El acoso por parte de los otros esclavos no se hizo esperar. Al principio eran inocentadas como ponerle la zancadilla al pasar, tirarle la comida, descolocarle los libros o ensuciarle la habitación. Pero al no obtener la respuesta deseada, subieron el listón, un día lo encerraron en el sótano por la noche, dejándolo sin cenar. A la mañana siguiente muy temprano fueron a sacarlo.
- ¿Crees que nos habremos pasado?- Se preguntó Catro.
- Depende, ahora lo veremos- sonrió Vint abriendo el sótano.- ¿Qué tal la noche, Zero?
Pero para su sorpresa, allí dentro no había nadie. No había ventanas, la puerta no parecía forzada y estaban seguros de haberlo metido dentro. Se apresuraron a ir al comedor y allí estaba tranquilamente desayunando pan duro con mantequilla.
- ¿Cómo has salido?- se sentó frente a él.
- No sé de qué me hablas.- siguió comiendo.
- No te hagas el loco. Del sótano, como escapaste sin la llave.- golpeó la mesa.
- Para que iba yo a querer bajar al sótano- se encogió de hombros.
- ¿Algún guardia te ha sacado?- se lanzó a agarrar del cuello a Zero- Catro, ¿Quiénes tienen la llave?
- A parte de ti, Luc, Dor y Sico.- respondió raudo.
- ¿Qué ocurre aquí?- se acercó uno de los guardias que estaba haciendo su ronda.
- Nada, tenía una pelusa en la camisa y Vint me la estaba sacando ¿verdad?
- Sí, no ocurre nada. Ya está. Ves. Limpio- dijo soltándolo.
El hombre se marchó y Vint acompañado de Catro también decidieron dejarlo solo por ahora. Zero volvió a su puesto de trabajo y siguió con su habitual rutina de leer y leer, y de vez en cuando asomarse a recolocar los libros. Para evitar que lo encontraran leyendo, tanto los guardias como los lectores de la biblioteca, aprendió a hacer espejos de magia con agua. Ese espejo le permitía estar detrás sin que le pudieran ver, mientras que si la gente se acercaba solo veían una pared normal. Aquello empezó a ser su refugio tanto de la realidad como del pesado de Vint que tenía a todos los demás esclavos atemorizados y obedientes de sus órdenes.
- Es increíble cómo le plantas cara a Vint- A Zero le pareció escuchar un susurro, un hilo de voz, detrás una estantería.
Extrañado, sacó unos libros de la estantería y vio al otro lado a Sept, uno de los esclavos que más inadvertidos pasaba. Era muy delgado y se la pasaba mirando al suelo y hablando flojísimo. Intentaba evitar todo conflicto. Se dejaba el flequillo largo para mantener sus ojos tapados y todos los demás esclavos le obligaban a hacer los trabajos que ellos no querían hacer, como limpiar letrinas. Zero estaba en la zona de la librería, pero había escuchado de los guardias que el resto de esclavos eran enviados a trabajar en otros edificios y luego volvían aquí a la noche a descansar, aunque no siempre era el caso. Decem había cortejado y pasado las noches con una mujer adinerada que al poco lo acabó sacando de la esclavitud al recomprarlo o eso decían los demás.
- Yo vi cómo te metían allí- Sept sacó a Zero de sus pensamientos.
El chico suspiró y volvió a colocar los libros ignorando a la otra persona. Siguió su trabajo hasta que volvió encontrárselo en la esquina.
- ¿Hay un pasadizo secreto? ¿Cómo te lo haces para soportar sus burlas?- le seguía con cierto espacio entre ellos pero sin alzar la voz.
Zero lo seguía ignorando esperando que se cansara mientras él seguía con su ardua tarea de recolocar los libros.
- Mi madre me enseñó algunas palabras antes de venderme, pero no sé leer.- seguía el muchacho a su rollo.
Zero arrastró la escalera hasta la estantería en la que “alguien” había colocado una pila de libros en el estante más alto.
- Vi a Catro pasándole todos esos libros a Vint para ponerlos allí arriba- le comentó.
