Recostada sobre el umbral de madera, de la gran puerta de la habitación, Calisa observaba la escena, escrutando incansable el rostro del pequeño. Se le dibujaba una sonrisa de satisfacción y su pecho rebosaba de alegría. Al fin tenía lo que era suyo.
Suspiró largamente, saltando años atrás en su memoria.
Llevaba dos años siendo la Luna Azul, la única luna de ese lado de las montañas, la única luna desde el río, la única luna en seis reinos. Llevaba dos años siendo la Luna del Rey Ergón y como tal, su mujer en las noches de luna llena.
Quizás, llevaba dos años vacía, siendo sólo eso.
Pero ese día todo cambió. Lo vio arrodillarse frente a ella, detrás, su manada imitó su gesto. Era un lobo negro de las montañas, un reconocido guerrero de la zona, casi una leyenda. Y estaba ahí, dispuesto a realizar el juramento de sangre, el hechizo que lo anclaría a la energía de la Luna Azul. El gran Delsha y su jauría se unían a la jauría del reino de Ergón.
Le temblaban las piernas sintiéndose pequeña frente a tan imponente presencia. Comenzó con la oración sagrada mientras las demás hechiceras sostenían la energía del conjuro y acercaban a los lobos los recipientes con la sangre de luna que debían beber. Trató de poner potencia en su voz para ser oída por todos, para demostrar que podía y en un fugaz momento de debilidad lo observó. Intentó disimular pero él le devolvió la mirada. Esos intensos ojos grises se clavaron como hielo en los suyos y erizaron cada poro de su piel. Calisa trastabilló en su discurso y aunque para los demás no significó nada, ella sabía que había quedado expuesta frente a él. Pero ¿expuesta por qué? Tomando aire, porque su agitado corazón la incomodaba, se repuso y continúo con la oración. Sus mejillas se sentían calientes. Los lobos bebieron su sangre y el ritual culminó.
El rey Ergón le dio de inmediato el puesto de comandante de sus tropas a Delsha, después de todo, que él se uniera al reino había sido un acuerdo largamente negociado. Ergón necesitaba que su luna sea altamente protegida, debido a que los diferentes reinos ambicionaban poseer su poder, gobernar las manadas, tener poder sobre aquellas armas salvajes de la naturaleza.
Pero cuando los tiempos eran amables y no había amenazas, Delsha pasaba mucho tiempo alrededor de La Luna como su guardia personal, acompañándola a pasear por los terrenos cercanos o custodiándola durante los eventos de caza junto a sus hombres de confianza. Para muchos era un desperdicio que semejante personalidad se redujera a ser sólo un guardaespalda, para sus propios lobos estar rondándole a una dama y haberse jurado a ella no tenía mucho sentido, pero siempre confiaban en la sabiduría de líder.
Aunque casi no cruzaban palabras, una sola mirada de Delsha provocaba que Calisa se estremeciera por completo, y él lo sabía. Y los dos sabían que estaba prohibido que un lobo mire a los ojos de su luna, y los dos sabían que estaba prohibido que un lobo tocase a su luna, pero se morían de ganas.
Aquella noche de luna llena, luego de que el rey abandonara sus aposentos, Calisa lloró de odio, de impotencia. Su verdadero deseo no estaba satisfecho y ser acariciada por otro, aunque ese otro sea el único amante que había tenido en su vida, le significaba, ahora, una tortura. Y más se odiaba por Intentar aprovechar la ocasión para encontrar algo de consuelo para ese fuego que le abrasaba las entrañas. Se acercó a la ventana para encontrar calma en la brisa nocturna y el tiempo se detuvo. Allí, lo vio, mirando a lo alto, observando hacia su habitación en medio de la noche. Un par de segundos en blanco y se apresuró a bajar las escaleras para correr a sus brazos. Ya no podía resistir. Lo abrazó fuertemente ocultando su rostro en su pecho sin encontrar resistencia en él.
Lo observó buscando sus ojos que ya estaban clavados en ella. Se mordió los labios.
Los dos sabían que estaba prohibido que un lobo mire a los ojos de su luna, y los dos sabían que estaba prohibido que un lobo tocase a su luna, pero… después de todo, el era un guerrero, el era un salvaje y su lealtad no estaba jurada al rey.
Delsha y Calisa juntaron sus labios con urgencia, olvidando que el astro nocturno iluminaba claramente el espacio, ignorando a testigos o quizás, entregándose a las manos del destino. Fue un momento de esos en que la mente parece desaparecer y sólo se conduce el instinto. Calisa separando sus labios acarició el rostro del guerrero como asegurándose de que aquello era real. Su corazón estaba desbocado.
—Vamos…— Se atrevió a decir en un susurro, buscando a su alrededor, como perdida, otro lugar.
Pero el comenzó a reir , apartándose de ella lentamente.
—Hueles a él— Dijo girándose sobre sus talones.
Delsha atravesó la estancia perdiéndose a los lejos, dejándola allí, de pie, completamente desconcertada. Una lanza de emociones la atravesó y se dejó caer al suelo presa del llanto y de la risa.
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