Víctor colgó la llamada y terminó el Martini; salió del bar directo a casa. Era hora de armar el rompecabezas que tenía en manos.
La casa de Víctor no fungía en lujos. A diferencia de su hermana no le gustaba lo ostentoso —solo cuando se trataba de autos— y le gustaba mantener un perfil bajo en cuanto podía; su mejor arma era el anonimato. El 95% de sus clientes no tenía idea de que pertenecía a la familia Jones, después de todo el cabeza de familia era su hermana menor. Él no era más que un bastardo. Eso le quitaba toda responsabilidad familiar, más su padre se negó a despojarlo del dinero, cosa que agradeció.
A sus casi 60 años Víctor tenía la vitalidad de un joven; mantenía una estricta rutina de ejercicios que seguía al pie de la letra sin importar cuantas ocupaciones tuviera. Era un hombre listo y consciente del mundo en el que vivía. Y capaz de aprovechar cada situación para sacar provecho.
Como hombre listo y perspicaz que era no rebelaba su apellido a menos que esto fuera a concederle un favor. Y era justo lo que necesitaba de Lía Kurish. Odio.
Lanzó la agenda en cuanto entró a casa y se desvistió para tomar una ducha y pensar con calma.
El agua le caía sobre el rostro dándole cierta paz.
—Tenemos al Alesio de varios chicos en la institución, al padre tramando algo con la muchacha, posiblemente usarla como bomba, está buscando favores, tiene a mas de una familia interesada. Alenka no quiere entrar en el conflicto, Kubrat ya debe estar al tanto y buscando como resguardarse la espalda, además de proteger al hijo. El resto de las familias no se ha manifestado… Si la hija de Yahel es Alesio del hijo de Kubrat, es probable que lo sea de alguna otra familia poderosa; no tengo pruebas, pero eso sería sumamente conveniente para él. Es la mejor manera de iniciar una guerra.
Se enjuagó el rostro y cambió la regulación del agua, la fría destensaba los músculos.
—Si Kubrat está al tanto, debo suponer que el resto de las familias igual, aunque no se manifiesten, eso, o actúan bajo cuerda. Margaret no quiere entrar al conflicto del mismo modo que Nadezha, pero esto es debido a que simplemente no les concierne, no se ven afectadas… ¿Qué familias tienen jóvenes estudiando allí? Hasta donde van mis conocimientos los Bejinov, los Taichi y si no me equivoco Augier tiene a un sobrino. Lo que necesito es saber que otra familia puede salir afectada… Y para eso está Lía, aunque deberé actuar con cuidado… —cerró la ducha y quedó paralizado un instante por los pensamientos.
…………………….
Kubrat se encontraba en la oficina de la familia Bejinov arreglando los negocios del día. La familia Bejinov era dueña de una famosa marca de electrónicos y el estrés que vivía a diario era más que suficiente para envejecerlo unos 5 años sin necesidad de tener que lidiar con los problemas de su linaje.
Su esposa Lieth había fallecido hace unos 8 años y le había dado 12 maravillosos hijos. Kubrat era un padre estricto pero orgulloso, sus hijos mayores ya estaban casados y tenían sus familias conformadas, solo los cuatro menores le causaban dolores de cabeza aun, en especial el más joven que seguía en el instituto.
Pese a ser visto como un hombre duro, Kubrat se consideraba un hombre simple, lo único que quería era ver graduados y felices a sus hijos. La última promesa hecha a Lieth en su lecho de muerte fue el cuidar de todos sus hijos, en especial de los jóvenes. 8 ya trabajaban en la empresa familiar y 4 seguían estudiando, pero 2 solo por gusto y pasión mientras los restantes aun no culminaban sus grados.
Seguía concentrado en la increíble hoja de cálculo que tenía en frente mientras pensaba que hacer para defenderse de los ataques de Alenka; estaba al tanto de los planes de la mujer gracias a sus espías. Las ramificaciones de la familia Bejinov eran enormes, tan grandes como su historia. Sin embargo, el factor sorpresa del día se le hacía particular, Yahel Bail… Conocía la historia de ese pobre diablo. Si hubiera podido vender su propia alma con tal de conseguir algo de dinero lo haría, ¿pero quien necesitaba vender su alma cuando tenía un arma tan buena como su hija?
Si existía algo que Kubrat no entendía era la manera en la que ese hombre usaba a su semilla. Si algo existía en la familia Bejinov, era el respeto por el linaje, procediera de donde procediera.
El hombre miró el reloj percatándose de lo tarde que era, se había saltado el almuerzo. Salió de la oficina y en las instalaciones todos miraban con un respeto cobijado de miedo al viejo Bejinov. Si bien la compañía era una compañía común con personal corriente, todos sentía esa vibra imponente que emanaba el hombre.
