Deyan se encontraba en la habitación jugando con un pequeño anillo entre los dedos, pensaba en la situación del festival; ya habían pasado unos días y lo invadía el desconcierto. Le daba vueltas al asunto una y otra vez… estaba a mitad de camino cuando notó la perturbación, fue algo raro al principio pero se volvió demasiado intensa, se sentía como un grito ahogado, algo estaba cerca, lo sentía… pero no podía verlo.
Mientras su mirada daba vuelta de un lado a otro disimuladamente, la perturbación se hizo tangible, al menos ante sus ojos; fue como una masa pesada y oscura justo frente suyo. Esa masa sin forma tomó la tabla con sus extrañas garras y la apretó hasta hacerla explotar. Y él solo pudo quedarse allí, estático, sin poder responder, observando como aquella sombra le sonreía mórbidamente para luego desaparecer.
Cuando el profesor llegó a él recuperó el movimiento, fue como si la gravedad hubiera aumentado un 100% y lo hubiera mantenido pegado al suelo. Podía percibir algo parecido en las sala de gravedad diferencial.
Miró el reloj con temática egipcia colocado estratégicamente en la pared — justo encima del espejo—, y notó que iba tarde, no sin antes esbozar una pequeña sonrisa al recordar a Farith, su hermana, esta le daba los regalos más extraños.
Tenía la habitación llena de objetos de todas partes del mundo, Farith era un correcaminos, y sin duda alguna su hermana favorita, le llevaba unos 11 años pero eso no era impedimento, se comportaba como una niña y era la única que no mostraba interés alguno en dinero, linaje, o cualquier cosa relacionada a su familia. Farith siempre jugó con él de niño, y agradecía eso; no tenía una mala relación con el resto de sus hermanos pero siempre estaban ocupados, ella, sin embargo, siempre dispuso tiempo para él y para todos.
Su primera clase iniciaba en 10 minutos, se puso de pie de un salto para salir de la habitación.
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El salón estaba tranquilo, el consejo debatía en calma, Yalick se encontraba sentado en una esquina esperando el momento de intervenir. Eso sería justo después de las acusaciones.
Los susurros invadían el salón como una neblina, cubriendo ligeramente el ambiente. Las voces subían de vez en cuando pero inmediatamente bajaban.
Contrólate, Yalick…
Tenía un semblante calmo, estaba recostado en el asiento con los ojos cerrados esperando que culminara la discusión.
—Bien…
Yalick abrió los ojos.
—Tenemos importantes cosas que preguntar —dijo Fisto, un hombre encanecido y delgado por la edad.
—¿Tienes alguna idea de lo que ha ocurrido en el festival? —interrumpió Edward, el más joven de la sala y quizás el más peligroso—. ¿Alguien resultó herido?
—No, algunos profesores y yo pudimos sentir una perturbación pero nada tan grave como dañar a un estudiante.
—No es justificación —agregó Marie, la matrona—. Hablamos de seguridad, nunca, en la historia de la institución había ocurrido un evento semejante.
—¿“Evento semejante”? solo estalló una tablilla. No es el fin del mundo.
Pudo notar miradas atónitas y otras de enojo penetrándolo con ira.
Bien, la he cagado.
—Se violentó la seguridad de una de las instituciones más segura que existen en el mundo. ¿Y el actual director dice que no es el fin del mundo?
Y ahí vamos otra vez…
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