Cada vez que salía la fecha de un anuncio de su empresa favorita, su imaginación no tenía límites. Su mente entraba en ebullición con millones de teorías sobre los productos que podían anunciar e ideas nunca vistas. En cuanto eso pasaba, entraba en las redes sociales y los foros para comentar compartiendo sus ideas con miles de personas que dejaban volar sus ideas en base a todos los rumores (sin fundamento) que lograban encontrar, todos los movimientos hechos por la compañía en los meses anteriores, todas las marcas registradas, todos los cambios en las páginas web y en las diferentes cuentas de sus redes... todo era válido para aportar teorías al respecto. A lo largo de la tarde siempre acababa habiendo discusiones en el foro, debates ante qué preferían unos u otros, peleas sobre si la empresa iba mejor o peor que antes, si su tiempo ya había pasado, denuncias, expulsiones y demás parafernalia forera. El ambiente tan caldeado solo ayudaba a que las expectativas se pusieran por las nubes y a la hora de la verdad, cuando por la noche llegaba finalmente el anuncio, ya daba igual lo que la compañía dijese, porque fuera lo que fuese, nunca iba a estar a la altura de lo que habían imaginado y por lo tanto iban a decepcionarse.
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