Viajar en carruaje era muy distinto, podía dormir dentro y nadie se daba cuenta, en realidad Luna estaba muy cansada. No tenía la menor idea que pasaría. Todo lo que sucedió en la Inquisición, sus días con Beatriz y con Mariana parecían sacados de una novela, de aquellas que queman de vez en cuando, pero era real.
Se dirigían hacia el campamento realista. Era curioso que un hombre de honor, como el capitán Jeremías, pensara en cambiarse bando cuando todavía la batalla no había acabado. Su imagen de hombre probo y leal que tenía de él se desvaneció de la noche a la mañana, pero en el fondo tenía sentido.
Llegaron a su destino y Luna bajó rápidamente de su transporte. El capitán le aguardaba en la puerta.
– Bienvenida Diana. ¿O debo decir Luna? Me alegro que haya aceptado mi propuesta. No sé qué hubiese pasado si no cooperaba. ¿Desea un poco de té? - Jeremías señalo la tetera con un par de tazas.
– No gracias. Últimamente prefiero preparar mis propias bebidas. ¿Dónde está mi padre?- Luna miró a su alrededor, parece que se encontraba en su despacho dentro de la Casa del Regimiento. Debido a la falta de autoridades civiles los militares abarcaban diversas áreas. Había otros soldados a diestra y siniestra, pero ningún rastro de su padre- Pensé que estaría contigo.
– ¿No te lo dijo Hipólito? – comentó ligeramente sorprendido Jeremías. -Está con tu hermana mayor, Beatriz. Creo que es lo mejor que lo veas con tus propios ojos. Necesitan hablar.
– ¿Beatriz? pero ella...- De pronto Hipólito apareció de entre las sombras y le hizo una seña para que se quedara callada.- ¿está aquí?
– No. Está en el calabozo. – le respondió Hipólito.
– Pero... es mi padre. ¡ Me mintió! – alzó la voz contra Hipólito - ¡Me mintieron! – sus ojos se empezaron a aguar.
– ¡Luna, tranquilízate! – de pronto apareció Beatriz- Creo que debemos hablar, vamos donde nuestro padre.
– Tu es un rebelde. Sus últimas palabras fueron que me encargara que ti y eso es lo que estoy haciendo. – interrumpió Jeremías
– Eso no fue lo que me dijeron... - Luna miró a Hipólito con furia.
– Lo siento, pero tenía que convencerte de venir. – respondió Hipólito llevándose la mano a la parte posterior de su cuello.
– Mi padre va a morir, por supuesto que hubiera venido. ¿O me crees tan irresponsable como para huir? Al menos quiero oír sus últimas palabras. - la voz de Luna se quebró. Hipólito cerró los ojos por un momento y le dijo- Acompáñame.
– Por favor Luna deja que Hipólito te acompañe. – le dijo Beatriz “¿ por qué siempre le terminaba haciendo caso? No es que fuera su hermana de verdad” pensó Luna.
– Avísenme si necesitan algo me retiraré a mi escritorio – dijo Jeremías mientras entraba a otro rincón del inmueble.
Beatriz se acercó a Luna para guiarla por un pasadizo estrecho que daba al sótano del edificio Hipólito les seguía por detás. Allí se encontraban las celdas. Cuando se alejaron los suficiente para no ser escuchados Luna preguntó.
– , ¿Por qué Jeremías sigue creyendo que Beatriz y yo somos hermanas? Él ya sabe mi verdadero nombre, ¿no?
– Sí, pero no el de Beatriz.- aclaró Hipólito
– Y yo conocía a tu padre. – añadió Beatriz – Apenas mi hermano me contó sobre lo que pasaba decidí regresar
– En realidad no pensé que fueran tan cercanos. – dijo Hipólito – Yo solo le comenté que capturaron a tu padre. Aunque en el fondo sabía que se encontrarían. Siento que están destinadas a encontrarse – comentó Hipólito.
– No digas tonterías hermano. – cortó rápidamente Beatriz.
Llegaron a una celda al final del calabozo. Allí se encontraba su padre, se había avejentado en pocos meses.
-¡Padre!! - Luna se acercó corriendo hacia los barrotes que los separaban e intentó abrazarlo.
- Espera un momento. Abriré la puerta.- dijo Hipólito sacando unas llaves. En ese momento Luna se abalanzó sobre su padre.
– Luna querida niña – lágrimas brotaban de los ojos de Aristo. – Disculpa por lo que estoy haciendo, sé que es egoísta, pero quiero que tengas una vida normal.
– Padre ¿piensas que soy inútil? ¿me casas con un realista? ¿Si él va a ser mi futuro esposo por qué no puede sacarte? ¿No crees que todo esto es muy extraño – le dice Luna.
