Te busco todas las noches, entre las estrellas de mi ventanal.
Te busco todas las mañanas en los amaneceres escondidos tras el Instituto de Empresa.
Busco tus abrazos, en el roce caliente de las sábanas contra mi piel todas las noches.
Todos los días persigo tu aliento, en el roce del aire con mi cuello, que me recupera ese olor a mundo nuevo.
Ando buscándote siempre, y nunca estás.
Busco tu voz en todas las canciones que escucho.
Te busco en esa canción que, teóricamente era nuestra, y en esos tres minutos te encuentro, pero en cuanto la canción se acaba, tú también te vas.
Tus palabras entintadas en todos los libros de mi estantería. Esas palabras, procedentes de la tinta de tus venas.
Te busco.
Día y noche lo hago.
Te busco, porque añoro tu risa, porque añoro tus rizos, porque añoro tu todo.
Porque el recuerdo de tu risa, se ha convertido en un lento veneno, que me mata cada vez que me recuerda que no estás.
Existen días, en los que te encuentro, y que en esos pocos instantes en los que estoy contigo entre lágrimas te pido que vuelvas.
Tú solo vuelves, me besas las lágrimas de mis fallidas peticiones, y vuelves a desaparecer.
Eres el veneno, de cuyos efectos secundarios no me he conseguido recuperar…
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