— Vaya, hasta que al fin te dignas a venir a casa.
— He estado algo ocupado.
— Oh, no me digas Víctor… siempre estás ocupado. —respondió Margareth con marcado aburrimiento.
Víctor entró sin más a la oficina que mantenía su joven hermana en casa, se sentó cerca del computador.
—¿Qué investigas?
—Es simple trabajo. —respondió —. No todos somos como tú.
—Basta Margareth, ¿Qué te preocupa ahora?
La mujer se giró con una expresión de cansancio lanzando un largo suspiro.
—Es esta situación; ya sabes… Todos andan como enloquecidos, no quiero involucrarme, nada de esto es mi problema, pero vaya que es difícil. El ambiente, los negocios, todo parece estar turbio. No estoy acostumbrada a esto; lo mío son los negocios, no este embrollo histórico que nada tiene que ver conmigo.
Víctor asintió en silencio.
—Entiendo. ¿Qué has escuchado de todo este asunto?
Margareth lo miró confundida.
—No lo sé, dime tú. Sé que andas enredado hasta el cuello.
—Es tema delicado, si no quieres estar involucrada lo mejor es que permanezcas así.
—¡Oh por Dios! —Bufó ella —. ¿Si no has venido a contarme algo que haces aquí? Jamás te apareces en mi casa.
—Quiero que me digas que has hecho con Alexis.
—¿Alexis?
—Sí, el chico que tuviste de chofer un tiempo.
—¿El moreno de ojos claros? Está en la India.
—¿Hablas en serio? ¿Qué has hecho de él?
—¿Yo? —se giró de vuelta al computador —. Pregúntale a tu querida Nadezhda, parece que ese chico se metió en un lio grande y me pidió que lo mandara tan lejos como pudiera.
—¿Nadezhda? Pero qué demonios… ¿Cómo es que hizo algo así sin mencionarlo?
—No lo sé.
—De cualquier manera ¿Por qué la has ayudado? Pensé que odiabas a los Bonkov
—No te equivoques, viejo huraño. Los odio. Los he ayudado por razones de fuerza mayor.
—¿Y esas razones, son?
Margareth le lanzó una mirada aguda.
—Tú no me das información, tampoco lo haré. Me ajusto a tus reglas.
Víctor esbozó una pequeña sonrisa, una ágil arruga surcó su mejilla marcando un hoyuelo. La chica es una Jones con todas las reglas.
—Está bien. —afirmó poniéndose de pie —. Vendré a visitarte mañana, prometo contarte todo el embrollo que está ocurriendo, por ahora creo que debo hablar con un par de personas.
—¿Nadezhda? —preguntó la muchacha.
—Tal vez. Aun tengo cabos que atar.
—Te esperaré mañana.
Víctor asintió.
………………………..
Lía se preparaba para salir de su apartamento; vivía en un complejo de edificios acomodado en el centro de la ciudad. Estaba algo nerviosa, le temblaban las manos cuando tomó el celular para marcarle a Víctor.
No podré reunirme con usted hoy. Tengo una emergencia. No tome esto como un rechazo a su propuesta, es un caso de fuerza mayor.
-Lía Kurish
Aun se le hacía incomodo usar ese apellido. Pero era lo correcto, o así lo consideraba para esa ocasión.
Detuvo un taxi con la agilidad de una empresaria de New York y se dirigió a la mansión Bejinov. Había tenido una mañana tranquila hasta que recibió un mensaje de Kubrat indicándole una reunión de emergencia. No sabía que podía significar eso. Quizás había descubierto algo ¿pero descubierto que? Aun no se reunía con aquel hombre. Aun no hacía nada malo.
Pasó las manos por la alargada falda tubo que tenía puesta para secar el sudor.
—¡Demonios! No puedo estar tan nerviosa. —sacó un pequeño espejo de la cartera y se arregló un mechón de pelo —. Todo estará bien, todo estará bien…
—¿Giro aquí?
—¿He?
—Que si giro aquí —comentó el taxista malhumorado.
—Oh, sí, a la derecha por favor.
—Lo que me faltaba, un taxista prepotente…
—¿Qué dice?
—Nada, continúe por favor…
En casa Kubrat se mantenía tenso, Deyan estaba en casa. Pocas veces salía de la institución pero cuando lo hacía eran días de preocupación para el cansado hombre. Sus hijos mayores llegarían al día siguiente. El mes de Noviembre le estaba resultando demasiado estresante. Esperaba con ansias las vísperas navideñas para soltar un poco de estrés en sus vacaciones anuales. Viajaría aunque el mundo se cayera. Ya podría controlar todo a la distancia.
—Señor.
Kubrat dio un respingo.
—¿Sí?
—La señorita Lía ha llegado, lo espera en el recibidor.
—Está bien, dile que estaré con ella en unos minutos.
Deyan se paseaba por el vestíbulo cuando divisó a Lía sentada en la mesa del comedor. Le resultó fuera de lugar por un segundo pero recordó las conexiones de su padre.
Es la casa Bejinov, siempre habrá desconocidos dentro.
Kubrat entró a la sala y Lía se puso de pie de inmediato.
—Siéntate, olvida las formalidades. —ordenó con un gesto de desdén.
—Como diga señor.
—Estoy ocupado, esto debe ser rápido ¿Recuerdas lo que te ordené los primeros días del ingreso de esa muchacha?
—¿Qué vigilara a su hijo para que no tuvieran contacto?
—Así es ¿Sabes de qué me he enterado?
El festival…
—Señor… Yo…
—Que la muchacha estuvo a unos pocos metros de mi hijo. Que casi pudo ocurrir una desgracia, que fuiste una completa inútil y que mi hijo se ha enterado por sus propios medios de todo este maldito embrollo y he tenido que sacarlo de allí por unos días. ¿Al menos tenías conocimiento de que ya no estaba en veaux?
Lía bajó la mirada, lo cierto era que no tenía idea. Había descuidado al chico por andar buscando información que pudiera ser útil. ¿Pero útil para quién? Sí los Bejinov solo le pidieron cuidar al chico.
¿Qué demonios he estado haciendo?
—¿Me estás escuchando? —El tono del hombre se hizo rígido y cortante.
—Sí señor. —Lía se encontraba absorta en sus pensamientos.
—Te desvincularé de Veaux.
—¿Qué? —levantó la mirada de inmediato.
—No estás siendo útil y necesito a alguien que sepa cumplir órdenes.
—¡Pero yo!
—Sin peros. —tajó.
—¿Qué se supone que haga ahora? —se puso de pie —. ¡He trabajo allí durante años! ¿Qué será de mí?
Kubrat la miró desafiante desde su asiento.
—Tu trabajo es y siempre ha sido con la familia Bejinov, no era ser la secretaria del inútil del director. Ahora entiendo que fue un error dejar a mi hijo en tus manos. ¿Acaso fuiste tan idiota como para creerte ese burdo papel?
Lía bajó la mirada y apretó los puños.
—No, por supuesto que no.
—Ya veré que hacer contigo, por ahora, Leonel te acompañará a la salida.
Lía asintió sin más y se retiró.
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