Mariana se quedó atónita. No sabía que decir, era la primera vez que alguien respondía a sus avances, ella solo quería jugar un rato. Se sentó en la cama, cogió unas frazadas y se las dio a Luna.
-¿Qué pasó? -preguntó Luna.
-Lo siento, no tengo ganas. - Mariana sonrió y le dio un gran abrazo.- Los placeres carnales no son la solución para los vacíos del alma- miró a los ojos de Luna, estaban brillantes y vidriosos. - ¿Sabes que muchos de los hombres solo buscan la compañía de las chicas para evitar pensar en los horrores de la guerra? Aunque no lo creas algunos prefieren llorar y acurrucarse... ¿Quieres hacer eso?
-Tal vez fue un error, es la primera vez que puedo decidir por mí ¿sabes?
-Diana, si todavía quieres ya conoces mi carpa. En serio prometo hacer lo que tu quieras, pero debes de prometerme que sea lo que sea que te pase...saldrás adelante.
Luna estaba a punto de salir pero la lluvia, que en un principio parecía una simple garúa no había cesado, todo era barro, definitivamente el destino quería que se quedase.
Luna se giró y regresó a la cama donde estaba
-¿Podemos dormir abrazadas? - le preguntó Luna.
-Lo que tu quieras Diana.
Se acostaron, la cama era cálida se sentía tan bien estar con alguien al costado en noches de tormenta. La verdad es que no le gustaba la lluvia, menos los truenos.
-¿Crees que es pecado el tener sensaciones extrañas por otra persona igual a ti?
-Yo no creo que amar sea pecado Diana.
-¿Y desear a más de uno?
-No lo sé...
Mientras hablaban Luna se había acurrucado al costado de Mariana y utilizaba sus pechos como almohadas, podía sentir su respiración pausada. Era algo relajante, tal vez le alejarían de las pesadillas de los incendios, sin ninguna hierba extraña de por medio.
Y se quedó dormida hasta el día siguiente, cuando despertó todavía era de noche pero probablemente amanecería pronto. Era la primera vez que no tenía pesadillas. Cogió las famosas frazadas de la mesa auxiliar y regresó a la cocina, era hora del hacer el pan, allí se encontraba Trinidad tomando una taza de café amargo.
-Por fin llegaste. ¿Te gustó ser parte del otro lado?- le dijo con cierta sonrisa descarada.
-Creo que me estás ofendiendo.- replicó Luna molesta.
-Si estuviéramos en la ciudad podría ser demandada por siquiera insinuarlo, pero en realidad no es tan malo como parece. Siempre y cuando sea consentido.
-¿Quieres decir que algunas trabajan en ello de manera voluntaria?
-¿Qué otros trabajos conoces para mujeres? ¿ Monjas?, ¿actrices?. Ni siquiera hay un colegio para mujeres, solo las de alta alcurnia saben leer. Estamos tan atrasados.
-Yo sé leer – dijo Luna
-Sabía que eras una niña rica. Me sorprende que no te hayan comido.
- ¿Ya sabías lo que me pasaría?
-Siempre hay una posibilidad para todo. Ahora a hacer pan.
Cogió harina del costal la puso sobre la mesa como un círculo e hizo un hueco al medio, y echó un poco de agua hervida, algo de sal y empezó a amasar.
-Por lo visto sabes lo que haces. – dijo Trinidad- Puedes dormir donde quieras hay un baúl rectangular puedes usarlo. O regresar a donde sea que pasaste la noche porque al menos ya no tienes ojeras. Solo no vengas llorando si quedas embarazada.
-Solo dormí y no fue con un hombre. - Y Luna se tapó la boca, ella y su mala costumbre de decir lo que piensa. - Dormí con una joven, un poco mayor que yo, como hermanas.
-Sí claro, hermanas. ¿Cómo las hermanas del convento? Antes de casarme me criaron en un orfanato regentado por la hermanas de Santa Margaret, era una niña, algunas eran muy buenas y dulces, otras terribles, pero otras eran diferentes y todas lo sabíamos.
-¿A qué te refieres?
-Alguna vez vi a novicias besar en los labios a chicas mayores ¿sabes?.
-¿Te dio asco?
-Mientras no se metieran conmigo no había problema.
-Pero eras una niña.
-Y el mundo puede ser muy cruel cuando no tienes a alguien que te proteja.
-Lo siento – Luna le dijo triste.
-Nunca me pasó nada, y creo que a nadie de primaria. Pero yo sé pelear y fue gracias a eso que logré tener un gran marido del cual estoy orgullosa y apoyo en su lucha por la independencia. ¿Entendiste? Demasiado sufrí de niña para seguir sufriendo de adulta.
-¿Crees que las mujeres de al lado son malas?
-No todas, otras son como yo. Otras simplemente huyen de la sociedad que las considera como seres de segunda clase. Tienes suerte de nacer en una familia adinerada.
-Pero casi muero quemada
-Eso era porque ya no tienes protector.
-Mi padre sigue vivo, y tengo que ver a Hipólito.
-Hablando de Hipólito, puede que en una semana tengas noticias de él. Escribí una carta avisando que estabas aquí Luna.
-¿Diana? - Luna se quedo helada y palideció.
-Sabemos que te están buscando, era cuestión de tiempo. No te preocupes Jeremías no sabe nada, no debería.
-Si no fuera por Hipólito y Beatriz ahora serias un buen rehén. Por cierto el pan está delicioso.
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