Me causó tal disgusto ser utilizado como marioneta, sin recibir el reconocimiento a mi verdadero valor, que di una mala excusa y me retiré a mi habitación. Después me arrepentí. Me di cuenta de que necesitaba averiguar cómo se llevaban los dos primos realmente y calcular mis posibilidades de ganar la contienda. Después de todo, mi orgullo estaba en juego.
Salí al jardín y me aproximé sigilosamente hasta el lugar en donde se habían echado en la hierba. Sí, estoy de acuerdo en que mi proceder no tenía excusa, en que actuaba igual que una verdulera chismosa, pero no me arrepiento. Gracias a mi vulgar deseo de entrometerme en la vida de otros, logré presenciar una de esas conversaciones tan originales que Maurice y Raffaele solían sostener.
—¡No sigas por favor! —suplicó Raffaele conteniendo la risa—. Me recuerdas a tía Severine, aunque ella es más breve cuando me amonesta.
—Cada día haces un espectáculo, no has ganado ninguna compostura con la edad.
—Así divierto a tu padre. El pobre debe extrañar los aires de París y Versalles. Por tu culpa se ha alejado de todos los bailes.
—Puede ir a bailar cuando quiera. Yo no se lo impido.
—Ah, pero él teme que vuelvas a escapar. Y, como tu hermano ya casi está de tu parte, no se atreve a quitarte los ojos de encima.
—Será por eso que ha pedido refuerzos...
—¿Te refieres a esa ave negra?
—Sí. Creo que se llama Du Croisés, Vassili Du Croisés...
—¡Oh, debo darle mis respetos a tu padre! ¡Ese hombre es famoso! Y es tan jansenista como tú jesuita.
—Debí imaginarlo. Lo ha traído para convencerme.
—En ese caso, no hay de qué preocuparse; a ti no te convencería ni una aparición de ángeles jansenistas.
—¿Eso crees? En realidad, estoy desesperado. Mi padre no hace más que jactarse de la indisposición del rey hacia la Compañía.
—¿El rey? No, más bien el parlamento. La mayoría de sus miembros son galicanos o jansenistas o ambas cosas. Y no olvides a madame de Pompadour (4) y al terrible Choiseul(5), son los más interesados en exterminar a tus viejos amigos.
—¡Entonces Louis XV aún nos apoya!
—su Majestad solo se apoya a sí mismo. Cederá a las demandas de su amante y del duque de Choiseul si estas le convienen. Y... mejor no sigo.
—¡Dime todo lo que sabes!...
—No es nada bueno. El rey quiere dinero para seguir con sus guerras. El parlamento puede negárselo. Pero, si él gana su favor dándoles lo que ellos más desean...
—Entonces tendrá su dinero —concluyó Maurice con amargura.
—Así es. No esperes mucho de Su Majestad.
—Solo nos queda Dios.
—En mi opinión, él también parece haberse olvidado de tus jesuitas. El mismo Papa no los ayuda mucho.
—De la ayuda de Dios no tengo dudas. En cuanto al Papa, es cierto que le falta firmeza para expresar su apoyo a la Compañía. A pesar de eso, debemos seguir defendiendo su autoridad y no ceder ante el Parlamento o ante el mismo rey.
—Si piensas así, vas a estar más solo que nunca. Muchos de tus jesuitas intentan sobrevivir mostrándose más fieles al rey que al Papa.
—Más solo... ¿Todavía más...?
—Bueno, tú nunca estás solo. Me tienes a mí, el "bufón de palacio", como me llamas... —acompañó sus palabras poniéndose de pie de un salto para hacer una graciosa reverencia. Maurice sonrió—. Dejemos a un lado a los curas, los reyes y al parlamento pendenciero, y hablemos de otra cosa. Por ejemplo, ¡de nuestra querida prima! —comenzó a danzar con una doncella imaginaria—. ¡Ah, Sophie, está más hermosa que nunca! Es increíble que sea la misma niña con la que solíamos jugar. Ahora es toda una mujer. Y lo digo en el sentido pleno de la palabra, cuando le pones los ojos encima no puedes evitar desear llevártela a la cama.
—¡Raffaele!... —lo regañó Maurice poniéndose de pie al instante—. ¿Qué dices? ¡Ella acaba de casarse!
—¿Y qué importancia tiene ese minúsculo detalle? Su marido es un marqués con pocos sesos, ella es cortejada por muchos caballeros y, por supuesto, yo soy el más devoto de todos.
—¿Lo estás diciendo en serio...?
—Amigo mío, no me importa ir al infierno si puedo experimentar el paraíso entre sus piernas.
