Se dirigía a donde le darían su armadura, al caminar fue que diviso un escorpión. Este lo miro y Renseth lo saludo a la vez que esbozaba una sonrisa agradable. Normalmente era muy amigo de los Escorpiones y las cobras, incluso los cuervos carroñeros compartían un extraño vinculo con él.
¿Cuándo fue la primera vez que eso sucedió?
No lo recordaba con exactitud; pero posiblemente fue durante su infancia, cuando tenía seis años.
Se encontraba cerca del Nilo, su padre había ido a bendecir los frutos que el rio solía traerle. Renseth estaba cerca de su padre viendo como él tomaba una vasija azul, con una línea dorada, para verter sobre el Nilo lo que los sacerdotes denominaban, “el agua sagrada”, durante la ceremonia, Renseth cabeceó un poco debido a lo aburrida que esta era. Intentando no dormirse fue que vio como salía de la orilla del mismo rio un escorpión. El cual era de un hermoso color negro con franjas amarillas, dicho escorpión lo vio por un segundo. Renseth lo saludo sonriendo y el mismo escorpión se escondió debajo de la arena haciendo reír al pequeño. Nadie noto aquello debido a que estaban ocupados en la aburrida ceremonia que, en teoría, Renseth debería aprender a hacer cuando fuese mayor.
Durante los siguientes días el escorpión aparecía en el pasillo acompañado de una araña peluda y una cobra. Renseth cuando las veía se ponía a jugar con ellos. Los juegos eran demasiado extraños e inexplicables, consistían en que las tres alimañas danzaran alrededor de Renseth a la vez que él hacia una señal de la cruz para dar vueltas en círculos en oposición a las agujas del reloj de sol.
Sin embargo las alimañas no eran tan cercanas a Renseth como si lo eran los cuervos.
La primera vez que vio uno delante de su balcón fue algo que nunca olvidaría.
Era de noche, no podía dormir y eso lo molestaba bastante. Era un día antes de la ceremonia anual al Dios Set, Renseth se encontraba acostado en su cama, hecha de una suave tela y una paja agradable. El pequeño príncipe se encontraba mirando la Luna y las estrellas, solía hacerlo cuando no conciliaba el sueño, la Luna se veía fantasmal, el blanco puro de las estrellas había desaparecido para dejar un rojo inquietante que nadie más, excepto él, había notado. Al contemplar el firmamento solía preguntarse que había allí, ¿acaso eran aquellas tierras extrañas que él soñaba lo que veía o eran otros reinos con sus respectivos faraones que gobernaban a la distancia de su nación?, Renseth también creía que allí, en el firmamento, se encontraba su verdadero padre, Set. Un graznido distrajo su atención para desviar su mirada de la luna junto a las estrellas y ver en su balcón un ave de pelaje oscuro, aquel ave lo miraba con sus ojos castaños oscuros. En su mirada se podía ver un gran enojo, una gran ira, luego grazno otra vez, como si dijese algo; pero Renseth no podía entenderle.
Levantándose de su cama y acercándose al animal le pregunto
- Hola ¿quién eres?
El cuervo volvió a dar un graznido para volar a donde estaba un busto de yeso que representaba el rostro de Set, parado sobre aquella cabeza de chacal, o lo que fuese, volvió a graznar. Renseth al mirar aquello fue que dijo con una voz autoritaria
- ¡Ese es el rostro de mi padre real!, el verdadero Dios de Egipto, baja de él ¡ahora!
Aquel cuervo dio un graznido que parecía decirle “ya no”
- ¡¿Osas?!- le increpó aquel joven muchacho de nueve años- ¡¿osas desafiar al Dios de Egipto?! ¡¿autentico heredero de la corona de Ra?!
El Cuervo dio nuevamente otro graznido que Renseth lo tradujo como “nunca lo fue, Horus es el Dios de Egipto”
- ¿Y que sabes tú de Dioses pajarraco?- le preguntó Renseth adoptando una sonrisa despectiva junto con un tono de mofa- solo eres un animal tonto e insignificante, no posees el conocimiento sagrado para afirmar o desmentir el poder de los Dioses
El cuervo le contesto con otro graznido que Renseth interpreto como un “sé mas que tú, humano tonto, Set ya no es señor de Egipto, nunca lo fue y nunca más lo será”
- ¡Retira eso!- le desafío Renseth a la vez que su voz se iba tornando grave
El cuervo grazno otra vez diciendo “nunca más”
Renseth dando un alarido de ira fue que se abalanzo sobre aquel cuervo quien dio otro graznido intentando huir; pero él lo tomó de su cuello con rapidez y le dio varios golpes. Aunque el cuervo intentaba lastimar con su pico la mano de Renseth, él seguía golpeándolo hasta que este ya no pudo continuar con su defensa. Quedando a merced del muchacho, este se detuvo al cabo de un rato luego, respirando de forma agitada, le dijo con la voz gruesa.
- Ahora óyeme bien pajarraco, yo soy el hijo del Dios Set, el heredero del trono, tanto de mi nación Set Ren’Thar como también de toda Egipto, si Horus toma el mando entonces yo se lo quitare de sus mugrosas manos, ¿entiendes?
El Cuervo asintió por lo que Renseth le dijo con un tono de ira
- Ahora, si no deseas ir a tu Zuruthan, te aconsejo que nunca más me desafíes, yo soy el señor no solo de Egipto sino de los cuervos, los escorpiones y todo animal que represente a nuestro Dios Set- luego añadió- no quiero volverte a ver desafiándome, ¿entendiste?
Tras soltar al cuervo, este voló a donde estaba el balcón para hacerle una reverencia y decirle con otro graznido
“nunca más, mi señor” luego de eso se fue de allí; pero volvería, junto con los demás, ellos eran sus amigos al final de cuentas.
Volviendo al presente, Renseth se dirigió a donde estaba su sirviente dispuesto a colocar su armadura para partir en batalla contra los adoradores de Horus.
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