Los hermanos se dirigían a sus habitaciones por sus respectivas armaduras. Antes de separarse, se detuvieron afuera del cuarto del chico.
─Será un gran encuentro, seguro saldremos victoriosos. Nero, les enseñaremos quienes somos los Lundberg, ¡se arrepentirán de haber venido! ─dijo el príncipe con demasiada exaltación.
Nero tomó del brazo a Raidha, deteniéndolo con un pequeño jalón, se puso en frente de él y dio un suspiro.
─Rai, quiero que lleves esto contigo ─le puso en la mano una bengala.
─ ¿Qué?, No necesito nada de esto ─molesto le regresó el objeto ─. ¿Acaso no confías en mí?
─No es eso, Helios seguramente irá tras de ti. Tú has sido bendecido por el poder de dos diosas kivet, además… ─hizo hincapié en esta última palabra ─. Eres una de las dos personas que han llegado a herirlo ─volvió a poner en su mano la bengala.
─Pues ahí lo tienes, no hay razón para que YO, lleve algo como esto ─tiró el objeto al suelo ─. Recuerda, este sujeto siempre está a mi lado ─tocó la armadura de Heimon haciéndola resonar. Entró a su alcoba, seguido por su hermano y su guardaespaldas.
─Si en la pelea quedan ustedes dos contra Helios, o usas ésto para pedir refuerzos, o te retiras del combate ─su ceño estaba fruncido y entregó la bengala a Heimon ─. Es una orden.
─ ¿Crees que voy a perder la batalla o necesitar ayuda? Soy más fuerte que tú ─le mostraba una sonrisa descarada.
─ ¡Raidha, no quiero que te pase lo mismo que a Aaren! (1) ─gritó enojado golpeando la puerta con su puño.
Su hermano que siempre había sido como un padre para él, al que tanto admiraba, su modelo a seguir, no solo “atacaba” su orgullo con tales palabras; le mostraba que no tenía confianza en él y más encima creía que le iban a asesinar. Al menos de esa manera lo percibía el príncipe, quien por cierto estaba en pleno furor de su adolescencia.
─Nero, no necesito que te preocupes por mí a esos extremos ─trataba de reprimir su ira ─. De hecho, te mostraré que lo puedo vencer, ¡Raidha Lundberg, el príncipe que derrotó al tirano emperador!, JA JA JA ─tomó una pose victoriosa sobre su cama─. La bengala la deberías llevar TÚ. Quien tiene más probabilidades de morir, es su majestad ─hizo una reverencia de burla ─. Y si te mueres, por lo único que serás recordado es por ser el peor Rey de Iskyla, quien permitió que el imperio arrasara con la ciudad.
─ ¡Raidha Lundberg! ─le echó una mirada fulminante, mordió sus labios para no decir algo de lo que podría lamentarse, se calmó un poco ─. Eres imposible cuando estas así ─cerró sus puños, dio media vuelta y habló en tono serio ─. Vayan al patio central cuando estén listos, apresúrense.
─Sí, ya lo sabemos, ahí estaremos.
•◊◊◊•
En el cielo de Iskyla se desvanecían los últimos fuegos pirotécnicos negros, los civiles corrían a tomar refugio, los soldados recibían órdenes para luchar. En la torre más alta del castillo, se encontraba el mecanismo para desplegar el escudo de la ciudad. Era una cúpula de electricidad que envolvía el perímetro de la ciudad, había estaciones donde se sellaba el escudo. A simple vista era como un manto amarillo transparentoso; pero al tratar de atravesarlo por fuera, quien lo intentaba, recibía un shock mortífero. Había que ser muy fuerte para poder cruzarlo.
Nero lo activó. Prosiguió a usar sus poderes kivet para hacer que cayera una lluvia intensa, esto tenía dos propósitos: el primero, con sus enemigos empapados, se volverían más vulnerables a las corrientes eléctricas; y el segundo, al entrar en contacto con el escudo, el agua se evaporaba causando una neblina, evitando que el enemigo viera los movimientos de Iskyla.
Helios se percató del objetivo del rey ─Tsk, era de esperarse algo así, no por nada son mis rivales más fuertes. Seguiré tu juego, será divertido ─dijo con una sonrisa en su rostro.
Dragones por el cielo, soldados por tierra y mar atacaban sin hacer rasguños al escudo ni lograban atravesarlo. Al contrario las tropas imperiales sufrían quemaduras graves o quedaban completamente carbonizados.
─ ¡Raynard! ─se acercó al emperador un chico de armadura negra, cabellos verdes que desprendía chispas eléctricas de su cuerpo; era un centinela obscuro. Se arrodilló ante el emperador.
─A sus órdenes, su eminencia.
─El escudo debe hacer contacto en el suelo con algún tipo de estructura… ¡desmantela ese escudo!
─ ¡Enseguida! ─el joven se marchó como un rayo veloz.
Nero estaba por salir al patio central para levantar la moral de sus hombres, pero una hermosa dama le detuvo. ─Al fin llegó cariño, una oportunidad para detener de una vez por todas al imperio ─dijo la esposa del rey al acariciar la mejilla de éste. Arleene Lundberg: de largos cabellos rubios trenzados, ojos color jade, quien desde muy joven, dominó las habilidades curativas de la kivet herbal.
─Así es, iremos con todo ─abrazaba por las caderas a su mujer ─. Necesito que tus tropas asistan a los heridos rápidamente, no será un día fácil.
─Ahí estaremos… ─la sonrisa de su rostro se desvanecía ─. Hmmn, pero algo te preocupa… y no es el enfrentamiento…
─… Raidha y sus cambios de humor ─Arleene preguntó por lo sucedido ─. Se ofendió porque me preocupo demasiado por él ─rodó sus ojos ─. También porque le dicté que pidiera ayuda si se enfrenta a Helios…
─Aww, querido.
─Cielo, solo asegúrate de que tus mejores sanadores vayan en su dirección, por favor.
─Lo haré ─se dieron un beso y ambos salieron al patio central.
─Su majestad, estamos listos ─Rasmus señaló al ejército.
Nero asintió en agradecimiento, dio unos pasos al frente donde todos pudieran verlo, aclaró su garganta.
─En unos momentos nos espera una ardua batalla, una bestia con miles de espadas y lanzas rodea nuestro hogar, amenazando todo lo que amamos y por lo que vivimos. No será fácil detenerle, sin embargo yo creo en todos y cada uno de ustedes. No dejen que la duda e incertidumbre apague la gallardía y valentía de sus corazones, si el enemigo los derriba, se levantarán; si ellos los golpean, les pegarán más fuerte; es hora de dejar salir al león que llevamos dentro. Todos somos parte de Iskyla, el reino que no ha caído contra el imperio, ¡Tomen sus armas y peleen a mi lado!
─ ¡¡¡Woaah!!! ─gritaba con enjundia el ejército.
─ ¡¡Al ataque!!
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(1) Aaren Haugard: fue un viejo amigo de Nero. En su juventud, lucharon juntos en numerosas ocasiones salvando pueblos y ciudades que caían bajo las garras del imperio. Después Nero se convirtió en rey y Aaren en uno de los cinco guerreros élite de la ciudad de Hegyerdös. Sin embargo año y medio atrás de esta historia, Helios atacó y devastó la ciudad asesinando con facilidad a Aaren, quien cabe mencionar, fue la otra persona que había llegado a herir al emperador. Si quieren ver cómo murió Aaren… pues ahí sí deben leer mi webcómic (capítulo 18).
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