Decían que las redes sociales eran la comunicación del futuro, pero no estaba muy seguro de ello. Para empezar, como mucho, lo eran del presente, eso nadie podía negarlo. Casi toda la totalidad del mundo moderno está en alguno de estos servicios en línea de una forma o de otra, es bastante difícil escapar. Además, hoy en día a cualquier programa que permitiese comunicar a dos personas ya lo llamaban red social. Si nos ponemos así se podría resumir en que la red de por sí es social, siempre lo ha sido. Pero estaba divagando, eso no tenía importancia, no era más que semántica. El problema no radicaba en las herramientas en sí, que no tienen absolutamente nada de malo, sino en que parecía que no se estaban usando como es debido. En ocasiones sí, por supuesto, honrosas excepciones en las que se utilizaban como método de ayuda a personas en peligro o situaciones de emergencia. Solo por eso ya valían la pena. Pero por otro lado su uso mayoritario era para lloriquear, para quejarse, para soltar bilis por la boca de cualquier tema aunque se desconociese en realidad. Y además se defendían denominándolo libertad de expresión. Por lo tanto, lo único que habían conseguido haciendo que todas las opiniones fuesen válidas es que ninguna valiese nada.
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