3
Julian
El bosque de las almas perdidas.
Hace más de 10 generaciones el bosque era habitado por brujas de todos los reinos ya que decían que en su centro se encuentra el núcleo de la vida, y magia, de Gamaliel.
Al encontrarse tan cerca de dicho núcleo, comenzaron a prosperar y a ser frecuentadas por toda clase de personas, incluyendo la nueva generación de Príncipes, lo cual hizo que Finley, Rey Absoluto, pensara que estos conspiraban en su contra.
Finley visito el bosque buscando respuestas, las cuales revelaban que no había planes de asesinarlo, pero, paranoico, declaro la guerra contra las brujas, resultando en la perdida de muchas vidas inocentes.
El bosque quedo cubierto de sangre, con solo dos sobrevivientes, el Rey Finley, y la bruja del fin de los tiempos, Apocalipsis.
Apocalipsis maldijo el bosque y jamás volvió a ser vista. Mientras, Finley vago por el bosque hasta el fin de sus días.
Eso es lo que nos cuentan a todos desde el primer año en el Instituto.
Zaliki parece relajada, la daga moviéndose muy cerca de su pierna derecha, guiándonos. Si percibe algo no me lo hace saber.
“¿Conoces la historia de este lugar?”
Su voz recorre el bosque suavemente.
“Todo Ambrose la conoce, por ello no existe quien ponga pie en este lugar”
“Y aun así te atreviste a entrar, solo conmigo como tu compañera”.
Aunque, aun siendo el Rey, nunca he puesto la suficiente atención para ver si los pocos que se han atrevido a entrar han logrado salir. Después de todo existen rumores de tesoros olvidados, joyas bañadas en sangre.
Sonrío, a punto de responderle, cuando escucho que se detiene. Volteo hacia ella y la noto mirando hacia un punto fijo.
Es entonces cuando lo veo correr entre los arbustos.
“¡Ezra!” Salto de mi caballo y corro tras él, Zaliki siguiéndome.
“¡Ezra!” repito sin lograr que se detenga.
“¡Julian, espera!”, pero no puedo dejar de correr, solo veo a mi hijo alejándose cada vez mas.
“¡Ese no es Ezra!”
Escucho a Zaliki gemir de dolor y a mi derecha algo roza con mi oído.
Comienzo a sentir algo tibio recorrer hasta mi cuello.
La daga flota a toda velocidad hasta que choca con algo solido a unos cuantos metros de nosotros.
Me detengo y veo detrás de mí a Zaliki sentada en el suelo cubriendo su pierna. Esta herida.
“No sé qué paso, no debería haber hecho eso”, puedo verla hacer una mueca de dolor, me hinco a su lado y retiro su mano lentamente para ver.
“La herida no es profunda”.
Arranco un trozo de mi capa y comienzo a limpiarla, el resto lo ato alrededor de su pierna.
“Perdóname, no estaba poniendo atención”.
Ella niega con la cabeza.
“Debí escucharte Zaliki, después de todo, tu eres la mejor hechicera, tu percibes lo que yo no puedo en este bosque”.
Eso logro hacerla sonreír por unos segundos.
“Solo era una manifestación, Julian, lo siento…”
Desvió su mirada, y lo entendí.
Una manifestación solo podía significar que Ezra estaba muerto, y quería que cuerpo fuera encontrado.
“Deberías ir”, coloca su mano sobre la mía, “Julian, pase lo que pase, estaré aquí”.
Asentí, tomando su mano unos segundos.
Camine hacia el norte después de asegurar a Zaliki en su caballo.
Puedo sentir su mirada hasta que me pierdo entre los árboles.
*
El silencio era absoluto, sin embargo…
Podía sentir el viento moviendo las hojas de los arboles, las hojas crujiendo bajo mis pies, las nubes despejando el cielo.
La luna guiara tu camino.
Una voz resonó en mi cabeza.
Te ayudaremos a recuperar lo perdido.
Unas cuantas más se unieron a la anterior.
Sigue la luz.
Camine más rápido.
Confía en nosotras.
Ezra.
Confía en tu corazón.
Mi hijo.
Sentí mi corazón acelerarse mientras un claro se abría frente a mí.
La luna te mostrara tu destino.
Me detuve, cegado por una luz.
Era tan intensa que parecía ser un nuevo día, a mi alrededor, el viento hacia danzar las hojas y las flores, y por unos instantes, pude ser parte de todo ello.
El bosque no estaba embrujado, estaba lleno de las almas de todos los caídos, y ellos estaban guiándome.
Tras unos segundos, todo se detuvo, y, tras un parpadeo, la oscuridad regreso como si la luz nunca hubiera estado ahí.
“¡Julian!”
“Zaliki, ¿lo viste? ¿Las escuchaste?” No pude evitar tomarla por los hombros, “Esta aquí, Ezra está aquí”.
Pude sentir las lagrimas rodar por mis mejillas, pero Zaliki permanecía inmutable.
“La escuche, la diosa Luna, te seguí, pensé que“ Se detuvo repentinamente, “Julian…”, su mirada se fijo detrás de mí.
Enterrada en un árbol se encontraba la fina daga plateada, bajo ella, un niño abrazaba sus rodillas, asustado.
Pero no era Ezra.
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