La oscuridad había sido siempre una aliada para ella, pero esta vez no le provocaba ningún tipo de bienestar. Abrió los ojos y sintió como si acabara de pasar por el umbral de una puerta; una puerta cálida, enorme, blanca y resplandeciente. Una puerta invisible, abstracta.
Se encontraba tumbada en el suelo, con la mano izquierda sobre su frente. Trató de girar la cabeza hacia los lados lentamente, distinguiendo de a pocos los escombros de lo que parecía haber sido la sala de estar de su vivienda. Veía todo de un tono rojizo, sus muebles de tapizado floreado, la mesa de centro de vidrio y acero, las cortinas que alguna vez fueron blancas, todo hecho escombros salpicados con llamas de fuego.
Reincorporándose de golpe, notó el escenario. Su hogar estaba incendiándose, pero ella no sentía el calor, no sentía miedo, no sentía nada.
Observó sus manos cubiertas por unos guantes negros con el dibujo de esqueleto de estas por el lado superior. Notó sus ropas, llevaba una camisa elegante de color blanco y una corbata larga de tono grisáceo. Además, un saco y pantalón elegante de lana negra; incluso, unos zapatos de cuero, con diseño comúnmente varonil, que hacían juego. Sin embargo, ella no recordaba haberse vestido de esa manera.
— ¿Qué ha pasado aquí? — susurró para sí misma.
Avanzó hacia la cocina entre las flamas que cubrían su hogar, sin que estas le hicieran daño alguno. Fue entonces cuando casi con total claridad sabía lo que había ocurrido y, nada más entrar a la habitación, posicionarse junto a la alacena de acabado brillante y visualizar el suelo, toda posible duda de aquella conjetura…se disipó.
Su expresión se tornó en shock, dejando sus ojos grandes como platos con la mirada fija hacia lo que había encontrado; pero tan rápido como apareció esa mirada de terror en su rostro, se calmó y esbozó una sonrisa.
— Apenas me reconozco — pronunció, mientras dejaba caer algunas lágrimas sobre sus gélidas y pálidas mejillas
Observó el celular plateado aun en las manos de la inerte figura que yacía en el suelo. Leyó rápida y angustiosamente la lista de números marcados. Por supuesto estaba el número de los bomberos, pero también el nombre de una persona en especial.
Esta breve lectura le hizo revivir algunos momentos. Escuchar sus propios gritos como eco en su cabeza, recordar que se arrastraba en el suelo de su cocina. Sentir el humo del lugar, la visión borrosa y la asfixia que este le provocaba.
— ¡Basta! — dijo en voz alta al darse cuenta de que estos recuerdos hacían que le doliera la cabeza.
De pronto, escuchó ruidos desde el exterior y empezó a ver agua entrando en el lugar. Se asomó por una ventana y vio a los bomberos y policías afuera.
— Me pregunto si seré invisible para ellos
Se dirigió al exterior atravesando la puerta y vio claramente como ellos continuaban su trabajo. Ninguno volteó la mirada hacia ella y, por extraño que pareciera, eso le complacía. Nuevamente sonrió y empezó a alejarse del lugar hasta llegar a la vereda del frente de su casa, tan solo para contemplar la escena que el fuego extinguiéndose y lo que fue su hogar le ofrecían.
— Pero ¿en dónde está él?
Sus ojos recorrían el panorama de lado a lado, desde las casas vecinas aun con sus luces encendidas por el alboroto hasta el culmine de la calle. Parecía siempre haber sido una zona tranquila por las miradas sorprendidas de los vecinos y los murmullos de los oficiales de policía. Mientras la noche avanzaba ella observaba de forma lenta y meticulosa a todas las personas presentes, tratando de encontrar a alguien especifico entre la multitud. Esperó pacientemente durante horas, incluso procuró soportar ver la visita de sus desconsolados progenitores al recuperar el cuerpo inerte de quien había sido ella.
— No lloren demasiado, por favor…no lloren demasiado, por favor…
Susurraba una y otra vez con lágrimas en los ojos, mientras los veía alejarse.
— ¿Por qué? … ¿Por qué me ocurrió esto? Y ¿Dónde estás?
Se preguntaba, tomando su cabeza con ambas manos en señal de dolor; pues, bruscamente, algunas imágenes sueltas llegaron a su mente. Algunas eran de un joven alto de cabello largo de color castaño, usaba lentes con el borde color negro y una playera con el motivo de su banda favorita. Lo veía hablar y al término de cada oración, lo veía sonreír. Mientras otras escenas eran de sí misma aun en su habitación, preparándose para lo que parecía haber sido una cita.
— Te envié varios mensajes anoche y tú eres el único que no llegó, ¿acaso me abandonaste? ¿por qué? ¿acaso…no eras el único que…?
Deseaba terminar la frase, lo deseaba con mucha fuerza, pero no pudo hacerlo. Con recordar aquellas cosas le bastó para cambiar su expresión de dolor a una llena de ira. Al punto de transformar sus dientes a una forma puntiaguda y monstruosa; pero a pesar de ello, con completa calma en su tonalidad de voz y postura, pronunció:
— Tú me abandonaste…pero yo voy a encontrarte…
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