Luna se quedó a dormir en la celda que había acomodado para ella, puedo haber ido a dormir donde Beatriz e Hipólito, pero prefirió quedarse cerca a su padre. Intentó dormir pero no podía, se había acostumbrado demasiado a dormir en un lugar cálido, seguro y cómodo. Su cama consistía en una frazada encima de una especie de colchón de totora. Podía escuchar como arriba la gente se movía apresurada. Parece que algo sucedería. En la madrugada se acercó Hipólito con su gema en la mano, en realidad portaba un guante.
– ¿De dónde mi cuarzo?- Le dijo Luna
– Tengo mis contactos. – respondió Hipólito
– Ahora podremos huir, y asunto arreglado
– Úsala. – dijo Hipólito
– No sé cómo exactamente. – dijo Luna con un tono apagado. Tomo el amuleto y se lo puso en el cuello pero no sabía qué hacer. De pronto Hipólito se acercó y le beso de una manera brusca, podía sentir como le raspaba la barba, hace días que no se afeitaba.
– ¿Qué haces? Eres un enfermo. – Luna lo empujó con ambas manos.
– Hago lo mismo que mi hermana. No quiero quemarme con esa piedra del mal otra vez. – respondió Hipólito.- luego señalo sus manos que estaba tapada con un guante de cuero- No caeré en lo mismo dos veces. Yo sé lo que mi hermana hace.
– Hipólito, las cosas no son tan simples. Ahora tengo ganas de pegarte – dijo Luna mientras inspeccionaba la gema-. Luego dio un puntapié al aire, pero Hipólito lo recibió.
– Creo que ya sé cómo funciona esta cosa- Dijo Luna con una sonrisa - Es como energía.
– Bien - Hipólito se acercó y le entregó las llaves. - No te preocupes, yo me ocuparé de tu padre. Solo necesito que estés en el campo de batalla a tiempo, por favor.
– ¿Qué quieres que haga exactamente?
– Asustarlos un poco. Hacerles creer que tenemos a los santos de nuestro lado. Algo así contento Hipólito Tengo preparado un caballo para que puedas lograr tu objetivo.
Luna salió a donde estaba el caballo, se dio cuenta que ya no había nadie. Por lo visto había habido alguna emergencia o algo así.
- Llegamos más rápido de lo pensado a la batalla contra los realistas, pero ello se dieron cuenta de ello. Jeremías salió y solo dejo dos personas a cargo. He dormido a los que tenían guardia. Por favor anda, yo me encargare de todo por allá.
Luna se fue en su caballo a todo galope hacía la pampa donde se daría en encuentro, pero ¿qué haría? Tenía su gema está según lo que comprendió se manejaba por sus emociones, era hora de experimentar como poder ayudar. Fue a un cerro cercano de donde se libraría la batalla, no había nadie, así que no podrían verla.
El plan era simple, hacer que los patriotas ganen, pero ¿cómo? ¿Esa cosa que tenía lanzaba rayos? ¿O solo ocasionaba incendios? Todavía no lo entendía, decidió ir por lo seguro se acercó a una zona con pasto seco.
“Muy bien, gema misteriosa, que me da poderes. Si sirves de algo haz fuego” pero nada pasaba, ¿qué fue lo que intentó la otra vez? ¡Furia! eso era. “Piensa en algo que te enoje. Como esta idiotez de guerra, como lo que te están obligando a hacer, como el hecho que tu padre posiblemente muera, pero Hipólito dijo que lo salvaría ¿no?”
El pasto estaba seco, era perfecto, el enojo de pensar que estaban controlando su vida hizo que apareciera un fuego, el cual se iba esparciendo por toda la pradera. El humo era denso no se podía ni respirar, era hora de huir del lugar y ver a su padre.
Luna regreso raudamente al calabozo. Pero no había nadie, solo estaba Hipólito.
-Luna, ¿qué haces aquí?
– Vine a ver a mi padre. ¿Dónde están todos? – preguntó rápidamente
- Fueron al campo de batalla. - respondió
– ¿Dónde está mi padre? – inquirió Luna.
– Él no iba a cooperar si estaba despierto, así que tuve que darle algo para dormir. Lo oculte en uno de los pastizales cercanos y lo saqué del calabozo - respondió Hipólito.
– No, no ¡NOOO! – gritó Luna desesperada.
– ¿Qué te pasa? – preguntó Hipólito con cierto pavor.
– Debemos de ir rápido a buscarlos.¡ Hay un incendio!
