Ding, dong, doooong.
Me despierto rápidamente al oír el timbre de clase. Ungh... ¿ya ha terminado la clase de combate? Me ha parecido más largo, en el buen sentido; es decir, que ha sido un rato productivo. Al menos he aprendido bastante sobre el uso del bastón bo.
—Bueno chicos, ¡nos vemos el viernes a la misma hora! —exclama el profe, sonriendo— ¡Pasaos por la armería, sala B1-4, cuando tengáis un rato!
Claro. Si entrenamos para luchar lo más normal es que tengamos un sitio donde coger prestado el material. Algo así como la biblioteca pero... de armas. Digo yo, eh.
Ya no veo a Corvin en la clase.
—Parece que alguien tiene prisa por coger su arma, ¿eh? —ríe Minka.
Cojo mi mochila y me la pongo en la espalda. Hora de ir al recreo.
—Claro, como a ti no te hace falta... —comenta Finn, graciosito.
—¿Y si nos pasamos por allí, a ver qué tal?
Los otros dos están de acuerdo conmigo. La sala B1-4 debe estar en el primer sótano, si juzgamos por el código de aula.
Bajamos dos pisos por las escaleras. Al llegar al sótano nos encontramos con unos cuantos de nuestra clase, pero no a Corvin. Seguro que todo el mundo ha tenido la misma idea.
—¡El chico con falda se ha presentado! ¡Qué huevos que tiene!
Yo conozco esa voz. Es la de la moderna de esta mañana. ¿Cómo se llamaba...?
—Veo que tienes ganas de una caricia con mi mano cerrada, ¿eh Roca?
Minka se pone delante de mí. Su contrincante de primera hora, también, en pose chulesca pero, cuando oye que la llaman por su apellido, empieza a enfurecerse.
—¡Que no me llames Roca!
Llegados a ese punto, se forma una especie de corrillo alrededor de las dos chicas. Yo me quedo al lado de Minka, no pienso apartarme. Mi amiga sonríe. Se está haciendo la valiente, pero puedo notar que está temblando.
—Tch, Roca, Roca... No es bueno alterarse tanto. Va a subirte la presión, ¿sabes?
—¡Me cago en la...!
Petra intenta lanzarse hacia ella pero una mano la estira hacia atrás. La propietaria de esa mano sale de la multitud, se planta delante de la moderna y la mira.
—Cálmate, Petra. No caigas en las provocaciones e insultos del Patriarcado. Déjame hacer a mí.
Es una chica pelirroja, pero no como Minka, sino teñida de un rojo carmesí chillón, largo y brillante; más alta que yo e incluso que Corvin. Su apariencia es elegante e impone a la vez. Se me acerca lentamente y me mira: sus ojos casi brillan. Es un poco maquiavélico; admito que estoy un poco cagada.
—Mírate, cielo —me susurra con una voz encantadora, pasándome uno de sus dedos por mi mejilla suavemente—. ¿Por qué quieres manchar tu delicado porte con un siervo del Patriarcado?
Su caricia me da un pequeño escalofrío, pero... no en el mal sentido. Creo.
—¿Qué es el patriarcado ese que odiáis tanto?
Porque me parece que no estoy en la onda y no sé por qué y, como siempre me dicen, pregunta si no sabes algo.
—Ay, bonita —suelta una risita y pasa a levantarme lentamente la cabeza desde la barbilla para que nuestros ojos se crucen—. Te falta mucho por aprender. Deja a ese travesti y te mostraré la luz. Mi nombre es Minerva Altamira. Recuérdalo.
Su cabeza se está acercando a la mía. N-no me atraen las mujeres, pero es que ella... Ella tiene un nosequé que es irresistible, que no puedo dejar de mirarla.
Pero lo que dice está mal.
Lo que hace está mal.
Minka no es un tío. La están insultando. ¡La están insultando!
¡¡No!! ¡¡Noooooooo!!
—¡Resplandor fulgurante!
La palma de mi mano derecha brilla con la potencia de mil soles, deslumbrando a todo aquel que mire. Me cubro la cara con esa mano, agarro la de mi amiga con la otra y echamos a correr escaleras arriba hasta los baños de la planta baja. Me encierro con ella en uno de los cubículos. Por suerte, no hay nadie más en los lavabos.
