguntara al respecto?
- El traje le queda genial.- dijo una de las chicas mientras acababa de anudar la corbata.- Pareces otra persona.
- Sí, creo que el color negro favorece su color de pelo y sus rasgos.- acababa de revisar la chaqueta el hombre.
- Pareces un modelo- susurró la otra, a lo que yo respondí también susurrando que lo era.
- Willy, es usted increíble- aplaudió Gilbert- Un sastre impecable ha hecho que un chico de lo más normal y arrepiento, se vuelva un hombre con buena presencia. Al menos en imagen. Seguro sus modales darán que desear.
- De nada, Señorito. Después de todo, ser sastre es mi vocación y he de darles lo mejor de lo mejor a los clientes.
- Bien, Sebastián, paga y vámonos. Tengo que prepararme yo también. – le dijo a Sebas mientras me daba un ligero golpe en el hombro- Venga al coche. Aún tengo que llegar a casa y después volver para la fiesta. No hay tiempo que perder.
A lo que él llama “casa” es una enorme mansión. Las vallas se abrieron automáticamente para dejar pasar el coche, un largo camino se extendía hasta llegar a una fuente justo en la entrada de la mansión. Que digo mansión, de cerca parecía un palacete. Unas sirvientas esperaban en la entrada y otro mayordomo abrió la puerta del coche para que Gilbert bajara.
- Tengo que prepararme para la fiesta, atended a la mascota de mi hermana mientras estoy ocupado. Intentad que no se manche.- dijo mientras entraba.
Yo me quedé pasmado frente a la puerta de entrada. Desde allí ya podía ver el enorme hall que me esperaba.
- Por favor, pasé por aquí- me indicó una de las sirvientas.
Me senté en una butaca que había a un lado de la inmensa sala. Delante de la entrada había un pasillo guiado por columnas impecables. Las paredes recubiertas de cuadros, jarrones o esculturas. La alfombra parecía carísima lo que me preocupaba al ver que tenía que caminar por ella.
- ¿Quiere tomar algo?- se acercó Sebas con varios documentos en manos.
- No, estoy bien. Gracias- respondí tenso.
Ese lugar no era para mí, estaba muy incómodo. Lo que daría por irme de allí. Pero ahora que lo pensaba nadie me estaba reteniendo. Me levanté cuando Sebas desapareció del hall. Caminé hacia un lateral, donde una gran puerta de cristal daba paso a un caminito de piedra que guiaba al jardín del exterior. El exterior era precioso, las flores contrastaban con las formas de los arbustos y los finos muebles de exterior. Empecé a caminar por el lugar hasta que alguien me llamó la atención a lo que di un respingo, que por poco no caía en la fuente que había en el centro de jardín.
- Perdone por asustarle.- se inclinaba una chica vestida de doncella, con su traje negro y su mandil blanco. Su pelo estaba recogido con una cinta lila.- Usted debe de ser Axel.
- Emm… Así es- me empezaba a cansar que todos supieran quien era y yo no conociera a nadie.
- Puede estar tranquilo. Soy Grace, la sirvienta personal del señorito Gilbert.- sus modales al hablar y moverse no parecían de una chica de clase modesta precisamente- ¿Le parece bien si nos sentamos?- me señaló un banco cercano a la fuente.
- En vista que no tengo nada mejor que hacer- accedí.
- Por fin he podido conocer la persona que hizo que la señorita Alice consiguiera escapar a toda costa para ir a salvarle. Desde que trabajó aquí, nunca vi a la señorita actuar tan… bueno, sí, ella siempre ha sido impulsiva, pero nunca como para reprender contra Sebastián.
- ¿Tú sabes que planea Gilbert?
- Te va a llevar al convite de la empresa. El señorito Gilbert quiere mucho a su hermana, tal vez porque se sienta culpable o porque realmente no quiere que nadie le ponga una mano encima. No puedo estar segura. Tiene complejo de hermana, no se le puede hace nada. Ya has debido ver que se comporta diferente si esta la señorita Alice delante. – suspiró, a mi parecer su tono era como de celos.
- ¡Grace!- aparece Gilbert por el camino de piedra.- ¿Qué hacéis los dos ahí fuera?
- Señorito Gilbert, permítame- se levantó rauda a colocarle la corbata- Hacia compañía al joven.
- Gracias- Le dijo y se giró hacia mí- venga, nos marchamos ya.
Arrastras volví al coche y cuando me di cuenta estaba en un jet. Esto ya era surrealista. Desde que conocí a Alice no hago más que dar bandazos de un lado al otro. Y la gente que la rodea no parece estar mejor… Aunque pregunté a donde nos dirigíamos, no recibí respuesta alguna. No llevaba nada para ubicarme y aquel hombre parecía divertirse de lo desorientado que estaba por todo lo que me ha zarandeado en menos de un día. Me he sentido bastante menospreciado.
Cerca de dos horas, llegamos al destino. A saber dónde, pero llegamos porque por fin pude poner los pies en el suelo. Una limusina nos llevó hasta un enorme edificio con un nombre, para mí, ilegible. ¿Alemán, tal vez? En la recepción todos actuaban muy amable y formal frente a Gilbert. Nos condujeron a una sala espaciosa donde había muchas mesas decoradas con toda clase de platillos de diferentes países y de arreglos florales. La sala no estaba a los topes, pero si llena de gente de pie con copas en la mano y vestidos de trajes muy formales.
- Bien, ahora te quedas por aquí y miras. Puedes comer si te atreves a entablar conversación- sonreía malévolamente Gilbert mientras se adentraba en la sala.
