*Luna POV*
Si hay algo que le agradezco de todo mi corazón a mi padre es que me enseñó a ser útil. Gracias a él sé algo de esgrima y montar a caballo. Nunca pensé que me llegaría a usar uno que no fuera de nuestra familia, pero siempre hay una primera ocasión para todo ¿qué tan difícil puede ser montar a un caballo que no está familiarizado contigo? Pensándolo bien la idea se veía complicada.
El caballo estaba amarrado a un poste y también se llamaba “Preciosa” si no me equivoco, por lo cual sospeche que era yegua, parece que le habían preparado la silla para montar. Si caminabas y tirabas un poco de su correa, te seguía mansamente, estaba bien domesticada.
Me subí al caballo y empezamos a galopar en círculos, parecía una experta, por lo menos “Preciosa” sí lo era. Se notaba que había sido bien entrenada, y no se asustaba conmigo, pensé en Beatriz. Debes de tener mucha paciencia para lograr tener un caballo así de dócil, y prácticamente me lo dejó. Por un momento me sentí triste por interrumpir en su vida, luego molesta, ¿quién se cree que es para llevarse el único recuerdo que tengo con mi madre?, ¿quién se cree? Si la conocía ¿por qué nunca me lo dijo? Basta es hora de dejar de pensar.
*Fin Luna POV*
Luna se sentó de manera cómoda y apretó las piernas, había que acelerar el paso.
El aire frío que sentía al avanzar llegaba a lo más recóndito de su ser. El clima en la sierra cuando no había sol te hacía temblar, pero el sol hacía que no pudieses ver bien el camino, felizmente tenía un sombrero. El camino era una serie de abismos hasta llegar a la ciudad que se encontraba al pie de la montaña. Felizmente parecía que la yegua conocía el lugar. Mientras avanzaba no logró atisbar ni a Jeremías, ni a Hipólito. Solo vio los restos de una fogata cuando se adentró en el bosque. ¿Podrían ser ellos?. En realidad podría ser cualquier persona.
Realistas, o no, nada era seguro para una mujer en épocas de la colonia, por lo menos estaba armada. Mujer, mujer, en realidad nadie estaba a salvo pero por algún motivo a los hombres les respetaban más, porque siempre fue así. Pero no a todos, te discriminan por tu color de piel, tus antepasados o tu género como si eso fuese algo que uno escoge. Simplemente se nace con todas esas características, ¿es acaso un pecado el ser diferente?
Por un momento Luna pensó en abandonarlo todo, tal vez Beatriz tuviera razón ¿para qué inmiscuirse en algo que no le beneficiaría?, pero la vida de convento no era para ella. Y no eran épocas para pensar en matrimonio.
El bosque era lúgubre y se sentía mucho más desolado que la anterior vez que estuvo con Hipólito, era tan solitario. Se escuchaba el crujir de las hojas secas cuando avanzaba, incluso el silbar del viento. Y el sonido de los ¿caballos?, posiblemente sería un escuadrón realista. Todos los patriotas se encontraban más cerca al mar y estaban en plena sierra. Aunque decían que ya se estaban expandiendo por todo el territorio. Lo mejor era esconderse, pero ¿si eran ellos? No es que tuviera muchas alternativas. Ni siquiera sabía por dónde ir.
Decidió acercarse a la caballería, como era de noche no se podían distinguir los colores de su bandera o uniforme, ni siquiera había luna llena, tal vez ello habría ayudado un poco. A lo lejos se veía una hoguera, parecía que era un campamento, por lo menos allí habría luz y comida. No había mucho que perder.
Se acercó al campamento y divisó a ¿una mujer? Al menos eso parecía y decidió hablarle. Parecía un campamento patriota, eso era bueno. Después de todo encontrarse con Jeremías e Hipólito no era tan buena idea.
- Buenas noches.
- ¿Buenas noches? ¿qué hace una joven despierta a estas horas de la noche?
- Es una larga historia.
- Si quiere algún tipo de ayuda deberá de contarme.
- Y le contó la historia oficial, que buscaba a Hipólito y lo de su “hermana”, omitió el hecho que al parecer era una verdadera bruja y la búsqueda de su cuarzo.
- ¿Hipólito? Ese nombre me suena, ¿dices que es patriota como nosotros? ¿pero es un infiltrado realista? Bueno eso es más o menos creíble necesitamos información de donde podamos. Aunque no lo creas nuestros mayores informantes son los religiosos.
