Si mis cuentas no fallaban, llevamos casi ocho meses desde la muerte de mis padres, cuatro desde que vi a Cristian por ultima ves, tres mese lejos de los terrenos de Maximiliano y uno desde el ataque de aquel felino salvaje; hoy con la nueva salida del sol, comenzaba nuestro noveno mes de supervivencia.
El descanso y la humedad de nuestro refugio improvisado nos avían ayudado a recuperar fuerzas, que no podía creer que fueran tan necesarias, noches de sueño completas, agua de manantial que filtraba por las rajaduras del techo y nos ayudaba a refrescarnos; a las cercanías crecían montones de vallas y raíces que conocía a la perfección, caldos, líquidos y papillas que nos ayudaron a conseguir algo de peso, para seguir nuestro camino, y otras tantas raras para la medicina.
20 días después del ataque, Orión se levantó relinchando, como si nada le hubiese pasado, era impresionante como nadie, ni nada podía detener la voluntad de ese animal, siempre tan fuerte y valiente, siempre tan indomable.
—¿Orión estas seguro de que ya puedes caminar?— la respuesta fue claro cuando golpeo, el piso con su pesuña.
—Supongo que el descanso, te ha hecho bien— recuerdo como una sonrisa se escapó de mis labios, al ver su expresión tan determina.
Sin más comenzamos de nuevo nuestro viaje, recorriendo valles y caminos, nuestro tiempo en el bosque aun no terminaba y nuestra brusquedad por un lugar donde crear nuestro campamento tampoco.
Nuevos días y un nuevo mes dando comienzo, nos saludaba con la sonrisa de la llegada del nuevo amanecer.
—Bueno vamos Orión.
“Aun recuerdos esos días llenos de libertad, donde el aire fresco llena mis pulmones, la risa de Nataniel era la música que animaba nuestro caminar y la libertad del pensar y del actuar eran algo de todos los días, era algo que nunca pensé en perder, era algo que nunca pensé extrañar…
—No llores maldito omega…
—Dime tu nombre preciosidad….
—No toques lo que no es tuyo…
—Serás mío y solo mío entiéndelo de una vez…
Tantas palabras hirientes, tantas cosas que he vivo, tantos recuerdos que ahora parecen tan lejanos y cercanos a la vez.
Y todos por protegerte, todo por salvarte, no permitiré que vivas en un mundo, donde tienes que ser explotado, de diversas formas, únicamente por el deseo inepto de un hombre, en querer dominar el mundo…”
La suerte al fin nos sonreirá nuevamente cuando al fin, pudimos encontrar el lugar perfecto para construir nuestro refugio temporal, nuestro pequeño paraíso.
—Al fin, hemos encontrado el lugar perfecto Orión, Nataniel, al fin lo encontramos— era un hermoso claro lleno de arbustos con vallas y frambuesas, hacía mucho tiempo que no veía o comía frambuesas, sin duda eran una delicia; los árboles frondosos y con la suficiente luz y sombra para poder plantar y sembrar, todo con la cercanía de un pequeño rollo de agua cristalina; mi sueño hecho realidad.
“Sueño, sueño, Nataniel vamos a seguir recordando el pasado, para poder dormir con tranquilidad, en esta precaria realidad”
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