Lute salió al pasillo y cerró con ímpetu la pesada puerta de madera que aislaba su habitación del resto de la residencia. Sintió cómo el frío del mármol escalaba sus piernas abrazándole hasta las rodillas, un par de centímetros debajo de su falda. Esta vez no le importó ni lo más mínimo.
Aunque le recordara el intenso frío que había padecido continuamente mientras recorría los helados pasillos de su hogar lejos en el norte, en los Páramos, ninguna imagen de aquella época afloró en su memoria.
Ni siquiera el recuerdo de aquellas frías rocas que parecían querer robar a toda costa el poco calor que se podía acumular bajo capas y capas de ropa, ni siquiera eso podía molestarla esta vez.
La excitación teñía de rubor sus mejillas mientras bajaba a toda prisa las escaleras. Por fin, tras largas semanas de espera la habían llamado nuevamente a comparecer en el juicio.
Recordaba el día en que se había presentado por primera vez, y aún le parecía pegado a sus talones.
Lute había estado tan nerviosa que casi no había reparado en el joven de cabello oscuro que había pasado a su lado en el pasillo que descendía hasta la sala del juicio. No lo recordaba muy bien, aunque los mecanismos de la curiosidad habían saltado automáticamente en su cerebro.
Sus preocupaciones estaban puestas en otro lugar.
Después de todo, los miembros del Consejo se habían mostrado tan complacientes con ella que incluso llegó a pensar en la posibilidad que todo fuera una farsa o una trampa.
No podía creer que la hubieran dejado ir así como así y aunque no hubiera sido tan fácil al final, lo había logrado. El Consejo la había puesto finalmente en libertad de acción.
Se había detenido en frente de la gran puerta que separaba la sala del juicio del resto del mundo conocido y por un segundo un sentimiento de desasosiego la embargó completamente, no tuvo tiempo de pensar en ello, pues la puerta de piedra se abrió suavemente, sin hacer ningún ruido, como por arte de magia.
Adentro la oscuridad era total, solo quebrada por una delgada franja de luz supra natural que iluminaba el camino hacia adentro. Lute se sorprendió al notar que la luz no parecía provenir de ningún lugar y que su cuerpo no producía sombra alguna.
Avanzó rodeada por la oscuridad, temiendo a las crueles posibilidades que barajaba su mente sobre lo que podría estar escondido en las sombras, cosas horribles que no podía describir si no fuera en sueños.
Caminó sin advertir como, un círculo de la misma luz etérea se dibujó en el piso justo delante de ella. El camino iluminado terminaba allí.
Se paró en el centro, confusa y asustada. No podía dejar de girar la cabeza por sobre su hombro para asegurarse de que ninguna sombra le siguiera los pasos con intenciones desagradables. No podía quitarse el sentimiento de inseguridad que parecía bullir sobre cada centímetro de su piel.
El tiempo pasaba lentamente.
Cuando ya parecía que las sombras iban a engullir la débil circunferencia iluminada, una escena se abrió tenuemente frente a sus ojos como si de una obra de teatro se tratara.
Increíblemente se encontraba en al centro de la sala del juicio. Advirtió inmediatamente la presencia de los magistrados y la Decidora junto a una decena de personas más, todos reunidos en torno a algo que ella no podía ver claramente. Nadie le prestaba atención, nadie excepto una joven de delgada contextura y cabellos pálidos como el sol de invierno que le caían graciosamente como una cascada sobre sus hombros, era la única que parecía reparar en Lute.
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[El Sueño del Oráculo continuará la próxima semana]
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Idea y escritura: Raúl Trincado - Dibujo y fondos: Vicente Zúñiga - Pintura: Pia Moya - Edición: Raúl Trincado, Gabriel Araya y Tamara Ruz.
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