En poco tiempo Zero se adaptó al trabajo. Era simple, debía comprobar que todos los pasillos, estantes y libros permanecían en orden. Tarea fácil si no fuera porque las personas cogían los libros y los colocaban en cualquier lado: los dejaban en una esquina, en la mesa, en una estantería que no es, entre otras cosas. Usar algo de magia le permitió detectar el movimiento de libros, lo que reducían su tiempo de tener que buscarlos allá donde los dejaran y después volver a encontrar el sitio al que pertenecían. Ese tiempo libre lo usaba para leer, en ocasiones no dormía para terminar algún libro interesante que caía en sus manos. Esa tarde se había recluido en una esquina del pasillo de novelas, un lugar muy poco frecuentado y que le permitía pasar desapercibido y leer tranquilo sentado en el frio suelo. Otra ventaja es que tenía una ventana cerca.
- ¡Hola, Zett!
- Maestra- respondió seco mientras giraba la página del libro.- Llámeme Zero, para no confundirme. Me estoy acostumbrando aun.
- Eh… ¿Vale?- se deprimió al ver la poca reacción que puso su alumno al aparecer frente a él.
- A fin de cuentas, los nombres que dan los humanos son efímeros y superficiales.- Recalcó el niño.
- Correcto- se puso de cuclillas frente a Zero.
- ¿Viene a darme clase?- preguntó sin alzar la vista.
- No, solo venía a ver cómo estás. Noto tu magia por toda la biblioteca, has marcado los libros para saber dónde están. Eso no te lo he enseñado.- Sonreía bajo su capucha.
- Si no hacía algo así, me pasaría todo el rato corriendo de un lado a otro. Con esto nadie se puede quejar del orden, además de tener tiempo para leer. Ya llevo tres pasillos.
- ¡Qué dices!- se levantó y observó las dimensiones de estanterías y libros por pasillo.- Te vas a enfermar. ¿Cuánto hace que no duermes?
- Estoy bien, Maestra. Mejor que mis padres- ahora alzó la vista del libro para dirigirle una mirada de rencor.
La maestra suspiró, sabía que le iba a guardar rencor, ira o rabia, pero ella no podía haber hecho nada y aunque le costara, Zero, tenía que reconocerlo.
- Te seré sincera, tu vida no será fácil, por eso tienes que fortalecerte. Lo sé, no es fácil y yo no soy la indicada para decir nada porque no puedo intervenir, pero deseo que puedas ser feliz. – dijo aquello mientras se esfumaba a la misma velocidad en la que apareció.
- Qué fácil es decirlo, Maestra. Aun así, me alegro de haberte visto- cerró el libro para secarse un lagrima.- Ya han movido otro libro a una estantería equivocada- se aclaró la garganta mientras se levantaba.
Para sorpresa de Zero, quien había movido el libro no fue algún hombre de los que frecuentaban la biblioteca, sino uno de los esclavos que trabajaban allí. Hasta ese momento, Zero había estado haciendo todo por su cuenta y comiendo apartado de los demás por lo que esta sería la primera interacción con otros esclavos.
- ¿Por qué estáis mezclando los libros?- preguntó observando al joven más alto que tenía el libro en la mano, iba junto a otros dos chicos más.
- No te enfades, solo lo estaba colocando donde toca- respondió metiéndolo en un lado cualquiera de la estantería.
- Lo dudo. Ese libro no es de este pasillo, además todos están en orden alfabético- respondió de forma seca y tajante- No sabes ni leer.
- Oye, ojito con lo que dices, novato- dijo eso mientras agarraba de la camisa a Zero- ¿Te crees privilegiado por saber leer? ¿Por hacer solo el trabajo de ordenar libros?
- No, pero que no me escupas al hablar, si me parece un privilegio- señaló con desdén.
- ¡Uy! Tú te los estas buscando. No te acomodes, porque no sabes la que te espera.- dijo tirándolo al suelo de un empujón.- Soy Vint, grábatelo en la sesera, porque te arrepentirás si me desobedeces. Seré tu peor pesadilla.
- ¿Peor que unos bandidos matando a tus padres? Lo dudo- respondió indiferente Zero.
Ante aquello, Vint estaba furioso y quería golpear a Zero pero en ese momento pasaron varias personas cerca y tuvo que retenerse. Se marchó seguido de sus dos lacayos.
- Genial, parece que la existencia se hará cuesta arriba- suspiró mientras se levantaba y arreglaba la camisa.
Recogió el libro que habían descolocado y al salir del pasillo se encontró con Luc.
- Te voy a dar un consejo, no busques enemigos. Todos te menosprecian y tratan mal, como para que tú tengas esa personalidad que atrae a los problemas. Sí quieres vivir tranquilamente, síguele la corriente. Aquí nadie te va a defender. – le aconsejó el guardia mientras cambiaba de turno con otro.
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