—Eh... Lo siento, Minka. He actuado sin pensar.
—¡No te preocupes! Muy en el fondo, tienen razón, supongo.
—¿Qué quieres decir? No te sigo.
Me pone una mano en el hombro y suspira.
—Ay, Alicia, a veces no sé si eres tontita o solo te lo haces.
No sé qué es lo que pretende, pero se baja las medias y se sube la falda, enseñándome lo que hay en el interior de sus bragas.
Oh.
Así que lo que dijo ayer de su "pito" era eso.
Por eso se equivocaron con el uniforme, como con Finn.
Por eso las idiotas esas la insultan.
Por eso su voz y falta de pecho.
Ahora me cuadra todo. O sea, que es lo contrario de Finn. Vaya grupito más variopinto que somos, ¿no? Supongo que, si fuéramos normales, sería muy aburrido. Mejor así.
—¿Es que es la primera vez que ves uno? —me mira con cierta preocupación.
Ahí va. Me he quedado embobada mirando su uh, aparato reproductor masculino. No me lo esperaba, ¿vale?
—En persona sí...
—¿Con tu edad y virgen, con lo mona que eres? No me lo creo.
—Um...
—¡Vamos a tener que quitarte las telarañas!
—¡¿Qué?!
Minka suelta una carcajada superruidosa que retumba en las flojuchas paredes de madera del cubículo este. ¡Espero que nadie nos oiga! Admito que el tono de la conversación me ha calmado un poco, pero no sé por qué es relevante mi virginidad en este contexto. Ella se vuelve a poner bien su uniforme.
—Joder tía, eres superimpresionable.
Soy superimpresionable porque hasta el lunes no sabía que la gente podía tener otro género diferente del que había nacido. ¿Hay más gente como ellos y no me doy cuenta? Igual es que lo esconden muy bien... que creo que debe ser la idea, ya que con Finn me enteré sin querer y con Minka me lo ha dicho ella en secreto. Si no, seguramente cuando la conocí me habría dicho "¡Hola! ¡Soy Minka y nací hombre!". Yeah... no creo que sea el caso.
Dicho esto, y ahora que se ha sincerado conmigo, me parece que la pelirroja que tengo a pocos centímetros de mi cara es más mona que antes. No mona como la delegada Nereida, que es como una muñequita de porcelana, sino más bien... ¿guay? Es fuertota, es decidida, es rápida y fuerte, es fuerte y fuerte. Qué fuerte. Su pelo huele bien: no sabría decir a qué huele exactamente, solo que desprende un aroma que me place. ¿Por qué su cabeza está cada vez más cerca de la mía?
Minka me planta sus labios en los míos, con los ojos cerrados.
Espera, espera, espera, espera, espera, espera, espera. ¿Me acaba de besar? ¿Minka me ha dado un beso? No, no, no, no, no, no. Quiero decir, no está tan mal. ¡No estaría toda colorada! O eso es lo que creo, porque de repente hace un calor flipante. Pero, pero, pero, pero... ¿Por qué? ¿Por qué?
—Me estabas mirando tan fijamente que pensé que querías liarte conmigo y no sabías cómo. ¿No era eso?
Parpadeo. Dos veces, tres, cuatro. No sé qué decirle. Quizá no tengo por qué decirle nada. ¿No había un proverbio que rezaba "Muéstralo, no lo expliques"?
Embriagada por su olor y por las emociones que se desbordan por los poros de mi piel, cojo a Minka por la cintura con una mano y me la llevo hacia mí otra vez. Hacia mi cara. Hacia mis labios. No sé los detalles de esto, así que hago que se toquen y ya está.
Ding, dong, doooong.
La campana que señala el fin del recreo revienta la burbuja en la que estaba sumida mi mente. Suelto a mi amiga pelirroja de repente y levanto las manos, como si fuera ilegal tocarla o algo. Ella simplemente me pone una mano en el hombro y me guiña.
—Anda, piltrafilla. Tira pa' clase. Nada de esto ha pasado, ¿vale?
No. Nada de esto ha pasado. No tengo ni idea de qué ha pasado. Literalmente.
Enviad ayuda.
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