El llanto de Nataniel me despertó exaltado, comencé nuevamente a tratar de calmarle y lograr de que retomara el sueño, por tercera vez de la noche, lo cual me causaba una gran preocupación; Nataniel no solía ser un niño quejumbroso o llorón, algo realmente tenía que estar mal para que él se quejara; decían que los bebes siempre han tenido un 6 sexto sentido igual que las mujeres o los omegas en situaciones de riesgo o peligro.

     —Ya, ya mi pequeño, todo estará bien Naty todo estará bien, duerme tranquilo— repetía con calma como si de un mantra se tratase.

     Tras una larga revisión, caricias y canciones de cuna inventadas, Nataniel volvió a caer en el sueño dando pie a que yo hiciera lo mismo; la verdad estar acostado sobre una manta delgada en el suelo frió y húmedo por estar cerca del rió, podría provocar que cualquiera se enfermera, si no fuera porque en mi caso contábamos con un animal tan majestuoso como lo era Orión, quien nos compartía de su calor corporal para mantenernos sanos; su respiración suave y larga, era tranquilizadora, casi como el suave vaivén de una mecedora.

     Los días a la intemperie siguieron, el espeso bosque no terminaba y el poco camino que aviamos logrado conseguir no nos llevaba a nada, la verdad es que comenzaba a desesperarme y más por el no poder dormir seguido las 8 horas de sueño que necesita una persona normal para rendir todo el día; cada noche me preocupaba aún más el llanto ilógico de Nataniel, al parecer no era el único a quien el llanto afectaba pude notar como Orión cada día resoplaba no por estar cansado si no por no poder dormir bien, pobre hasta un animal como él puede preocuparse por una bebe de otra especie. La verdad a estas alturas la idea de quedarme a vivir en el bosque era cada día mas tentadora avía logrado hacer una lanza, con una roca afilada, un palo de madera grueso y un trozo de cuerda que avía encontrado en el camino; cada tarde al detenernos de descansar me propuse la tarea de practicar el arte de la cacería pesquera.

     —Muy bien veamos, la cuerda está bien atada, la roca es bastante filosa— para comprobar aquello avía pasado 3 días afilando la roca, con una lima de uñas que venía dentro de un kit de medicamentos antiguos que logro conseguir de la casa de Maximiliano.

La mirada de serena de Orión quien se encontraba acostado en el pastizal, con la simple tarea de observarme mientras Nataniel dormía a su lado, era lo que me incentivaba en esos momentos a atreverme a ser grandes locuras, si saber los verdaderos resultados.

     Falle, falle y falle, grande fue mi decepción como al trascurso del tiempo no avía logrado darle pero ni aun mísero pez a pesar de tener toda la ropa mojada, la verdad no podría rendirme así que sin importarme que ya prácticamente estuviera atardeciendo y que las estrellas comenzaran a brillar en el ocaso; decidí buscar un punto más alto para mi tarea, pronto Nataniel lloraría por tener hambre y a pesar de que aún le quedara comida enlatada, debía de comer otra cosa para que las latas le perdurara más tiempo.

     —A ver si desde aquí logro darle a alguno— subiéndome a unas rocas, miraba a los peces que nadaban sin más, respirando hondo y soltado el aire despacio de la misma forma en que lo hacía Maximiliano cuando practicaba su puntería con latas vacías, así mismo lo hice lanzando el arma directo a los peces cerrando los ojos al final, no quería ver el resultado.

     —Bien veamos— a la final tuve valor y bajándome de las rocas me hacer que a donde se encontraba estancada la lanza logrando ver mi resultado.

     —Lo logre, lo he conseguido, he logrado pescar uno¡¡— mi emoción fue enorme al ver como un pez se retorcía debajo del filo de la lanza y como el rió se llevaba su sangre, la verdad me daba cosa matar un animal que no me avía hecho daño alguno, pero este mundo era la supervivencia del mas apto.

     Tomando leña y haciendo una fogata, comencé a asar el pescado y lograr que mi ropa mojada se seque; Orión me miraba sin más, mi sonrisa demostraba satisfacción, por a ver conseguido en un solo día el lograr casar un pez, era sin duda algo muy difícil y complicado pero lo avía logrado eso era lo importante, sacado unas manzanas de mi bolso y entregando se las al cabello fue el momento exacto en que Nataniel a pesa de a ver despertado hace tiempo comenzara a llorar por hambre; la cena fue deliciosa probar algo distinto a la comida enlatada se sentía de maravilla, Nataniel siguió esa noche con su rutina, a pesar de estar cambiado y limpio, de tener el estómago lleno, él bebe no dejaba de llorar únicamente me quedaba arrullarlo y mecerlo para que durmiera.

“Tus lágrimas, aun me pregunto qué tratabas de decir, mi pequeño bebe”