>Yo
-La muerta
-¿Te diste cuenta que cada vez que falta poco para algo te autoboicoteás?
>Qué buena palabra para el ahorcado.
-¿Me vas a contar o no?
>¿Qué cosa?
-Eso que te venís repitiendo para no olvidarte. Todo el día dando vueltas sobre lo mismo, ahora quiero saber la historia completa.
>Si lo escuchás todo y…
-Sí, sí. Pero hasta que no lo convertís a papel y letras, te convertís en un disco rayado ¡Pero sólo de la primera parte del recuerdo! Y eso creeme, es re fastidioso. Prefiero cuando la cabeza es una rocola.
>Bah, siempre tarareo las mismas canciones…
-No, no es cierto. Los temas los vas cambiando, mezclás los géneros, cada momento del día puede tener una canción diferente. ¡Hasta a cada cosa le cantás una canción diferente!
>Extrañaba escuchar música. Aunque todavía no logro leer de corrido como hacía antes.
-Y después decís que el tratamiento no sirve… que las pastillas esto, que las pastillas lo otro… Pudiste volver a escuchar música, pudiste volver a leer… Es un plus al cubo. Pero uff… las ideas, los pensamientos recurrentes, los recuerdos… los repetís como un martillo neumático. Vendría genial que los escribas, y que no me tortures de esa manera. Sería algo muy bueno que empieces por el recuerdo de ayer.
>No son recuerdos. Mi cabeza seguro recuerda y compila fragmentos de películas, libros, extenso etcétera y gener…
-Vos llámalo como quieras. Pero a mí no me engañás. Qué divertido… otra vez como protagonista en todo el diálogo el miedo. Y todo porque ahora vos sos la muerta. Bueno, la muerta de esa vida ya vivida. ¿Miedo?
>¿Miedo decís? ¡Obvio! ¿A quién no le daría miedo una visión así? En fin…
Era tarde, o se había hecho de noche ahí adentro. Estábamos escuchando una radio, hablaba un hombre en alemán. La radio era de esas que por fuera son de madera, con punta como los arcos de las iglesias. La tela del parlante, gris. Polvorienta. La habitación era pequeña, como de unos 10 metros cuadrados como mucho. Con olor a viejo y a tabaco quemado. Estaba entre viejos carcamanes, eran dos o tres. Se quejaban por todo, gente bastante desagradable, de esas que piensan que son los reyes del mundo y que el resto es basura. El aire y las emociones estaban viciados. La habitación estaba completamente cerrada. Cada tanto se escuchaban ruidos apagados, algún que otro temblor en medio. Cada temblor hace que se me parta el corazón (no logro saber a qué afecto pertenece este sentimiento), no quiero estar fuera, pero tampoco adentro padeciendo a esos repulsivos. La alfombra, sucia de polvo, escupitajos y cenizas. Los viejos la decoraron imponiéndose a las sugerencias continuaron fumando. Bien déspota cada cigarro que encendían repetían algo así como: “Si muero hoy al menos quiero fumarme mi tabaco”. No entiendo muy bien por la manera de hablar entre dientes. Hubo un temblor en el que la radio empezó a emitir ruido blanco. En ese momento la madre que tenía su hijo fuertemente abrazado, reprimió un grito. El humo me había hecho olvidar que estaba allí. Creo que sólo rezaba en silencio. Cuando la radio recupera la señal, uno de los viejos se jacta del aparato. Decía que era la mejor de las radios, pero para mí seguía siendo un cacharro de poca calidad. No podía decir esto en voz alta. No era mi cacharro, no era mi casa, no era esperable de una mujer.
-¡Gracias! Era más jugoso de lo que esperaba. ¿No te sentís mejor ahora que sacaste todo eso de tu cabeza?¿Algo así como unos 10 kilitos más liviana?
>Si, el problema es que siento que vienen más recuerdos. Y siento como si dolieran.
-¡Dejalos salir mujer! ¿Todavía dudás de su veracidad?
>¡Jajaja! Dudar me mantiene cuerda.
-Como sea, fluí y tené a mano el cuaderno y varias biromes. Y te dedico mi favorita: “This! Girl! Is on fireeeeeee! This! Girl! Is on fireeeeeee!”
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