La luna iluminaba su habitación. Aun no había tocado su cena y el apetito no parecía querer aparecer todavía en su estomago. La emoción de su primera batalla en la vigía parecía opacar toda necesidad que pudiese tener. Incluso el dormir parecía estar siendo opacado por la emoción de batallar. Por desgracia, para él, su amor por los sueños alocados le hizo tener que serenarse, pensó en la primera vez que soñó algo que lo entretuvo tanto por varias horas. Acostándose en la cama intento recordarlo, intento visualizarlo, luego fue que recordó el momento. Tenía cinco años en ese momento, aun no pasaba por su cabeza la idea de ser faraón siquiera; pero lo que soñó fue tan vivido que incluso le parecía increíble haberlo olvidado después, en especial por lo sencillo que se veía aquello, cerrando sus ojos recordó aquel sueño, antes estaba la nada y después un… un… un…
Pensamiento. Algo nuevo, algo distinto que no estuvo antes, que toda esa enorme mente colmena no pudo siquiera imaginar durante eones, ¿Cuál fue ese pensamiento? No lo sabía, por lo menos en el sueño no era tan claro como lo podría haber sido en la vigía.
Después fue un caos. Primero fueron los colores, después las estrellas, luego las constelaciones y finalmente las galaxias junto a sus respectivos mundos. Veía a los colores como seres sin forma, seres de un poder tan increíble que los mismos dioses egipcios palidecían en comparación a ellos. El color negro, tan poderoso capaz de crear todo con solo pensarlo.
El color blanco, un ser que podía mantener al Negro bajo control; pero le era imposible hacerle frente. El Color Verde, un ser puro que parecía querer buscar un lugar donde poder estar en soledad y tranquilidad. El color amarillo o dorado, su poder lo aterraba aun en sueños, equivalente al mismo Sol, aquel color resplandecía con la misma intensidad e incluso un calor amoroso lo rodeaba, este parecía interesado en explorar lo desconocido, en sencillamente conocer y aprender. El color naranja, al igual que el Dorado, este también era poderoso, posiblemente no tanto como el anterior; pero se podía sentir el mismo calor junto al mismo cariño, solo que este quería al Dorado como si de su hermano se tratase, ambos parecían estar hechos el uno para el otro.
También estaban los otros colores que parecían más agresivos en comparación. El color Azul, este parecía estar lleno de odio, de resentimiento, deseaba hacerle daño a algo o a alguien, su interior era tenebroso debido a la ira que poseía. El color Rojo, este no tenia ira; pero era maldad pura, aun en sueños podía presenciar toda su crueldad interna que resplandecía convirtiendo su rojo en un fuego abrazador que dañaría a todo aquel que lo tocase.
El color Morado por otro lado parecía ser más tranquilo, el color marrón también se veía interesado ante lo que veía, el rosa junto con el Violeta parecían estar igual de desinteresados.
Luego vio a los colores partir en distintas direcciones. El Dorado junto con el Naranja se fueron en una dirección para explorar. El Negro se quedo allí, creando sin parar y sin aburrirse. El Blanco por otro lado creó su propia galaxia a donde partió para poder residir allí. El Verde también se fue para encontrar un lugar donde estar tranquilo de los otros colores. El Rojo, por otro lado, se retiro de allí dispuesto a expandir su maldad por todos los rincones de la misma creación.
El Azul se fue a la vez, al parecer deseaba destruir algo o torturar algo solo para aplacar su ira, todos los demás colores partieron a la vez.
El sueño continuaba en un bello lugar donde fue que vio el inicio de todo. Caminando por un valle hermoso lleno de arboles, flores de gran belleza junto a alimentos extraños que no había visto antes, Renseth vio como el color Blanco creaba a la fauna, primero fueron un perro y un gato, al can lo llamo Cetronio y al Gato Bastion.
Después creo a la serpiente, a la Tortuga, al León o Leona, al Lobo, al Oso y a los Pájaros, entre ellos el Cuervo a quien aquel Color Blanco lo llamo Mirder.
La Serpiente se llamaba Ran´Thar , la Tortuga la llamo M’Grynk, a la Leona la llamo Seskmeth, al Lobo le llamo Fenryl, al Oso lo llamo Pu’koris, al Tucán lo llamo M’Cothu, al Escorpión lo llamo Ront y junto a Mirder ellos fueron los primeros seres vivos que tocaron la creación después de los colores.
Eran como Dioses e incluso se sentían como tales, guardianes de aquel bello jardín, señores de la vida y en caso de esta existiese antes que el hombre, la muerte. El Color Blanco creo a otro ser, una mujer de excepcional belleza, después al hombre.
En sueños Renseth observaba aquello y sonreía al ver que el misterio de la vida se encontraba allí, en ese hermoso prado enorme, en ese campo verde lleno de vida que Mirder nombraba en una lengua antigua como Zuruthan, tierra de los Dioses y de los inmortales.
El sueño parecía que seguiría; pero la hora de despertar se acercaba, lo último que Renseth vio en ese sueño fue como la mujer atacaba al hombre solo por no pensar como ella. Era una lástima el tener que dejar aquel sueño allí, se veía interesante lo que vendría después; pero antes de despertar fue que vio a Fenryl mirar aquel ataque para después decir en voz baja
“inmundos animales”
Luego el sueño termino.
El sol iluminaba su rostro, abriendo sus ojos fue que Renseth sentía sus fuerzas junto a su entusiasmo renovarse y de un salto se vistió con las túnicas de batalla que tanto había anhelado usar desde que se las dieron cuando cumplió los diecisiete años de edad. Pronto iría por la armadura; pero antes quería ver si tenía el aspecto amenazador para su primer batalla, fuera, en el balcón un cuervo comenzó a graznar en señal de alerta.
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