Eran las 9:30 de la mañana y Kubrat se encontraba en la sala de reuniones leyendo el periódico mientras esperaba a sus hijos. Había decido no ir al trabajo y darle prioridad a lo que tuvieran que decirle. Que más de uno quisiera hablar con él era una situación un tanto inusual, dado que pocas veces se ponían de acuerdo debido a sus apretados horarios; sin mencionar el hecho de que la mayoría vivía fuera del país.
Deyan ya se encontraba de vuelta en Veaux, así que su mente estaba más tranquila, además tampoco consideraba oportuno que el chico pudiera escuchar algo de lo que fueran a decir; de alguna forma aventuraba una mala noticia.
—Señor.
Escuchó el toque de la puerta.
—Adelante, Javier.
Este se inclinó apenas asomándose.
—Los jóvenes han llegado.
—Sí, diles que entren. Llevo rato esperando por ellos.
Javier asintió.
—Como diga, señor.
Javier salió a darles la bienvenida a los chicos, Kubrat escuchó el pequeño bullicio que armaron; todos sin excepción, adoraban a Javier. Incluso Deyan, siendo el que ha mantenido menor contacto con el avejentado hombre, le guarda un gran cariño.
Javier se destacaba por un hombre modesto, reservado y silencioso como un ratón. Pero también por su cordialidad, gran nivel de empatía y lealtad. Eso y que era sumamente cariñoso con los niños, tenía un raro instinto paternal a pesar de que nunca tuvo hijos.
A la sala entraron, Eliot, Ien y Lian, saludaron a su padre cordialmente y se sentaron en la mesa de reuniones.
—¿Dónde está Farith? —preguntó Kubrat.
—No sabemos —respondió Eliot—. Debió quedar atrapada en el tráfico. La llamamos pero como siempre no atiende el móvil.
—Está bien ¿Quieren comenzar sin ella o desean esperarla?
—Empezaremos ahora —comentó Ien—. Espero no te moleste.
—Llevo horas esperando, hablen de una vez.
—Papá… cómo sabrás —empezó Eliot—. Queríamos hablarte sobre Deyan.
—Sí ¿Qué pasa con el chico?
—Deyan… está en peligro.
—¿Ya se enteraron de la muchacha? Lo tengo resuelto, no deben preocuparse —quitó importancia con un ademán.
—¿Qué de muchacha hablas? —interrumpió Lian un poco confundido.
—¿No hablan de la situación de Veaux?
Los 3 se miraron a los ojos y luego a su padre.
—Papá estamos hablando del viejo Malkart —agregó Eliot.
—¿Qué dices?
—El viejo Malkart quiere a Deyan.
Kubrat se quedó un momento mirando al vació, tratando de asimilar ese nombre y su connotación.
—¿Están bromeando?
—Papá… Sabemos lo que esto significa para ti. Sabemos todo lo que…
—¡No! —gritó Kubrat—. ¡Si están hablando en serio díganlo ahora! ¡Estás no son bromas!
—¡Papá! —Farith entró en la habitación corriendo. La bufanda casi le cubrió el rostro por la velocidad a la que entró.
Kubrat la miró con ojos muy abiertos.
—Hija.
—Papá perdona la demora, déjame explicarte todo.
Kubral la observó por un momento, estaba ataviada con su particular ropaje, ropa holgada al estilo oriental, se encontraba más delgada de lo normal, las mejillas dejaban ver sus pómulos.
—¿Por qué estás tan delgada? ¿En qué parte del mundo estabas? ¿Has vuelto al Cairo?
—Papá, por favor… Eso no importa ahora. Necesito que te sientes y…
—Ya le hemos dicho —comentó Ien.
—¿Qué? —Los miró asustada.
Kubrat se sentó con rostro abatido y se quitó los anteojos para darse un suave masaje en el puente de la nariz.
—Papá… —Farith se acercó a él y le dio un suave abrazo.
Kubrat no cambió su postura.
—Explíquenme… —dijo recomponiéndose—. Exactamente qué es lo que saben.
—Yo lo haré —comentó Ien—. Seré lo más clara posible. — Nos hemos enterado que los Malkart están haciendo vida en Veaux otra vez, y no sólo eso, están planeando arrastrarse a los Dalios mas fuertes en sus filas. Y con esto hablamos de los chicos de Veaux, a los jóvenes, los moldeables. Suponemos que todo esto viene del problema que hubo entre el abuelo y el viejo Fit Malkart.
—¿Dices que quiere a Deyan? ¿Para qué se supone que se supone que lo quiere? En cualquier caso si lo que busca es venganza, estaría buscando matarlo, no reclutarlo.
Ien lo miró
—Quiero usarlo, tal como el abuelo lo hizo contigo...
Kubrat golpeó la mesa y salió de la habitación sin decir una palabra.
Farith miró a sus hermanos y con un gesto les afirmó que iría tras él.
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