Las plagas habían arrasado con la cosecha; pero esta no era una cosecha de trigo, esta era una cosecha humana. La gran nación de Set Ren’thar había sufrido una terrible enfermedad que asoló los vientres femeninos, impidiendo a toda una generación el poder tener descendencia. Entre las mujeres afectadas se encontraba la esposa del Faraón. Egipto había estado en una cruenta guerra civil que había durado años. Las tropas del Alto Egipto, cuyos ciudadanos rendían culto al Dios Horus, lograban ganar una gran cantidad de terreno a cada día que pasaba. Varias ciudades habían caído y sus pobladores eran asesinados o debían rendir culto al Dios Horus, Hijo de Osiris e Isis. Por otro lado los sacerdotes de Set creían que su dios les había abandonado, ellos decían que posiblemente Horus habría finalmente acabado con Set, siendo esa la razón por la que una generación entera sufrió la esterilidad. Sin embargo el Gran Padre de Set Ren’thar no creía eso. Él pensaba que algo más iba a ocurrir. Una noche, completamente negra y sin estrellas, cuando el clamor de la ciudad y los llantos eran tan grandes que se fundían con el sonido de los animales nocturnos, fue que el Faraón se dirigió al templo de su dios a pedirle ayuda. Sentía gran pesar en su corazón debido a que las esperanzas de toda una nación estaban muriendo mientras que sus enemigos se alzaban con la victoria.
Poniéndose de rodillas ante la estatua de un humano con una cabeza extraña, parecida a la de un chacal; pero con un aspecto similar al de un Cocodrilo, llorando como si fuese un bebe antes que un hombre adulto. Fue que en esa noche sin estrellas el Gran Padre le oro a su Dios.
- Gran Set- le decía el Faraón bajando la cabeza, su voz se oía como un lamento- tú que guías nuestro pueblo a la vez que peleas contra las injusticias de tu hermano y su hijo, ahora pedimos tu ayuda, Set Ren’Thar está en peligro. Una enfermedad ha esterilizado el vientre de nuestras mujeres, incluida la mía. Te pido, por favor, que nos des una señal de ayuda, aunque no mas sea un hijo para que herede el trono
Luego, levantando la cabeza, vio como la estatua parecía observarlo con unos ojos rojos, el Faraón sabiéndose solo en dicho templo le confesó
- Te pido un hijo gran señor, mi esposa desea ser madre y yo deseo ser padre, dame un pequeño para que podamos querer, a la vez que haya alguien que pueda heredar el trono, ¡por favor!, ¡te lo suplico!
El sonido de varios cuervos graznando fue lo que recibió en respuesta. Aquello dejo intranquilo al joven Faraón, de veinte años, que no hacía mucho acababa de heredar el trono. Los graznidos eran muy fuertes, al punto de que el mismo Faraón decidió levantarse y huir del templo debido al miedo que sentía.
Sin embargo, sus pedidos fueron concedidos.
Ambos nunca olvidarían el día que conocieron a su hijo, era tarde, posiblemente casi media noche; pero tanto el joven Faraón como su esposa miraban el cielo sorprendidos por cómo se veían las estrellas dicha noche. Las estrellas se veían extrañas en el firmamento e incluso se podía observar otras cosas. Parecían ser círculos rosados o blancos que mostraban un sol en su centro o una negrura en otros. Después miraron al Nilo donde un pequeño barco de un metal extraño se acercaba a ellos, tras de sí se podían ver las constelaciones, las galaxias y los universos en el firmamento.
El Faraón sorprendido le dijo a su esposa
- ¡Trae al sacerdote de inmediato!
- ¡Sí!- exclamó su mujer yendo a buscarlo
Aquel líder se acerco a donde estaba la barca, que parecía una cuna antes que un barco pequeño, esta era de un metal negro con unos jeroglíficos que decían
“ALABEN AL HIJO DE SET”
Corriendo con alegría, el Gran Padre de la nación de Set Ren’Thar se adentro en el rio Nilo para poder tomar dicho barco y abrir su compartimiento. Dentro del mismo había un bebe pequeño, de ojos celestes, con piel blanca. Sonriendo el Faraón lo tomo agradeciendo al Dios Set por atender sus suplicas. Su esposa volvió con el Sacerdote, que honraba a Set, para que este los bendijese. Aquella misma noche fantasmal, en donde se podían oír los sonidos de los Dioses y donde el mismo Set pareció dar acto de presencia con unos ojos rojos que les miraban desde el firmamento, el Gran Padre de Set Ren’Thar presentó delante de todos a su hijo y futuro soberano.
- ¡Atención pueblo de Set Ren’Thar!, ¡aquí les presento a su futuro soberano!, ¡al gran Renseth, el hijo de Set!- después le mostro al pequeño mientras que todos gritaban de felicidad, con dichos gritos se podían oír los aullidos de los chacales , las risas de las hienas y los graznidos de los cuervos; pero también se escucho la gran, como también potente, risa del Dios Set
Esa noche Renseth el Señor De La Guerra había nacido.
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