Mi garganta se cierra, mi vista se nubla de lágrimas, no puedo respirar o más bien no quiero respirar, deseo desde lo profundo de mi ser acabar con mi vida, pero, adivinen, no puedo hacerlo.
Por más que quiera arrancarme las venas y sentir la sangre correr por mis dedos, empaparme en ese calor tan delicioso, ver todo de rojo, solo de imaginarme hundir mis uñas en mi garganta y arrancar de un tirón los vasos sanguíneos que allí se encuentran, algo en mí se despierta.
Es incierto si esas ideas y sentimientos sean míos o son implantados por alguien más en mi mente, lo único cierto es que, ahora estoy arrodillada en el piso de mi cuarto queriendo gritar a los cuatro vientos lo mal que me siento. Pero las palabras no fluyen de mi boca, están estancadas en un fango viscoso llamado: No quiero preocupar a los demás.
Ni mi madre a menos de tres metros de distancia, a dos puertas de mi estado deplorable, puede escucharme, sin embargo, su instinto maternal se activa y me pregunta si necesito algo. Quisiera decirle que su hija, aquella niña por la cual diera la vida, es solo un monstruo que al menor descuido acabaría con su vida.
Cuánto me hubiera gustado decirle a mi mamá en ese instante lo horrible y fastidiosa que me parecía la vida, ya no quería seguir, mi único alivio era pensar en cuántas cejas, pestañas y cabello necesitaba arrancar de su nacimiento para no poder sentir ese cosquilleo tan insistente.
Ese mismo cosquilleo no dejaba que mis cejas sean iguales o mis pestañas tuvieran grandes espacios vacíos entre la una de la otra aunque, pensándolo mejor. ¡Que solas se han de sentir sin poder conversar con sus compañeras!
Mientras tanto de controlar mis manos y alejar los pensamientos auto destructivos de mi mente, una voz se dirige hacia mí, sé con toda seguridad quien es, pero, la vergüenza puede más y me desato a llorar.
¿Quieres morir y dejar este plano atrás?¿Eso es lo que anhelas?
Tú bien sabes que si me lo pidieras, en este momentos, te llevaría conmigo en un remolino y dejarías de existir. Así que, mi propuesta está en pie, tú tienes la decisión.
Mi mundo se vino abajo, al ser que más amo en toda mi existencia, en todas mis vidas, en todo el universo, acaba de decirme que, es mi decisión seguir o rendirme, entonces, esto ha sido un teatro por mi parte para llamar la atención.
Como siempre ni siquiera me entiendo, tengo tantas ganas de reír de mi inutilidad e ignorancia, sin embargo, a mis espaldas alguien se adelanta y entre carcajadas pronuncia:
Tan valiente que te veías, lástima, tal parece que sólo eres otra persona más a la que puedo manipular y ni cuenta te das
Mis sentidos están alerta, la puerta de mi cuarto está cerrada, sin embargo, otra puerta sigue abierta y ahora tengo la certeza de cómo cerrarla. Es el fin.
Hasta la vista Satanás, te quiero fuera de mi vida.
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