- Yo pensé que todos estarían a favor de la monarquía.
- A favor de la monarquía pero en contra del caos. La última vez que hubo una revolución estuvieron decapitando gente. Lo que ellos quieren es que se instale otra monarquía pero americana, así ya no habrá tantos levantamientos. Es muy tonto darle todas nuestras ganancias a un reino pequeño que está cruzando el mar, ¿no lo crees?
- ¿Y tú eres la cocinera de acá?
- Algo así, acompaño a los soldados. Este es una regimiento es grande, y les acompañan sus esposas o amantes.
- ¿Amantes?
- ¿Acaso pensabas que los hombres serían fieles a sus mujeres que se quedan en casa cuidando a los hijos? No. Además para algunas es su manera de subsistir sin estar obligadas a estar encerradas en un castillo o convento. Otras son simples mujeres de vida escandalosa que cobran por el favor.
- No se oye tal mal.
- No lo es mientras no te capturen, luego terminas en la cárcel en el mejor de los casos, pudiendo llegar a ser una esclava del otro batallón. Algunas prefieren morir en las hogueras acusadas de brujas. ¡Son unos bárbaros!
- ¿Brujas? – los ojos de Luna se volvían rojos se puso a temblar, se notaba su angustia.
- Lo de las brujas terminó hace mucho tiempo – la chica le devolvió la mirada y tocó su hombro para calmarla - mis abuelas lo contaban como una leyenda. ¡Pero claro! El rey se va y todo se derrumba. Ahora quieren echarnos la culpa de todo. ¿No es que este era el período de las luces? Parece que se quiere volver a la época medieval. Honestamente preferiría mil veces que llegue un emperador de Francia para hacer entender a muchos creyentes que todo lo que pasa tiene un explicación, económica, social o científica. - Luna se quedó escuchando, en realidad esa señora o chica hablaba mucho, pero lo que decía tenía sentido. Eso era escalofriante, es extraño que metan ideas en tu niñez y luego te des cuenta que no todo era como te lo contaban.
- ¿Entonces eres una amante? ¿Cuál es tu nombre? yo soy Diana.
- ¿Diana? Yo soy María, María Mercedes de la Santísima Trinidad. Y soy cocinera. Mi esposo es parte del batallón. Me ofrecieron el puesto a cambio de 20 monedas al mes. No me pareció tan mal.
- Que interesante – definitivamente le gusta contar su vida -¿Y cómo te debería llamar?
- Trinidad, hay demasiadas Marías.
- Si quieres puedes quedarte hay varias mujeres y pasaras desapercibida, si quien buscas es de la revolución lo encontrarás tarde o temprano. En caso contrario, puedes mandar un mensaje.
-¿No tienes miedo al estar rodeada de tantos hombres?
Ellos me respetan, los capitanes lo hacen y sus soldados deben hacerles caso.Yo solo hago labores del hogar y tengo un cuchillo para degollar puercos por si alguien se pasa de listo.- miró al cielo.
-¿Qué hay con las demás mujeres?¿Por qué quieren ser parte de la revolución? ¿Ganarán algo?
-Porque es la primera vez que alguien considera la importancia de nosotras como miembros de la sociedad, y no como un extra. En un futuro habrá educación gratuita para todas, es parte de lo que nos han ofrecido. Ahora lo están intentando en los Estados Unidos de Norteamérica. Espero que acá sea igual. Entonces dime ¿qué es lo que sabes hacer?
-¿Sé usar una espada?
-¿Sabes que estamos rodeadas de soldados?
-Bueno, sé hacer postres – Y lo odiaba, pero algo aprendió en el convento.
-Muy bien, eso sí es que es un don. ¿Quién te enseño?
-Las monjas de Santa Pura.
-¿Recetas de monjas?...interesante. Debes ser parte de una familia rica.- le miró de arriba a abajo, no parecía de mucho dinero en estos momentos, su vestido estaba sucio y desacomodado, pero tenía su propio caballo.- ¿Que haces aquí?
-Me cansé de la vida del convento.- le respondió Luna
-Diana, si ese es tu nombre. Te dejaré quedarte aquí, no te alejes de la cocina y evitarás posibles problemas.
- ¿Por qué?
- Porque te pareces a alguien que anda buscando Jeremías, con sus mismas características, con el mismo nombre. Apareces como pérdida, y se ofrece una recompensa.- “Diana” palideció.
- Tenemos mucho de qué hablar Diana. Pide unas frazadas y duerme donde mejor te apetezca.
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