Hola, mi nombre es (...) y, a veces, me sudan los ojos.
Lo cierto es que es la segunda vez que escribo esta sesión, la primera se perdió por un error informático. Espero ser capaz de transmitir lo que intenté en la primera ocasión, realmente lo espero.
Debo pedir disculpas por el comienzo, sin duda es absurdo. Pero la verdad es que no me gusta mucho este tema, lagrimear nunca ha sido plato de buen gusto para mí, incluso he llegado a desarrollar una gran aversión hacia este acto que en realidad tanto bien nos puede hacer. Seguramente sea por eso que, hasta hace muy poco tiempo, no me veía capaz de sollozar por otra razón que no fuera tristeza o desesperación. Me equivocaba, mucho, realmente tengo la capacidad y creo que lo que no veía en mí posible tal vez lo haya sido siempre.
Las razones por las que podemos llegar a esta acción tan natural son muchas y ahora sé que estoy abierto a ellas, a pesar de mis circunstancias o capacidades en otros ámbitos. Fue un descubrimiento maravilloso e inesperado, como lo es para cualquier otro, darme cuenta de que las lágrimas que mis ojos no lograban contener eran de pura alegría y felicidad. Algo trivial, en apariencia, las hizo brotar y me enseñó que el sufrimiento me había hecho aprender a disfrutar de momentos de felicidad que antes pasaban inadvertidos por mi vida.
Una jaula suele contener ese impulso, una presión y malinterpretación social nos lleva a mantener esa prisión cerrada. Qué gran error y cuánto daño nos hacemos continuando esa tradición de la que nadie recuerda el comienzo, pero sufre sus consecuencias. Un gran valor se precisa para ser capaces de vencerlo, pero merece la pena, ya sea por la salud o el bienestar que a todos nos traería.
¡Felicidad, buena comunicación, compañerismo y una mejor sociedad es lo que está en juego como premio!
Es cierto que la tristeza, en ocasiones, es su razón de comenzar, también la ira y otros sentimientos contenidos pueden ser los artífices. Pero más daño nos harían dentro, esas gotas no son sino mensajes sinceros de un "nosotros" interno que desea salir para hablar con la persona que somos sobre nuestros deseos más reales y profundos. Démosle espacio en nuestras vidas, no lo desechemos ni permitamos que por miedo algo tan bonito no nos imparta la lección que aún nos puede faltar. Honestidad con nosotros... un reto por el que merece la pena esforzarse, en el que debemos invertir nuestro tiempo, por el que lograremos algún día ser quien nos debemos a nosotros mismos.
Sin duda este texto no se parece al anterior, no mucho al menos, pero tampoco yo soy el que era cuando lo escribí. Sigo siendo un juguete roto, sí, sigo soltando algunas lágrimas por los ojos, sí. Pero debo admitir que me tengo que permitir esos momentos y no hacer un drama de ello, aunque me tenga que repetir mucho esa frase, debo lograrlo. No digo convertirlo en un vicio o abusar de esta actividad, pero sí ser quien realmente soy a través de una acción tan sencilla como es... como es llorar.
Muchas gracias.
Comments (0)
See all