– ¿Cómo lo sabes?
– ¡Yo lo ocasioné! Acabo de venir de allí. Por favor muéstrame el lugar donde está, debemos de rescatarlo. – decía entrecortadamente mientras empezaba a correr.
Hipólito corrió donde su caballo y le dio la mano ¡Vamos sube! Yo cabalgaré. Así llegaremos más rápido.
Se acercaron a una cueva, allí debía estar Aristo, su padre. El lugar estaba lleno de humo, era demasiado tarde. Hipólito simplemente cogió el cuerpo y se alejaron todo lo posible.Llegaron hasta el río cercano y le echaron agua, se acercó al pecho de Aristo – No respira - intentó hacerlo reaccionar con agua, haciéndole oler un poco del licor de caña que tenía, pero no pasaba nada, era un cadáver.
– Luna, está muerto. Mi más sentido pésame.
– No, mi padre no debió morir. – Luna se alejó y luego señalo a Hipólito con el ceño fruncido - ¡Todo esto es tu culpa! ¿por qué simplemente no me dejaste en PAZ? Tú y tu hermana con sus jueguitos tontos que no comprendo, jugando con mis sentimientos y emociones. ¡DE-SA-PA-RE-CE!
Y desapareció. Solo quedo polvo. Hipólito desapareció, el campo de batalla ardía a lo lejos, todo era un caos. Y Luna solo quería que le tragase la tierra.
– Mataste a mi hermano – escuchó una voz a lo lejos, que le miraba con tristeza, era Beatriz. No tenía rabia, o no se le notaba al menos - Le dije que las gemas le traerían problemas pero nunca me entendió, estaba obsesionado con esa magia, que al final era una maldición
– Yo no quise...- empezó a decir Luna temblando.
– Lo sé, lo sé – Beatriz la abrazó y le besó la frente.- Ahora cálmate, que si no hacemos algo también morirán asfixiados todos los que están en el campo de batalla.
– ¿Qué debo de hacer? - le dijo
– Toma un poco de agua y cálmate. Si la furia hizo que todo esto pasara la calma hará que todo mejore, piensa en algo frío y verás como todo mejorará. –sonrío Beatriz.
– No, lo siento. No puedo – Luna se sentó abrazando sus rodillas.
– ¿Entonces prefieres que mueran todos por culpa de tu inmadurez? – dijo Beatriz
– ¡Mi padre acaba de morir!
– ¡Y tú acabas de matar a mi hermano! – Beatriz se tapó la boca – Lo siento, no fue mi intenci...
– Tienes razón – Luna le corto - debo de alguna manera acabar lo que inicié. ¿Puedes ayudarme? - preguntó
Luna simplemente se sentó y sintió la brisa que cada vez se hacía más fría
-Piensa en el agua que tomas – le dijo Beatriz -esa sensación de humedad. La lluvia y el olor del campo en la mañana. Algo que te transmita calma lo que sea.
“Ahorita estoy calmada porque estas a mi lado,” pensó Luna.
De pronto Luna sintió caer unas gotas de lluvia.
-¿Nosotras hicimos esto?
– Tú lo hiciste. Yo ya no puedo, el poder de la mente es algo sorprendente. Así como estas piedras tienen un gran poder de destrucción también pueden ayudar. Me llevó muchos años descubrirlo. Me hubiese gustado encontrarte antes. Después de esto nos desharemos de esta gema y la retornaremos a donde pertenece. – dijo Beatriz
– ¿A dónde pertenecen? – preguntó Luna
- A las montañas que antes fueron princesas que prefirieron ser parte de la tierra a cumplir con un destino cruel Las gemas son producto de sus lágrimas y solo quienes posean algún tipo de parentesco serán quienes puedan poseerlas. Al regresarlas a las montañas también retorna su capacidad de dar vida. Ya no serán tierras secas.
Aparte de Aristo e Hipólito, hubo muchos muertos en aquella batalla. Jeremías logró salvarse más nunca logró encontrar a Luna. Se dice que aquella batalla hizo que se diera cuenta que había cosas más importantes que proteger la corona y decidió meterse a un monasterio, para ser monje de clausura.
Luna y Beatriz se dedicaron a viajar por toda la sierra del Virreinato recolectando aquellas piedras para enterrarlas, con el fin que no se volviesen a usar de nuevo. Un trabajo que posiblemente les tomaría toda la vida, pero alguien tenía que hacerlo.
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