Una noche empieza a caer la lluvia. Ya lleva poco más de una semana. Había conseguido algo para comer pero solo eran unas pocas bayas. Encuentra un hoyo cerca de un pequeño monte en el que se puede cubrir de la lluvia. Sentado, en el sólido suelo de roca y apoyado en la pequeña pared de barro y más roca, comienza a recordar a su familia, a sus padres, a su novia. Todos ellos. Momentos en los que le decían que lo querían, que no hay nadie tan gracioso como él. Siempre alegraba el ánimo del ambiente. -Deben sentirse tan solos.- Pensaba. Pero lo que más lo hacía pensar esa noche, era lo que le habían dicho sus padres. "Se perseverante, hijo. Con gran esfuerzo conseguirás lo que sea". "Nunca busques el camino fácil". Y así lo había hecho. Tenía pasión por su trabajo, una novia que amaba. Aún no puede comprender, como terminó ahí. ¿Qué hizo él para terminar en aquél lugar y por qué ha pasado una semana y no ha podido llegar a su hogar aún? Algo tenía que estar haciendo mal. Entonces recordó que cuando despertó en las hermosas llanuras tomó un camino, el de los coloridos árboles. ¿Qué había en el otro lado? El bosque de pinos. Así que solo quedaban dos opciones. Si hacia su izquierda había un río que conectaba con su derecha, debía ir hacia adelante o hacia atrás. Sea cual sea el camino, tenía que volver. Decidido agarró su lanza y salió de la cueva camino a donde empezó, a las hermosas llanuras. Mientras caminaba, sentía que lo perseguían. Los arbustos y árboles de sus costados se movían. Hay alguien detrás. Comenzó a correr y sintió pisadas de un animal. Es la criatura que lo acechaba. ¿Qué es? ¿Es un oso? ¿Es un león? Finalmente sale del bosque de pinos, frente a él ve los árboles coloridos. Siente una sensación de familiaridad. Pero una de las manos de la bestia lo botaron, cayendo y soltando la lanza. Trató de recuperarla pero el monstruo le atraviesa las piernas con sus garras y lo acerca hacia él. El animal lo desmiembra y lo devora.
Todo es negro...
Bruscamente sus párpados se despegan entre ellos para abrir paso a la luz del sol. El hombre se levanta confundido del césped que lo acogió mientras yacía en aquellas hermosas llanuras. -¿Dónde estoy?- Se preguntó. A lo lejos, a su izquierda vio unos coloridos árboles. A su derecha, un bosque de pinos. Pero vio algo más. Un extraño palo. Caminó hacia él. Parecía que alguien vivía ahí y era una lanza. Por un momento pensó que quizás una tribu lo había raptado, pero no hay indicios de ningún tipo de civilización. El hombre decidió que debía buscar su hogar y caminó hacia su derecha, dónde estaba el bosque de pinos, ya que a ese lado vio aquel palo con una punta. Al llegar se cruza con una laguna. -Seguramente se desprende de aquel río.- Y siguió el río. Pasó cerca de un pequeño monte que tenía una cueva, o más bien un agujero que de ser más grande sería una cueva. Solo habían unas cuantas bayas así que las tomó y continúo caminando por el río. Comenzó a anochecer pero decidió seguir, no estaba tan cansado y aún tenía las bayas que decidió no comer por si no encontraba otra cosa más para hacerlo. Mientras caminaba por el bosque sentía que algo lo acechaba. -Debí quedarme en esa cueva- consideró asustado. - Al menos por esta noche.- Pero siguió su camino. Sentía pasos lentos tras él, pero cuando volteaba a ver no había nada. Finalmente llegó un momento en el que no pudo más. Guardó las bayas en su bolsillo y se recostó debajo de un árbol. Incómodamente se durmió.
