Las piedras tomaban tonalidades celestes y todo se veía pálido, tal y como en un sueño.
Estaba segura que era de día, pero la luz allí adentro era nocturna.
Miró a la chica que la acompañaba como pidiendo una explicación, pero ella solo le devolvió la mirada con un par de tiernos ojos grises y se alzó de hombros.
Lute decidió cuestionar menos y disfrutar más de la surrealista sala en que estaba metida.
Miró a su alrededor, oteando entre plateadas motas que flotaban libremente en el aire. La habitación era grande y antigua, no parecía de esa época ni de la anterior, sin duda tenía miles de años como poco. Incluso vio un poco de musgo creciendo en las junturas de las gastadas baldosas. Continuó mirando y vio una gran piedra que estaba sobre un hermoso altar en el centro de la habitación.
La chica de ojos plateados se acercó a ella y la condujo, dando un rodeo por los bordes de la habitación, hasta una escalerilla que subía hasta el altar de la piedra, ubicado un metro por sobre el suelo. Subieron.
Lute no se había percatado hasta el momento, pero la piedra tenía un entramado de líneas azules que recorrían toda su superficie, como una red. Todas convergían en un punto en medio de la piedra.
Se acercaron lenta y ceremoniosamente.
La piedra era grande, por lo menos unas tres o cuatro veces más grande que Lute.
― Esta es la Piedra Corazón ― comenzó a decir la otra chica ― es el centro de nuestro mundo, es un objeto muy poderoso y por eso es nuestro deber guardarla. De ella provienen toda nuestra fortaleza, Lute, y pronto la tuya también. ― le explicó acercándose aún más a la gran roca.
La mítica Piedra de Freyja, creada por los mismos dioses para la casta de las valquirias estaba justo en frente. La solemnidad se apoderó de ella.
― Anda, tócala ― la invitó la joven. Y Lute no se hizo de rogar.
Se acercó y puso la palma sobre la piedra, estaba tibia. Comenzó a recorrer las líneas con los dedos hasta llegar al centro, marcado por una zona circular del mismo color azulino.
Allí faltaba un pedazo de roca.
Lute recorrió la herida de la Piedra y cuando metió el dedo en la muesca, sintió que un rayo de dolor le atravesaba el brazo.
Retiró la mano instantáneamente y sintió como las piernas le flaqueaban. Pero no llegó a caer, la chica de ojos plateados le había pasado el brazo por los hombros y la sostenía con más firmeza de la que hubiera aparentado tener segundos antes.
― Gracias… esto…― se detuvo Lute al notar que no conocía el nombre de la chica que la había guiado por la sala todo ese tiempo.
― Edelweiss ― la ayudo ella.
― ¿Qué sucedió, Edelweiss? ― preguntó Lute mirando de soslayo la herida de la Piedra, que ahora manaba un liquido azul sobre el piso.
― No lo sé a ciencia cierta, yo no estaba aquí cuando sucedió. Soy nueva también, llegue aquí tan solo hace un par de meses. ― comenzó a explicar la joven. Era una sorpresa para Lute, pero la revelación ayudó a hacerla sentir más segura, esperanzada que pronto iba a estar tan unida con Freyja que ya no volvería a recordar su habitación en los Páramos.
Edelweiss continuó su discurso. ― Sucedió hace dos años, nadie sabe cómo pero alguien logró entrar a la sala el juicio y encontró el camino hacia el altar de la Piedra de Freyja.
Nadie creía que podía ser posible que alguien lo lograra. Tú no lo sabes, ya que has sido aceptada, pero este lugar está más protegido de lo que parece, está protegido por la misma esencia de los Aesir, impregnada en cada roca, en cada centímetro del lugar. En teoría inexpugnable. Pero de todos modos alguien burló todas las barreras de protección y accedió a la Piedra, se limitó con robar una pequeña parte y desapareció.
Nunca nadie supo quien lo había hecho, ni por qué razones. Tampoco se ha encontrado el fragmento ni ninguna pista de él. Claro, la herida a la piedra no fue la gran cosa, pero el hecho de que alguien haya llegado a ella nos abrió los ojos. Incluso a Freyja puede filtrarse la maldad de los humanos. ― terminó de contar la historia con la vista pegada en la arista del tragaluz, como mirando muy dentro de sus recuerdos un pasado brumoso.
Edelweiss le hizo un gesto con la cabeza y bajaron del altar. Lute no se había percatado, pero la habitación terminaba en esa dirección, abriéndose hacia el infinito en la azulada penumbra, ahora que veía bien, el lugar donde estaban era más como una arcada en el costado de un jardín crepuscular que una habitación cerrada.
Avanzaron por un camino de lozas hasta que abandonaron la protección de la cúpula, se hallaban en un jardín abierto bañado por la luz de una luna azul redonda y grande, comparada con su pálida hermana terrestre.
Abandonaron el caminito que se extendía hacia adelante hasta bifurcarse en varios brazos y tomaron asiento en el césped que bordeaba todo el lugar como un océano azul.
― ¿Dónde estamos? ― preguntó Lute pasando la mano por el suave césped que crecía a su alrededor.
― Realmente no lo sé y la Decidora se ha mostrado reticente a revelármelo, pero aventuro por la posibilidad de que esto sea una especie de bucle creado por la presencia de la Piedra.― respondió Edelweiss con su soñadora mirada perdida en el cielo nocturno. ― Aquí nunca es de día ¿Sabes? y la luna no sigue su ciclo normal, es un jardín olvidado por el tiempo.
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[El Sueño del Oráculo continuará la próxima semana]
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Idea y escritura: Raúl Trincado - Dibujo y fondos: Vicente Zúñiga - Pintura: Pia Moya - Edición: Raúl Trincado, Gabriel Araya y Tamara Ruz.
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