"¿Será que todos los Italianos son así de amables?"
Me pregunto a mí mismo mientras juego con mi lapicero en medio de la clase. Tan solo había sido ayer que conocí a Milandri-san y hace mucho que no hacía tantas estupideces, hubiese deseado tener más tiempo para poder explicarle todo a Milandri-san, la razón de porqué acabé tirado frente a su pastelería..... Por más vergonzosa que esta fuese.
El sonido de un libro cerrarse enmudece el aula bajándome de mis pensamientos, el docente se gira hacia nosotros mirándonos seriamente - Eso es todo por hoy, no se olviden de ir leyendo de la hoja 18 a la 40 - dice dando por concluida la clase, la última de todo el día. La gran mayoría suelta un gran suspiro de alivio, a casi nadie parecía gustarle el hecho de acostumbrarse a una nueva rutina de estudio... en especial a mis compañeros de copas del otro día quienes salían del ambiente con una gran sonrisa de satisfacción.
Ni bien salgo del aula, apresuro el paso para ir a devolver las ropas a la pastelería de Milandri-san. Pero apenas doy la vuelta por uno de los pasillos veo a Milandri-san despidiéndose de un hombre igual de alto como él y con uniforme de chef.
—¿Milandri-san? —dejo escapar en voz alta por la sorpresa, el voltea a verme mostrándome esa irritante y alegre sonrisa suya.
—Oh! Kibari que coincidencia encontrarnos justo aquí —dice el pastelero.
- Si, me sorprendí, justo ahora acababa de salir de clases, iba a la pastelería a devolverle la ropa que me prestó.....pero ya que está aquí...
—Ven con migo a la pastelería —dice interrumpiéndome.
—eeeeh?
"Pero..."
—Quiero que pruebes algo, necesito una nueva opinión —dice astutamente tomándome del brazo.
"No quiero volver, me da tanta vergüenza"
Trato de pensar en alguna ingenua escusa pero su contagiante amabilidad me arrastra con él a su auto, y finalmente a la pastelería. Increíblemente durante el trayecto no paramos de hablar, sus palabras soltaron mi legua tanto que hasta después de haber llegado a la pastelería seguíamos conversando, no solo de pasteles, también de nuestros estudios, el trabajo en la pastelería.... Y una que otra trivialidad.... Hasta comenzaba a sorprenderme el solo hecho de llevarme bien con lo desconocido que me era Milandri-san.
—Espérame un momento Kibari voy a traerte algo —me mira dubitativo levantándose de una de las mesas más cercanas al mostrador de la pastelería —¿Está bien que te diga Kibari? —dice pausando el movimiento de sus piernas —Te pregunto porque sé que a los japoneses no les gusta que los llames por su nombre de pila si no eres alguien cercano, aunque creo que ya te he dicho varias veces por tu nombre jajajaja —ríe —Me parece más fácil, espero que no te moleste.
—No me molesta, estoy más acostumbrado a que me llamen Kibari, a que me llamen por mi apellido, de hecho todos mis colegas en el trabajo me llaman así —digo indiferente.
—jajá que bien... KIBARI... traeré algo de pastel - dice feliz.
—No te molestes, yo estoy bien no tengo hambre —digo orzando una sonrisa mientras trato de ocultar que el estómago me rugía ya que después de todo pasaban las cinco de la tarde.
—No seas modesto, además necesito que me des una opinión sobre mi nueva creación, serás mi conejillo de indias.
"¿Conejillo de indias?"
"Algo me dice que esta no será la última vez que estaré aquí"
Milandri-san regresa al momento trayendo una pieza de pastel con una suntuosa cobertura que hace brillar mis ojos... no podía ocultarlo... los pasteles eran mi perdición....
—Este pastel todavía no está en venta, así que pruébalo y dime qué piensas —dice Milandri-san mientras coloca el retazo de pastel en frente mío.
—¿Así que has optado por ir a reclutar gente para que pruebe tus nuevos pasteles Sergio? —dice una mujer adulta de unos 40 años dirigiéndose hacia nosotros.
—No estoy reclutando —dice Milandri-san haciendo puchero —Kibari ella es Clara Monzone, la cajera y la que se encargada de la administración. Clara él es Hatano Kibari y es de Japón.
—Mucho gusto —digo con una sonrisa.
—Vaya ¿habla italiano? —Pregunta Monzone-san.
—Si, aprendí por cuenta propia cuando estaba en colegio, además me es muy útil en el trabajo —le respondo.
