El viento movía la cortina azul transparente de su ventana, de marco blanco y abierta casi a la mitad, una brisa fresca de verano soplaba sobre su cuerpo, sintiendo como las luces azul brillante de neón de los faros de afuera iluminaban esa parte en especial de su habitación. Incapaz de conciliar el sueño, Alex Reinman se encontraba despierto mirando la luna sin un motivo aparente excepto el de querer contemplarla. De cabello negro corto con ojos oscuros, tez blanca y un rostro que todavía no había conocido del todo su primer afeitado, aquel joven de 19 años solía quedarse despierto hasta tarde contemplando la Luna y descubriendo su cuerpo durante las noches solitarias.
No era el muchacho más popular de su instituto y encontrándose cerca de la graduación, Alex no había conocido el tacto femenino durante varios años. Muchos de sus compañeros que tenían novias ya habían tenido la grata experiencia sexual; pero Alex no era un capitán del equipo de futbol americano, tampoco era un muchacho físico culturista como los héroes de películas de acción. Su cuerpo era delgado, no era esquelético; pero si iba camino a convertirse en una rama andante. Aunque no llevaba gafas, sus pequeños granos en su frente lo hacían ver muy desagradable para las chicas y como un extra para su ya bastante mala reputación, Alex era asmático. Moriría Virgen, eso ya lo sabía; pero tampoco significaba que lo aceptase.
Dándose vuelta en su cama desordenada, Alex intento dormirse, sin mucho éxito al principio. Estuvo cerca de lograrlo cuando oyó un ruido afuera, parecía provenir de la calle.
Intrigado se levantó de su cama suponiendo que vería un gato o un perro vagabundo hurgando en la basura, cuando se asomo a la misma ventana fue que encontró un camión de mudanza estacionado frente a su casa, el conductor se veía muy delgado y un poco pálido; pero los que llevaban los muebles eran más robustos, como también callados. Al parecer tenían un nuevo vecino
“Menuda hora para mudarse” pensó Alex sonriendo mientras veía su reloj digital que decía: 4:00 AM
“Me pregunto qué tipo de loco se muda a esta hora de la mañana” pensó Alex riendo, cuando tuvo su respuesta al ver a la nueva inquilina. Era hermosa, llevaba un vestido negro cuya falda le llegaba hasta donde empezaban las piernas, sus mangas eran negras y transparentes, sus botas negras entonaban aun más la belleza de sus piernas. De cabello rubio y ojos verdes como si fuese un rubí, con senos grandes, redondos casi perfectos, con la raya que los resaltaba visible solo hasta donde comenzaba su negro escote, su boca roja parecía incitar al que la viese a besarla. Sus pestañas tenían unas sombras de color violeta que detonaban su sensualidad.
Alex la vio y sin saberlo comenzó a sentir un rubor que le hizo perder el aliento, intentando no jadear debido al asma, continuo viendo en silencio a su nueva vecina. Su modo de pararse y de darles indicaciones a los hombres de la mudanza le daban un tono tan imperante como atractivo que la hacía ver única entre las demás, sin saberlo Alex sintió un deseo instintivo que no parecía separarlo de los animales en celo. Viendo a su vecina, comenzó a bajar su mano hacia donde estaban sus calzoncillos blancos, su moral intentaba dar pelea todavía y con la conciencia como caballería indicándole lo malo e incorrecto de lo que estaba por hacer, por no decir ilegal, su mano se resistía; pero el aspecto como también el modo imponente y casi salvaje de ser de aquella hermosa mujer hicieron que el instinto prevaleciese, era algo similar a las tropas del Faraón intentando pelear contra el mar rojo que iba a aplastarlos sin importarles las lanzas junto a sus carrozas con arcos y flechas.
Ocultando su mano sobre su ropa interior y tomando su serpentino amigo, Alex comenzó a satisfacer aquel pecaminoso pensamiento, ella le atraía, le impedía pensar, nunca mujer alguna había tenido ese efecto en él. Trato de no jadear, trato de no sobre excitarse; pero aquel baile solitario era demasiado fuerte para poder tomarlo con calma, la mujer dejo de dar mandos para luego comenzar a olfatear, Alex estaba por llegar al clímax cuando la mujer miro hacia su dirección.
El pudor, la vergüenza y el miedo aparecieron para ayudar a la moral junto a la conciencia como si de un Deux Ex Machina se tratase. Totalmente aterrado, Alex se alejo de la ventana con una rapidez inmediata mientras se decía a si mismo
- Tranquilo Alex, ella no me vio, no pudo haberlo hecho en plena oscuridad- luego se dirigió hacia su cama intentando tranquilizarse
Estuvo así unos minutos, esperando que llamasen a la puerta de casa para hablar con sus padres pidiéndoles explicaciones de por qué su hijo adolescente le gustaba recibir a los nuevos vecinos con su mano en los calzoncillos y también para pedirles un poco de azúcar.
Espero por varios minutos; pero nadie llamo, pasada una hora Alex se tranquilizo pensando que ella no le había visto, por lo que esta vez más tranquilo y en un lugar más seguro que era su cama, decidió terminar lo que había comenzado sintiendo que le daba una gran bienvenida a su nueva vecina. Sabía que no tendría nunca una chance con ella; pero poco le importaba, al menos esa noche en su imaginación él estaría con ella en privado y sin ningún pudor o moral que les interrumpiese.
Luego de acabar su aventura imaginaria, Alex finalmente se durmió. Sin saberlo, la mujer aun estaba allí afuera observando y olfateando con una mirada seria, con una expresión también de enojo o posiblemente de curiosidad. Luego de unos minutos ella cerró los ojos y sonrió.
Lucius se encontraba en su apartamento, en pleno centro de Los Ángeles, bebía un poco del Whisky que le había robado al difunto Herrera. Mientras acercaba la botella hacia su boca intentando olvidar el pasado, los recuerdos lo tomaban de sorpresa. Tomó unos sorbos del Whisky; pero las imágenes lejos de desaparecer, volvían con más fuerza. Sus cabellos rubios junto con sus ojos castaños, de una sonrisa angelical. Ella era la mujer más increíble que hubiese conocido en sus años de servicio como oficial de policía, una autentica policía, una mujer de acción como pocas había en la realidad. De piel blanca y vistiendo una camisa blanca con unos pantalones vaqueros grises, botas con tacón marrón junto a una campera de cuero negro. Recordaba como ambos se amaban, cuando se casaron, cuando planeaban tener familia; pero también recordaba lo ocurrido haría un año atrás. Molesto tiró la botella al suelo mientras se masajeaba las sienes, fue su culpa, si solo hubiese disparado en ese momento en lugar de intentar razonar con ese sujeto, debió apretar el gatillo. Ella estaba muerta por su culpa.
Se quedo sentado sujetándose las sienes con la balada de rock que seguía sonando en la radio, estuvo despierto recordando el pasado durante toda la noche.
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