En verle, todos empezaron a acercarse para hablar con él. Sonaba una música amena, clásica, que era acompañada por el ruido de pasos y voces. No entendía el idioma, y cuando les entendía no sabía de qué hablaban. Me alejé hasta una pared y me quede allí extremadamente incómodo. Se acercó una mujer vestida de Staff con una bandeja de canapés en mano. Me habló pero no la entendí, hice lo que pude para indicarle que no la entendía, sin parecer un idiota. Entonces cambió el idioma.
- ¿Se encuentra usted bien?
- Si, gracias. Solo… quería meditar.
- ¿Le traigo algo para comer?
- No importa, muchas gracias.
Tras aquella pequeña charla me volví a quedar solo. Seguí explorando con la mirada el lugar. Parecía extremadamente caro. Entonces vi como alguien bajaba de unas escaleras que daban a la sala. Pantalones ceñidos negros, camisa de botones blanca atada con una corbata junto a una chaqueta negra. El pelo recogido a un lado por un prendedor de flor a juego con el traje. Y aquellos ojos, no podía equivocarme, estaba guapísima, descendía Alice. Mi respiración se contuvo y sentí que no era el único. El ambiente se empezó a animar cuando bajó y empezó a hablar con los presentes, que empezaron a arremolinarse junto a ella. Estuve a nada de avanzar. Cuando ella alzó la voz y dijo algo que no logré entender, pero hizo que los ánimos se calmara. Gilbert se puso a su lado y siguieron su camino hablando con aquella gente.
- Ey, ¿Qué haces aquí parado?- dijo alguien, a lo que giré a mirar quien era. Una chica vestida con un estrecho vestido azul marino se había apoyado también en la pared- ¿Vas a perder la oportunidad de hablar con un Von Goldaugen? En especial con la hija, es toda una alegría que vuelva en persona. Normalmente solo se la ve por videollamadas, por alguna razón no quiere venir en persona a las reuniones. Una pena, ¿no crees? Que poco hablador oye… Y tú, ¿de qué rama eres? ¿o eres un afiliado a la empresa? Aunque mi padre trabaja en un puesto alto, yo estoy también intentando hacerme un hueco en la empresa por mis métodos. Y…- por fin se callaba, normal que no hablara, si ella no para de hablar ni para respirar. Miré hacia donde dirigía la mirada para saber qué la hizo callar.
Un hombre adulto, alto y robusto bajaba las escaleras. Vestía un traje elegantísimo pero de inmediato su mirada te hacia retroceder. Sus ojos eran profundos y serios, aun notando que tenía ya cierta edad. Su pelo estaba increíblemente peinado hacia atrás. Y cuando habló su voz fue profunda, respetable y, sobretodo, firme.
- Os agradezco a todos la asistencia. – pude entenderle por suerte- Esta pequeña fiesta es para comunicaros el regreso de mi hija Alice al negocio. Ocupará su antiguo puesto.- levantó ligeramente la mano y Alice subió algunos peldaños hacia él. – Espero que junto a ella lleven nuevas novedades por parte de todas las ramas y afiliaciones. No quiero otro fracaso- su voz se endureció y todos permanecían como asustados- Debido a unos problemas con una de las compañías, me ausentaré para encargarme de ella. Quedan al cargo de discusiones y demandas, tanto Alice como Gilbert.
El hombre vuelve a subir las escaleras y siento como Gilbert parece engrandecerse por momentos.
- Jove, tú ni caso.- ahora había a mi lado un anciano de aspecto cansado, apoyado en la pared junto a su bastón que, por la forma en que relucía, como mínimo era de oro. – Marta Weber, ¿no es así? ¿Te importaría dejarnos a solas un momento?
- Si claro, faltaría más señor- respondió extremadamente formal, corta y concisa mientras inclinaba la cabeza y se marchaba.
- Muchacho, tú no eres de aquí ¿Me equivoco?
- No, señor.
- Me lo imaginaba. Conozco a todos y cada uno de los presentes. ¿Qué te trae por aquí?
- Fui arrastrado, si es que se puede decir así.- suspiré a lo que él soltó una suave carcajada.
- Bueno, bueno, la vida siempre nos da bandazos, todo es saber encajarlos bien. No te preocupes, que no te apene el ambiente. Lo que ves aquí son solo mascaras. Saben que si mostrasen su verdadero yo no estarían allí. Solo saben hacer la pelota para sacar beneficio. Un ambiente venenoso y podrido desde dentro.- apretaba sus arrugadas manos sobre el bastón. – Ves, otro hombre poniéndole las manos encima a mi nieta, pero será sinvergüenza. Si espera mi aprobación ya puede esperar sentado. ¡Estoy de las proposiciones de matrimonio hasta las narices!- zarandeó el bastón a lo que yo sin quererlo solté una leve risa.
- Veo que quiere a su nieta, pobre del que quiera ser su pareja- comenté mientras veía que de verdad se estaba enfadando.
- A decir verdad, tú eres distinto a esos buitres. No llevas mascara que oculte tu verdad. Eso me gusta. Yo te apruebo, luego el tiempo ya dirá.
- ¿Eh?
- De verdad- llega Sebastián haciendo el mínimo ruido posible.- Me despisto un momento y le pierdo de vista… ¡Señor Von Goldaugen! No sabe que no está para ir a lo loco.
- Ja ja – asintió mientras caminaba de vuelta.- Viel Erfolg! Muchacho.
- ¿Qué? ¡¿Qué…?!- Me quedé totalmente descolocado.
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