Lo que siguió fue un discurso, bastante airado, con el que Maurice trató con todas sus fuerzas de convencer a su primo de alejarse de la dama en cuestión. Al cabo de un rato, Raffaele lo obligó a callar sujetándole el rostro y obsequiándole un entusiasmado beso en los labios, dejándome realmente sorprendido. Su primo se liberó a la fuerza y lo miró furioso. Él aplaudió y rió a carcajadas.
—¡Así me gusta verte! Lleno de vida, discutiendo, batallando. ¡No importa lo que pase con tus queridos jesuitas, no pierdas ese espíritu!
—¡Tú...! ¿Todo ese cuento era...?
—Bien sabes que hay alguien más a quien preferiría cortejar en lugar de Sophie —declaró con cierta melancolía, haciendo que Maurice abandonara la ira para mostrar preocupación y tristeza—. Te he contado esto para que tuviéramos algo más de qué hablar.
—Definitivamente, yo nunca podré reprocharte nada —suspiró derrotado.
—¿En serio? —replicó conmovido.
—Claro, ya no quiero seguir condenando tu manera de ser... aunque seas como eres.
—En ese caso, déjame decirte que tú siempre serás mi amadísimo "niño salvaje" —exclamó con descaro abrazándolo, y acercando su rostro peligrosamente.
—Hacía mucho tiempo que no me llamaban así... —sonrió incómodo—. Preferiría que no lo hicieras más.
—¿Temes rendirte a mis encantos? Sé muy bien cómo seducir a todo el mundo. Nadie se me resiste. Lo mismo pasará el día del juicio: En cuanto me presente en la Corte Celestial, el mismo Dios me recibirá sonriendo y pedirá que juegue a las cartas con él.
—¿Y tú harás trampa? —preguntó mientras seguía intentando liberarse de su abrazo.
—Tal vez, depende de qué apueste el viejo —agregó con jactancia el muy idiota, soltando una carcajada estentórea mientras atenazaba con más fuerza a su primo. Me sentí tan indignado que volví a mi habitación de inmediato.
Durante la comida pude percatarme de que Raffaele tenía la costumbre de mostrarse demasiado "cariñoso" con todo el mundo. Besó en la mano y dio una flor a la esposa de su primo y a la amante de su tío, abrazó Joseph con gran entusiasmo, y a mí no dejó de sacarme conversación en toda la noche. Era asombroso cómo lograba crear un ambiente de alegría a su alrededor.
En la noche hizo una demostración de danza. Deseaba enseñarnos los bailes que había aprendido en Nápoles. Yo, que era el huésped silencioso, me aburrí como nunca. Cada vez que lo aplaudían me sentía enfermo. Como marcharme significaba dejarle todo el escenario al payaso, me quedé estoicamente anclado en un sillón.
Además, me interesaba ver la reacción de Maurice. Él contemplaba en silencio, sonreía y aplaudía como todos. Tuve la impresión de que se mantenía tan aparte como podía, o al menos eso es lo que quise creer. ¡Qué desengaño cuando le vi levantarse para bailar con su primo! Los dos intentaron recrear una ridícula danza que inventaron cuando eran niños.
Quedaba claro que el libertino atraía más la atención de mi futuro pupilo, yo estaba en desventaja en aquella contienda. Odié al viejo marqués por ponerme en semejante situación y deseé regresar a París al día siguiente.
¿Qué hubiera ocurrido de haberlo hecho? ¿Nuestros destinos se hubieran entrelazado como lo hicieron? Estoy convencido de que sí. No importa cómo ni cuándo, tú y yo estábamos destinados a crear un lazo inquebrantable. ¡El universo mismo existía sólo para propiciar nuestro encuentro! Y eso es lo único de lo que jamás dudaré, mi amado Maurice...
Notas al pie:
1.- Jansenismo: Doctrina que exageraba las ideas de San Agustín acerca de la influencia de la gracia divina para obrar el bien, con mengua de la libertad humana. En el siglo XVIII, tendencia que propugnaba la autoridad de los obispos, las regalías de la Corona y la limitación del poder papal.
2.- Galicanismo: Sistema doctrinal iniciado en Francia, que postula la disminución del poder del Papa en favor del episcopado y de los grados inferiores de la jerarquía eclesiástica y la subordinación de la Iglesia al Estado.
3.-Jesuita: Se dice del religioso miembro de la Compañía de Jesús, Orden Religiosa fundada en 1539 por San Ignacio de Loyola.
4.- Jeanne-Antoinette Poisson, duquesa-marquesa de Pompadour y marquesa de Menars (1721-1764). Amante de Louis XV desde 1745 hasta 1751, pero siguió siendo su favorita y confidente hasta su temprana muerte. El Rey siempre la recordó con amor. Influyó mucho en la Corte y en la promoción de la cultura.
5.- Étienne-François de Choiseul (1719-1785). Desempeñó varios cargos diplomáticos y llegó a ser ministro de Asuntos Exteriores, de Marina y de Guerra durante el reinado de Louis XV.
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