El sol llego, la mañana comenzaba y yo aún no quería levantarme, el trasnocho del día anterior me avía pasado factura pero los leves movimientos de Nataniel provocaron que me levantara y lo mirara, al parecer era el único con ánimos de comenzar el nuevo día. Suspirando comencé mi rutina estaba ves no comimos pescado si no un delicioso estofado con carne y vegetales enlatados, así a mucho que no probaba algo tan rico y con sonsa, al parecer no fui el único que pensó en eso.
Al ser el estofado, una mezcla parecida a una sopa cremosa, lograba llenarme con mayor rapidez que con el pescado; al quedar menos de la mitad del contenido de la lata, vertí algo de agua, en la misma y mezclando lo logre diluir el fuerte sabor y comencé a dárselo a Nataniel, quien ya avía terminado su botella con fórmula, para bebe; el pequeño comía gustoso por los nuevos sabores que lo ponían contento.
Sin duda alguna, toda esa estresante situación avía valido la pena con ver la hermosa e inocente sonrisa del ese tierno ángel entre sus brazos.
—Si es por ti, no temo dar la vida, para que siempre tengas esa sonrisa en tu bello rostro, mi pequeño bebe— bese su frente con gran cariño, esos momentos entre él y yo eran lo que más valía la pena.
Comenzamos nuevamente con nuestra rutina, después de que desayunáramos; montado en Orión y con Nataniel durmiendo detrás fuimos a la colina a observar al pelotón, algo estaba pasaba estaban muy inquietos, todos se movían de un lado a otro, sacando cajas de la carpa de provisiones y montando las una tras otras.
No podía ser, ¿será que habían descubierto que faltaban alguna cosas?, era imposible avía dejado todo, tal cual me lo encontré al entrar; pensé con horror, pero más aún al ver como el “sádico asesino de hombres” como yo mismo lo había nombrado, observaba a todo el pelotón, con una mirada seria y fría, hoy morirá alguien, inocente o no, quizás era mi culpa su muerte.
—¿Donde esta?... — logre escuchar lo que general les preguntaba, si era eviten que algo lo que quizás él se robó faltaba.
—General, se lo puedo jurar, nadie ha tocado esa caja, estaba amarada con cuerdas y tenía la nota pegada de “no abrir”, le puedo jurar que nadie la tomo— la voz de ese pobre hombre sonaba desesperada, pero se referían a la caja que estaba a mi izquierda la noche anterior, agradecí profundamente que no fuera alguna de las cosas de las que yo tome.
—A mí no me interesan las escusas, esa caja estaba ayer por la noche y hoy en la mañana no está, en donde se supone que yo mismo la deje— los hombres temblaron llenos de miedo y terror, no querrían sufrir la furia sanguinaria de su general.
Me pregunto, que abría dentro de esa caja, ¿que fuera tan importante como para que todo el campamento se volviera un baño de sangre?, era una clara pregunta que vagaba en mi mente, me baje de Orión decidido a quedarme, ver si quizás encontraba la respuesta a esa pregunta, quizás mi curiosidad no era muy bueno en estos momentos.
—!!Dije que la busquen, no me importa si tengan que voltear, todo el campamento debe de encontrar la¡¡
Los hombres siguieron correteando por todas las carpas, buscando y sacando, cajas y ropa, hasta que, eso era raro uno de los hombres se escabullo a la tienda de provisiones, saliendo del otro lado con algo entre sus manos. Era la caja desde esta distancia podía reconocerla, ¿qué era lo que se supone que planeaba el soldado?, si yo podía verle era obvio que el general también podía.
Lo cual no fue para nada equivocado, el general se levantó y quitando el seguro de su pistola, pude predecir a gran velocidad lo que pasaría y debía de alejarme lo más rápido posible, el ruido del disparo despertaría a Nataniel provocando que llorara y en cadena aria que Orión relinchara asustado, dando una clara señal de nuestra ubicación. Tomando a Orión de a rienda, subiendo me a su lomo le azote con la correa, en el cuello provocando que este saliera corriendo debíamos alejarnos lo más rápido posible el sonido del disparo, se trasmitiría por todo el bosque, e igual el fuerte llanto de Nataniel.
Me detuve al llegar al claro, aquí estaríamos seguros no podrían ubicar el llanto de Nataniel si a este le despertaba el disparo; hubo un extraño silencio por varios minutos y a fin sonó, el fuerte y seco sonido del disparo a la lejanía y Nataniel despertó llorando con todas sus fuerzas, suspirando comencé a calmarle con tranquilidad
“El sonido es algo de lo cual aún soy algo inexperto, a veces se disipa, pero otra vez rebota creando un sonar….”
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