—Un momento... —Corvin se sube al banco al que estaba subido para ver mejor— Yo conozco ese manto negro... ¡Es Cirkadia!
Lo siento Corvin, pero no tengo el placer. Es la primera vez que oigo ese nombre. Por suerte para los que no sabemos, él sigue explicando.
—Se graduó el curso pasado de esta academia y desde entonces es una pro en el magic royale. Pese a llevar solo medio año en competición, su atuendo y su manera de luchar le han generado bastantes fans. ¡Acerquémonos!
La susodicha se sube a un banco, con nosotros y los otros veinte alumnos o así alrededor. Se echa atrás la capucha de su manto y podemos ver a una chica de unos veintipocos, con el pelo tan negro como su capucha, cortado en una media melena como la de Minka pero, al contrario que esta, su pelo es liso. Sus ojos son de color verde y nos mira a todos con una cara de seriedad... ¿y quizá ligero desprecio? Puede que solo sea mi imaginación. Sobre prendas solo veo una gargantilla simple en su cuello. El resto está oculto por su manto, que le cubre todo el cuerpo.
—¡Amigues! Lamento deciros que hoy es mi último día en el Imperio —Cirkadia señala hacia el noreste más o menos—. ¡Me largo de vuelta a mi país! Así como la oscuridad vuelve siempre por la noche, ¡podréis volver a verme en la tele cada sábado como hasta ahora!
Mucha gente aplaude y lanzan gritos de ánimo.
—Vaya... —comento— ¿Es que no es de aquí?
—No es imperial, de eso estoy seguro —explica Corvin—. Creo que nació en el Condado Vasconavarrense. Ese país está en esa dirección a la que señala.
Ah sí, el Condado. Tiene dos capitales, Bilbao y Pamplona, si no recuerdo mal. Un país cuya gente tiene fama de ser fuerte, indomable y despiadada pero también amigable y risueña. Nada que ver con el Imperio de Castilla, en más de un sentido.
—¡Agradezco a todes y cada une de vosotres el apoyo durante estos tres años! Os llevaré siempre en la más profunda de mi penumbra.
¿Por qué habla así con la e? ¿Los vasconavarrenses son así o qué le pasa a esta? Igual es solo un deje en el habla...
—¡Cirkadia! ¡Cirkadia! —chillan unos— ¡Haz tu ataque especial! —grita otro.
La mencionada suspira y eleva su puño izquierdo, del cual sale una energía de una mezcla de púrpura oscuro y negro, en forma de arco. Entonces, con la otra mano, la eleva a la altura de la otra y estira hacia atrás como si tensase la cuerda de un arco.
—Sagitta Nox!
Cirkadia suelta el arco oscuro y este se desvanece. A la vez, una enorme flecha del mismo color que el arco sale del puño de la arquera y sube a toda velocidad hacia el cielo.
—Leherketa iluna!
Después de subir varios metros y tras pronunciar esas palabras, la saeta explota en una nube que cubre gran parte del cielo como si se hiciera de noche repentinamente. De hecho, hasta las farolas se han encendido automáticamente.
La mayoría de personas a su alrededor aplauden vigorosamente y se oyen varios "¡sí!" y "¡qué guay!"
La luchadora de magic royale se vuelve a poner la capucha y se baja del banco dando un pequeño salto, levanta la mano y se despide de sus fans.
—¡Agur, chiques! ¡Nos vemos!
Y cuando ella desaparece, también lo hace la oscuridad... y la hora de recreo.
Ding, dong, dooooong.
El sonido del timbre cae como un plomo entre nuestro grupito. Nos miramos atónitos, como queriendo decir "¿ya ha pasado media hora?" y, en efecto, nuestros móviles lo reafirman. Sí, ha pasado media hora.
Pasamos la siguiente hora en el aula 1-4 con la informal decana Andrade, practicando nuestra concentración a la hora de lanzar artes ofensivas. A mí se me empieza a dar mejor, Corvin tiene algunas dificultades controlando la tierra, Minka se desenvuelve perfectamente en el viento pero sigue sin salirle el resto de elementos y, finalmente, Finn progresa adecuadamente. Si tuviera que decidir, pese a mi escaso conocimiento mágico, diría que lo está entendiendo todo a la primera.
Y como quien no quiere la cosa, vuelve a sonar el timbre. Nos vuelve a tocar en el aula 1-1, el de la primera clase de la mañana. O eso me informa Finn, porque yo soy tan idiota que me he dejado la mochila y el grimorio en esa clase y me doy cuenta ahora.
—¿De qué creéis que irá la clase de Botánica y alquimia? —dejo caer mientras cambiamos de clase.
