Detalles de su pasado, eran cosas que no lograba recordar. Si le preguntaban sobre su vida, su primer recuerdo es un barrio pobre y descuidado, abandonado específicamente en un mercado de frutas, donde los ancianos y adultos predominan. No parece haber niños o gente más joven.
Tenía unos cuatro o cinco años. Al menos es lo que su inocente memoria puede recordar. Lo único que pensaba en ese momento era en sobrevivir. En comer y en ocultarse. Caminaba sin rumbo, dormía bajo unos periódicos viejos en cualquier rincón, preguntándose todos los días como era posible que se encontrara solo. ¿Dónde estaban sus padres? Ni siquiera podía recordar si tenia padres.
Caminó hasta sentirse agotado, sus pies ya no podían más y se vio obligado a sentarse en un sitio de aquel extenso mercado, justo en el puesto de una anciana que vendía fruta
— ¡Vete, niño ladrón, me ahuyentas la clientela, shuu!
La mujer golpeó la cabeza del pequeño con fuerza, el sólo atinó a cubrirse con los brazos. No logró ver con que le pegaba, pero era duro. Probablemente era algún palo o un zapato. De pronto, una voz mas joven interrumpió aquel acto y la anciana se detuvo
—¡Hey, hey abuela! ¡Él es mi hijo! ¿Por qué le pegas? Lo envié a traerme manzanas
—¡Oh!! ¡No lo reconocí! ¡De verdad lo siento mucho! ¡Te daré algunas manzanas extra por la molestia!
Con miedo, el pequeño levantó un poco la mirada. La voz era de un hombre muy alto, o tal vez era porque lo veía desde abajo. Se inclinó para ver al niño y éste pudo mirarlo mejor: era rubio y de ojos grises. No parecía japonés, pero estaba vestido como uno, con un chaleco azul y unos pantalones amplios, éstos tenían un lobo dibujado en una pierna, en la izquierda. Llevaba un collar que parecía lo único de valor que traía encima, su cabello estaba atado a una media cola y tenía una enorme cicatriz en la frente. "parece un ángel". Pensó el pequeño niño, sintiéndose salvado por el mayor.
Una vez que tomó las manzanas, el rubio se despidió de esa mujer y tomó al moreno de la mano. El niño se asustó un poco, pero en ese momento, prefería irse con un desconocido a seguir aguantando los golpes de esa anciana. Apretó su mano y se fue con él, caminando despacio, como si el mayor se dejara guiar por aquel niño. Ambos iban en silencio, hasta que el rubio empezó a hacer preguntas
— ¿Cuál es tu nombre amigo? ¿Tu madre está por aquí?
— Yo no tengo familia. Me llamo Sousuke
Al rubio abrió un poco más sus ojos, estaba sorprendido. Se inclinó a la altura del niño, para mirarle el rostro. Era pequeño, delgado, de grandes ojos azules y su expresión era de total confusión. Entendió que estaba perdido, que ni siquiera recordaba que estaba haciendo en ese sitio.
— ¿Sousuke? ¿Así nada más?
— Si.
— ¿No recuerdas como has llegado aquí?
— No, sólo he andado caminando y me quise sentar a dormir ahí —dijo el menor, señalando un montón de periódico en la esquina de la calle, no se veía pues la gente realmente no prestaba atención
— ¿Ah? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
— No me acuerdo
Al escuchar todo esto, el hombre rubio suspiró. Estaba triste y preocupado por ese niño. Puso una mano sobre su cabello negro y le sonrió para darle confianza, mirando sus ojos azules.
— Yo me llamo Kris… Kris Kusanagi —dijo, sin borrar su sonrisa —si no tienes familia, puedes venir conmigo.
— Va-vale...
Kris tomó de la mano al pequeño Sousuke y lo llevó consigo. Sousuke sonrió, empezaba a sentirse más tranquilo. Ambos siguieron caminando, Sousuke empezó a notar a las personas a su alrededor. Notaba la expresión de ellos al mirarlo a él y luego al mirar a Kris. La gente lo veía con repulsión, pero sonreía al mirar al rubio ¿Quién era él?
No estaba seguro en ese instante, pero mientras se sintiera seguro, lo seguiría a donde fuera...
—Kris… ¿Me puedes cargar? Ya no puedo caminar…
— Claro que sí, ven —dijo tomando a Sousuke en brazos, fue como pudo ver más detalles de su cara, tenía un tatuaje pequeño en uno de sus ojos— Sousuke Kusanagi —dijo el, sonriendo— eres otro de mis hijos ahora, así que me puedes llamar Oto-san
El rubio tomó una de las frutas que llevaba y se la dio a Sousuke, el pequeño empezó a comerla con ansiedad pues tenia días que no comía algo y lo último que había en su estomago era una fruta podrida. Ambos siguieron su camino hasta llegar a una parte del bosque, que parecía estar protegida con trampas y algunas cuerdas.
Cuando llegaron al sitio, Sousuke se quedó muy sorprendido. Había más chicos en una casa algo descuidada. Podían ser fácil unos nueve o diez de ellos, todos decían ser Kusanagi, hijos de Kris. Todos eran niños que no pasaban de los 13 años.
Sousuke no entendía del todo lo que ocurría ahí, pero todos querían mucho a Kris. Sousuke se sintió muy bien por primera vez en años, por fin iba a tener una familia y ser muy feliz
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