Esto es algo común en los Dalios, suelen emitir una vibra particular para las personas normales —dependiendo del tipo de poder que manipule el usuario— puede sentirse como algo bueno o algo malo. La vibra de Kubrat no era precisamente encantadora.
Su poder era algo particular, ni en su familia ni en ninguna otra se encontraban registros de algo así, el hombre podía matar con solo mirar a alguien… pero ¿Cómo era esto posible?
Descomposición, eso era todo.
Se necesitaba tener una comprensión exacta de biología humana, esto incluía conocimientos sobre músculos, tejidos en general, hueso, arteria, nervios. Kubrat era una máquina de torturas. Comenzó analizando los elementos del cuerpo humano de la manera que lo haría un químico con diversos elementos, desde las moléculas. Los tejidos humanos están compuestos por materia, al igual que todo en el mundo. Y la materia como cualquier otro elemento, puede descomponerse; el problema radicaba en ¿Cómo?
La descomposición iniciaba con la división celular, Kubrat era capaz de desintegrar tejidos, fundirlos, quemarlos, explotarlos. Sólo con concentrarse. Esto lo hacía concentrando su Ana en un punto especifico hasta que el elemento cediera. El Ana de los Bejinov se caracteriza por ser particularmente fuerte, casi al punto de enloquecer a sus portadores. Es por esto que la familia Bejinov fue pionera en insistir en los Alesios. Su poder los consumía hasta hacerlos masas miserables de nada.
Durante la adolescencia el viejo Bejinov fue utilizado por su padre para realizar acciones que no fueran nunca de su agrado, esto le hizo ganarse fama de sanguinario. Mató tanto que le agarró asco a la muerte, y aun después de todos los años que habían pasado seguía guardando un profundo rencor por su padre; quien, para su suerte, llevaba años muerto.
Esto le hacía sentir un particular asco por Yahel Bail, sabía en que posición estaba su hija. El había estado allí hace un par de años.
El temor de Kubrat por su hijo menor estaba entrelazado con sus temores internos. De toda su descendencia él único en heredar aquel aterrador poder fue el pequeño Deyan. Su esposa sabía lo que esto suponía, y él también;
Vendrán por él…
Le comentó Lieth en su lecho de muerte. La mafia conformada por Kain Bejinov seguía viva a pesar de que llevaba mas de 20 años muerto. Solo que ya no contaban con él, sin embargo, buscarían otro elemento para convertirlo en el arma que una vez él fue, y ese elemento, era su hijo. Pero primero pasarían sobre su apestoso cadáver.
Por esa razón Deyan se encontraba en Veaux desde los 10 años. Su hijo era tan inocente que solo había aprendido a descomponer elementos comunes. Comenzó haciéndolo con rocas, ahora descomponía elementos solidos mas complejos pero jamás cruzó por su mente descomponer cosas vivas, y el día que sele ocurriera Kubrat le arrancaría los ojos con sus propias manos.
Pensar en su hijo le hacía rememorar sus patéticos años de juventud, descomponer materia viva le había costado más que salud mental. Había perdido parcialmente la vista y la movilidad completa en sus manos y piernas. Aparte tenía ataques esporádicos de tos que le hacía recordar que sus pulmones tampoco estaban en buen estado. Su cuerpo se consumió de la misma manera que él consumió otros, solo que de forma más lenta.
El sonido del celular lo obligó a soltar el sándwich a mitad de camino. Miró la pantalla y leyó el nombre de su hijo mayor.
—¿Sí? ¿Qué ocurre? —se limpió con una servilleta.
—¿Papá? ¿Estás solo ahora?
—Estoy en la cafetería de la empresa ¿Qué necesitas?
—Papá… ¿Podría reunirme contigo hoy? Los chicos y yo… Quisiéramos hablar contigo sobre algo.
El tono de Kubrat se ensombreció.
—¿Quiénes son “los chicos”?
—Lian, Ien, Farith y yo.
—Bien, ¿Qué quieren mis 4 hijos mayores que no pueden decírmelo en un texto o por una llamada? Aun no estoy muriendo.
—Papá, por favor. Es sobre Deyan ¿podríamos reunirnos o no? Sino actuaremos solos.
Kubrat se puso de pie furioso ante esta última frase pero logró componerse rápido, su tono rígido no cambió.
—Estaré libre la mañana del domingo. Vayan a casa.
—Papá pero necesitamos-
Kubrat colgó.
—No tengo que ceder a las peticiones de mis hijos, es el colmo de su malcriadez. —se marchó dejando el sándwich a medias. Las preocupaciones lo estaban adelgazando.
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