—Eso es muy bueno, pero no es necesario que me llames por mi apellido, está bien si solo me dices Clara —dice riéndose algo sonrojada.
—A mí también puedes solamente decirme Sergio —agrega Milandri-san.
"¿Realmente está bien tener tanta confianza? Mejor lo sigo llamando Milandri-san", pienso incómodo mirando hacia mis manos avergonzado.
—¿Y bien, qué opinas del pastel? —Pregunta Clara.
—mmmm el juego de sabores es realmente asombroso, puedo sentir el imponente jarabe de arce en la cobertura, el bizcocho tiene una textura suave la cual hace que el relleno de almendras y dulce de leche se resalte suntuosamente, las almendras acarameladas que decoran la superficie me encantan son realmente crocantes, deberías ponerle unas dos hojas de menta a cada porción.
—¿No sientes algún otro sabor? Quizá...otra fruta? —Pregunta Milandri-san astutamente.
—Bueno no soy todo un experto en cuanto se trata de percibir ingredientes, solo me gusta disfrutar el sabor, me encantan los dulces.
—Vaya no ha muchos hombres les encantan los dulces jajajaja, tu amigo japonés es una excepción Sergio —ríe Clara.
Después de degustar y dar mi opinión del pastel a Milandri-san, me presentó a sus demás empleados, me quedé un rato más conversando con él hasta que el reloj de mu muñeca que mostró que por la hora lo mejor sería retirarme.
—Muchas gracias por el pastel Milandri-san —Me levanto agradecido.
—¿Vendrás nuevamente mañana? —Pregunta.
"¿Mañana?"
—Supongo que sí....quizá no sea malo darme mis gustos de vez en cuando.
—Entonces mi táctica funcionó —dice Milandri-san susurrando para sí mismo.
—Ah ya veo, lo único que quieres es más clientela ¿verdad? —ataco apartándome molesto.
—No, No es por eso Kibari no quería darte esa impresión. Por alguna razón me gusta hablar contigo, hace tiempo que no hablaba tanto con alguien.
—Si viniera más seguido solamente sería una distracción —reprocho y me dirijo hacia la puerta principal.
—Espera Kibari, no vas a ser ninguna distracción, más bien sería de ayuda tu opinión ya que voy a ampliar el menú, te necesito.
—¡¿y....por qué yo?!
—No lo sé, mis instintos me lo dicen —dice muy seguro.
"¡¡¡¡¿INSTINTOS?!!!!"
—Definitivamente vas a entrar en quiebra si quieres que alguien como yo te dé su opinión.
—jajaja no seas extremista Kibari.... —se burla dejando un gran silencio después. Cuando abro la puerta el de repente dice —Aquí fue en donde te encontré tirado, hablando en sueños por lo borracho que estabas.
Una fuerte corriente atraviesa toda mi columna y me hace recordar todas las estupideces que hice el anterior día —Realmente perdón por las molestias que te causé, no sé qué habría sido de mí si tú no me hubieses ayudado.
—NAH! Descuida igual lo hubiese hecho, por cierto.... ¿Cómo es que terminaste aquí tirado? —Su pregunta me deja petrificado por la vergüenza.
—U....unos com... Unos compañeros me llevaron a un b....ba..bar supongo que muy cerca de aquí, y bueno ellos me invitaron tragos y yo no sabía cómo negarme sin ofenderlos así que solo me puse a beber, la verdad lo último que recuerdo es que salimos del bar, nos pusimos a cantar, y creo que me tropecé.
—Vaya... sí que eres tímido.
—Normalmente no soy tímido, soy bastante seguro, mucha gente me teme en el trabajo, pero no puedo actuar tan arrogante cuando no sé cómo reaccionarán las personas en otro país.
—Te preocupas demasiado Kibari, donde sea que estés solo debes ser tú mismo.
—...............
"¿Yo mismo?....... qué tontería"
—Y dime.... ¿Quién es Asumiko? ¿Tu novia? Dijiste su nombre un par de veces —Me cuenta Milandri-san riéndose entre dientes como si fuese un viejo recuerdo, y eso me molesta.
—Me voy por hoy, muchas gracias por todo —digo fríamente.
—¿Dije algo malo?..... Perdóname Kibari —se disculpa, intentando agarrarme del brazo, pero no lo logra ya que me puse a correr, escapando de cualquier otra palabra que me recuerde a ella.... Sin saber que el pastelero lleva una mano al pecho arrugando su uniforme mientras ve cómo cobardemente me alejaba corriendo.
—Soy un imbécil...... de seguro no querrá volver averme.

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