Al día siguiente, el sujeto se levantó y sacó una hoja del árbol. Se acercó a la orilla del río y sacó agua con la hoja como pudo. Se hidrató un poco y se comió una baya. -Mejor esto que nada, debo tener energías para seguir.- Habló mientras se lavaba la cara con el agua del río. Una vez listo, siguió caminando. Al rato (una o dos horas) pasó cerca de lo que pudo en algún momento ser la fogata de alguien. Se preguntó el hombre si realmente estaba solo en este lugar, pues encontró una lanza, se sintió perseguido en la noche y ahora esto. -Creo que seguir el río me ayudará a encontrar a quien sea que viva por acá.- Y siguió caminando. El río seguía por un camino de árboles diferentes. Ya no eran pinos. Eran los coloridos árboles que vio cuando despertó en las hermosas llanuras. Sin embargo, más allá el río por el cual pasaba no seguía por aquellos árboles de hermosos colores. Más bien a medio bosque se desviaba y llegaba a un lugar con pasto seco y árboles sin hojas. Frente a él habían unas montañas no muy altas ni empinadas. Pero más allá, parece haber un volcán. Se acercó a las montañas y subió un poco por el relieve del lugar. Ahora podía ver el bosque de árboles coloridos frente a él, y más allá el bosque de pinos. Y en medio de ellos, las hermosas llanuras en dónde despertó el día anterior. Al ver más allá, encontró detrás de las montañas una cueva. -Más señales de vida.- Se le ocurrió, así que se acercó. Antes de entrar se dio cuenta de que estaba atardeciendo. Entonces eligió entrar rápidamente y ver si podía quedarse ahí. Al ingresar en aquel aterrador agujero, su vista se comenzó a nublar de oscuridad. Veía sombras entre más oscuras sombras. En eso escucha un ruido cerca suyo, a sus espaldas. Pero no hay nada tras él, solo la salida. -¿Será a mi costado?- Pensó mientras rápidamente giro a ver a su lado. Pero no había nada. En aquel instante, una gota de un líquido viscoso cae sobre su brazo, interrumpiendo su atemorizado razonamiento. Arriba de él ve una figura más oscura que el propio cielo de la cueva. Una silueta con extremidades grandes y largas que empiezan a moverse. Conforme se despegan del techo, el hombre corre despavorido hacia afuera. Una vez sale se queda parado afuera pensando estar a salvo. -¿Era eso una maldita araña gigante?- Entonces se escucha un golpe dentro de la cueva. El sujeto asustado comienza a alejarse lentamente, caminando hacia el volcán. -Debí ir por el bosque de árboles coloridos.- Lloró; -Ese debió ser el mejor camino, al menos más fácil que este.- De la cueva salen las patas de la bestia y el hombre se percata de el largo cuello de aquella gigantesca alimaña escamosa. Gritando y corriendo sale con dirección hacia el volcán. Ya no le importa como luzca el camino, que tanta hambre y frío tenga, que tan empinada sea la montaña, solo quiere escapar de ese monstruo y llegar a su hogar, volver a ver a su novia, a sus amigos. El volcán es alto y la bestia muy rápida, pero tiene que hacer un esfuerzo. Así que trepa las rocas en las faldas del volcán como puede con tal de escapar de su muerte. Debe lograrlo. Pero el monstruo es más fuerte, más grande y puede escalar tan fácil como le es al hombre respirar. Está a punto de alcanzarlo así que el hombre comienza a lanzarle piedras, pero ninguna le hace daño. Hasta que sin quererlo, una roca en la que se apoyó para subir se desprende de la montaña y cae sobre la cabeza del horrible bicharraco. Le hace suficiente daño como para que una de sus patas se desentierre de las faldas de la montaña y casi caiga, lo que le da tiempo al hombre de subir lo más rápido que pueda sin problemas. No obstante, el animal es infatigable, es una máquina inaveriable, y sigue subiendo para obtener a su presa. Mientras escala el gran volcán de dónde salió el río que siguió por dos días, el hombre recuerda a su familia, a su novia, a sus amigos. Lo que le enseñaron; "debo ser tenaz". El hombre sigue su camino hasta llegar exhausto a la cima del enorme monte de roca. Tumbado, el hombre ve a su lado y la criatura está a centímetros de llegar a la cima. Voltea su cabeza y al otro lado está el cráter del volcán, un hoyo de magnitud titánica que parece no tener fin. Sin embargo escucha un constante retumbo. No entiende de dónde viene. Se levanta para comprender que sucede y al parase por completo se percata de que no está frente a un cráter, sino frente a una catarata colosal que cae dentro del monte. Bajo el precipicio de agua no se contempla más que niebla y oscuridad, pero solo le queda una opción. Atrás suyo está el horripilante monstruo y por delante tiene un precipicio gigante. Es probable que haya abajo agua, pero desde esa altura también es probable que nada sobreviva. No puede pensarlo mucho. El hombre se lanza. Mientras cae el ruido se detiene, el cansancio desaparece, todo se torna oscuro, todo es oscuro, todo es incoloro, todos es invisible, todo es negro.
Todo es negro...
Suavemente sus párpados se despegan entre ellos para abrir paso a la luz del sol. El hombre se despierta en una cama blanca en una habitación blanca. La caída no lo mató, lo salvó.
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