La lluvia los cogió de improviso cuando iban de paseo. Ya antes de salir el cielo no transmitía buenas señales, estaba repleto de nubarrones grises, algunos bastante oscuros, que amenazaban con descargar en cualquier momento. Pero decidieron arriesgarse, pues hacía tiempo que no se veían y querían caminar juntos. El problema es que se olvidaron de coger un paraguas y, cuando se dieron cuenta, les dio pereza volver a por él. Las primeras horas salieron bien, sin mayor contratiempo que el habitual frío glaciar que dominaba el clima de aquella estación invernal. Se dirigían a un centro comercial para acudir al cine pero tras unos cuantos minutos se dieron cuenta de que iban en dirección contraria. Si no se hubiesen equivocado y hubiesen ido directos no habría pasado nada, pues tan solo estaban a cinco minutos de distancia. Pero en el momento en que dieron vuelta para retomar el camino correcto empezaron a caer unas pequeñas gotas de lluvia que no presagiaban nada bueno. En menos de cinco minutos las pequeñas gotas dieron paso a un chaparrón como no habían sufrido en bastantes meses. Corrieron como pudieron, intentado no resbalar y cubriéndose como pudieron. Finalmente lograron ponerse a cubierto pero estaban empapados por completo.
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