– Porque es un hombre de palabra y honor. Por eso lo elegí. Ambos sabíamos que esto podría pasar. No es una novedad. – respondió Aristo
– Podemos escapar ahora. – dijo Luna.
– Escapar ¿a dónde? ¿Y qué pasará con Jeremías? No es tan fácil. -le dijo su padre
– Si lo es, ya lo veras- le replicó Luna – Beatriz necesito mi amuletos Solo así podré detener esto.
– No. No sabes de lo que hablas Luna- le dijo Beatriz – esa arma es muy poderosa y no sabes usarla. Terminaras en problemas.
– ¡Dame mi gema! ¡Es de mi madre, me pertenece! – Luna alzó la voz
– No te la daré- dijo Beatriz- Nunca debió ser tuya, ¡estaba destinada a desaparecer! Y yo prometí encargarme de eso.
– ¿A qué te refieres?
– Tu madre no quería que termines como ella.- le dijo Beatriz un poco triste.
– ¿La conociste? ¿Qué sabes de ella? – Luna miraba a Beatriz expectante, tantas preguntas desde hace tantos años -Explícame por qué debería dejar morir a mi padre. Necesito respuestas, por favor.
– Tranquilízate. Tú sabes que podía pasar, en las guerras la gente muere y Artemio no quiere cooperar. ¿Tú crees que no le comenté la idea de huir? Hipólito tiene las llaves.
– Pues entonces me voy. No me quedaré a presenciar la muerte de mi padre, porque en sus últimos días se le ocurre que quería darme lo mejor. – dijo Luna
– ¿A dónde iras? – preguntó Beatriz
– A por mi gema creo que es hora de tomar las riendas de mi vida. Sé que se encuentra en alguna parte. Lo siento dentro de mí.
Luna salió raudamente de la mazmorra. En las afueras se encontraba Jeremías.
– Lo siento Jeremías, pero me voy. No acepto tu mano – estaba saliendo del recinto cuando dos soldados bloquearon su salida.
– ¡Tú no te vas, Luna! – Jeremías cogió su muñeca- Yo di mi palabra de protegerte y la cumplo. Si sales de este lugar serás perseguida y apresada, eres la única persona capaz de hacerme resquebrajar mis valores y principios. Podría tener a quien quiera pero te elegí a ti y tu padre me dio permiso. El matrimonio se dará mañana, a pedido de tu padre.
– Nunca serás feliz conmigo. No puedo amarte – le dijo Luna.
– Serás infeliz si sigues siendo tan díscola.. Incendiaste la Inquisición de la ciudad de Los Reyes. No tendrás tanta suerte la próxima vez. Si no soy yo otra persona podría apresarte. Si eres mi esposa me encargaré de hacer todo lo posible para borrar tu pasado. Podrás tener una vida normal. – dijo Jeremías
– Todo fue un accidente Jeremías. Y tal vez el tener una vida normal no sea lo más recomendable para mí. ¿Tú sabes lo que he hecho? Digo ¿usted sabe? – hace mucho rato había perdido la educación cuando se trataba de ese hombre. Todo lo que tenía sonaba tan racional y tan mal a la vez.
– Mataste al virrey y eres patriota. No soy tonto Luna. Es natural que sigas la línea de tu padre. Hemos perdido en el sur, espero que logremos recuperar la capital, pero estamos rodeados. Pronto todo se solucionará y estaremos en paz. Tú solo espera. Tal vez incluso tu padre se salve si se llega a un acuerdo. Eso es lo mejor.
– ¿Por eso quieres ver quién gana? Y según ello acomodarte- preguntó Luna desafiante.
– No sé a lo que te refieres – dijo Jeremías un poco enfadado
– Hipólito me contó todo.
– No deberías de hacerle caso, no es un hombre de mi confianza, es obvio que él era un soplón. Lastimosamente no puedo arrestarlo sin pruebas. Además podría utilizarlo a mi favor. – Jeremías se calló, estaba pensativo - Pensar que fue capaz de darse cuenta de mi interés por ti.
– Me quedaré aquí. Pero eso no signifique que quiera casarme contigo. – respondió Luna.
– Espero que cambies de opinión- dijo Jeremías visiblemente más calmado - Duerme esta noche. Luego ya veremos, tampoco es que me interese forzarte si es que tanto le enoja. No tienes muchas posibilidades, ¿sabes? Recuerda que te ofrecí una opción.
– Odio a los seres tan racionales.- murmuró Luna mientras se acercaba a una celda que había tratado de arreglar para que pueda pasar la noche. Era hora de tratar de dormir.
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