—De pociones y flores.
—Gracias Corvin, nunca lo hubiese imaginado —le respondo, sarcásticamente y con una mirada fulminante.
—Mmm. Recuerdo que Madre decía que se recolectaban hierbas y se hacían pociones y que se tenía que estudiar mucho —añade Finn, pensativo.
—¿Tu madre es maga? —pregunta Minka, curiosa.
—Preferiría evitar hablar de mi familia, gracias.
Me da la sensación que el peliazul tiene una familia complicada. Quizá eso explique por qué vive, presuntamente, con su tía. Todos callamos gracias al fulminante comentario sobre su situación familiar. Por suerte, ya hemos llegado al destino.
¡Qué bien! Mi mochila está en el mismo sitio que la dejé y con todo dentro. Nos sentamos igual que antes, de izquierda a derecha: yo, Minka, Corvin y Finn.
No pasa mucho rato hasta que la profe entra por la puerta: una mujer en sus treinta y tantos (¿es que no hay hombres en esta academia?), con el pelo negro azabache, largo y abundante, más allá de sus hombros; ojos marrones y piel blanquita, dos grandes senos, collar de perlas y una flor azul con tres grandes pétalos puesta como accesorio a un lado del pelo. Desde aquí no distingo si la flor es sintética o no. Lleva un vestido negro. En realidad toda ella tiene un estilo bastante desfasado que la hace parecer más mayor de lo que es. En realidad toda ella tiene un estilo bastante desfasado que la hace parecer más mayor de lo que es.
—Saludos. Soy Graciela Ortigosa, su profesora de Botánica y alquimia. Pero, por favor, llámenme Grace. Les bajaré la nota de lo contrario. Como profesora que soy, —frunce el ceño— exigiré respeto, esfuerzo y constancia en su tarea. De no hacerlo, me sentiré personalmente insultada.
Vaya tela, pedazo presentación se ha marcado. Si querías que te temiésemos, felicidades, lo has conseguido.
Eso sí, si hay algo que acierta esta mujer, es en el perfume. Tiene un aroma adulto, de lo que esperaría de una señora hecha y derecha. Un aroma que no distrae pese a ser placentero.
—"¿Qué es la alquimia?", seguro que se están preguntando —continúa—. Bien. Probablemente ya conozcan la existencia de pócimas mágicas. Su farmacia de confianza las vende con una pegatina bien visible que especifica "producto mágico". Pero ¿en qué se diferencian de las fórmulas farmacéuticas avaladas por la comunidad médica?
Buena pregunta, no sabría responderla. Se hace un silencio, la gente probablemente tenga miedo a responder después de tan brillante introducción.
—¿Nadie? Bien, la diferencia es que las pócimas mágicas contienen una pequeña parte de energía arcana. Verán: algunas especies de la flora son mágicamente reactivas. Esto significa que son capaces de retener o cambiar sus propiedades si se les coloca un pequeño hechizo.
Grace se saca el móvil del bolsillo, pica en la pantalla y aparece una foto en la pizarra.
—Seguro que todos saben qué es esta planta. Es tomillo, Thymus vulgaris. Además de aromática tiene algunas propiedades curativas. Sin embargo, si al tomillo le aplicamos el hechizo Reacción, este fortalece sus propiedades. De hecho, una poción de Immunidad de grado C está hecha con una infusión de tomillo, zumo de limón, agua y, claro, magia.
Durante esta última hora antes de comer, la profesora Ortigosa nos explica las propiedades de algunas plantas y su uso en pociones. No puedo evitar abrírseme la boca en ocasiones: su manera de explicar es firme pero muy densa. Y me está empezando a dar hambre.
Finalmente, la campana que marca el fin de las clases por hoy suena y todos salimos de la clase lo antes posible.
—Qué tostón de clase, uff —se queja Corvin.
—A mí me parece interesante —opina Finn.
—¿En serio?
—¿A ti no te parece interesante coger hierbas y crear pociones con ellas?
—Pues no sé, no. Yo soy más de acción.
Los chicos continúan hablando entre ellos. Yo le pregunto a Minka si tiene planes para comer.
—No que yo sepa. ¿Por?
—Mi padre hoy abre su negocio de comidas caseras en el local que hay debajo de casa. Ven y te invito. Y que venga el resto también.
Minka salta de alegría.
—¡Mola! La comida de la cantina de la academia no es la mejor que hay...
Y así, de esta manera, he conseguido invitar a todo el grupito a mi casa. Después podríamos echarnos una siesta, o una partida de cartas, o... ¡No sé! ¡Ya veremos!
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