- A ver…- suspiró Zero subido en la escalera- pero ¿Tú qué quieres?
- Nada, solo hablar contigo. O algún consejo.
- Te acabaras metiendo en problemas.- fue bajando poco a poco los libros. Normalmente usaba magia y acababa en nada, pero con Sept mirando no podía- Te voy a dar un consejo, si hablas con alguien míralo a la cara y alza la voz. Parece que es estés esperando que el suelo te responda.
En ese momento los interrumpió Dor, uno de los guardias que vigilaba los pisos de arriba, mandó a ambos esclavos subir a limpiar. Alguno de los lectores parecía haber derramado un líquido extraño en el suelo de madera y allí puso a los dos a fregar con los cepillos hasta que quedara impoluto.
- Es sangre ¿verdad?- le temblaban las manos a Sept mientras frotaba.
- Sí- respondió tajante Zero.- Ahora friega y calla.
Tardaron más de lo que pensaban, aunque terminaron porque Zero aprovechó un despiste de Sept para usar magia y quitar la sangre, aun así cuando volvió a su puesto fue regañado por faltar a sus obligaciones y se quedó un día sin comer. Casos como esos se volvieron a repetir, por alguna razón guardias de otros pisos venían concretamente a buscar a Zero para mandarle limpiar. Agua, aceite, polvo, las razones eran absurdas y Zero se empezaba a molestar por aquello. Ya resignado, libro bajo el brazo iba a donde le mandaba y con mucho ingenio hacia a las cosas limpiar por él, así podía leer.
- ¿Maestra?- preguntó al aire Zero.
- ¿Dime?- apareció atravesando la pared.- ¡Oh! ¿Cómo has hecho para que los utensilios frieguen por ti?- preguntó asombrada.
- Supuse que la madera no estaba feliz de estar sucia, así que el aire y la madera se ayudan. Pero supongo que ya lo sabias, a fin de cuentas en uno de los libros que me diste al empezar a estudiar magia me enseñaste a hacer cosas como estas. ¿Sabías que pasaría algo así?
- No realmente. Pero siempre es útil tener la casa limpia.- se encogió de brazos.- Pero ese esclavo te tiene mucha manía, está manipulando a los guardias, sabe secretos que ellos quieren ocultar, por lo que convendría que fueras con mucho ojo, las cosas tienen pinta de ir a peor.- le avisó- Viene alguien, me marcho.
Zero paró la magia, escondió el libro e hizo como si hubiera acabado de limpiar. Las semanas siguieron pasando, aguantando los empujes y risas de otros esclavos sobre él, mientras le seguían castigando por dejar la biblioteca al ir a limpiar. Pero una tarde llegó Luc con rostro muy severo a la biblioteca. Agarró del brazo a Zero y lo arrastró a una sala en la cual tenían prohibido irrumpir. Golpeó la puerta ligeramente.
- ¿Noble Naram? Soy Luc.
- Adelante- respondió una voz tosca.
- En la habitación de este esclavo encontramos uno de los libros de la biblioteca.
El joven abrió los ojos asombrado, nunca había llevado ningún libro a su habitación y si los sacaba de la biblioteca los volvía invisibles. Llegó a la conclusión de que aquello había sido una encerrona. Pero antes de que pudiera protestar, Luc le tapó la boca.
- Al garrote, diez latigazos, tres días sin comer en el calabozo. – dijo sin molestarse a alzar siquiera la mirada.
- Así sea.- respondió Luc mientras lo arrastraba fuera y cerraba la puerta.
El guardia se llevó a Zero al subterráneo del edificio, donde había una celda a la derecha y a la izquierda cadenas. El guardia ató al muchacho de los brazos con las cadenas y lo alzó en el aire quedando colgado.
- Te dije que fueras discreto y cuidadoso con lo que hacías- le decía mientras le sacaba la parte superior de la ropa.
- ¡Yo no me he llevado ningún libro! Esto ha de ser cosa de Vint- protestó en vano.
- Nos da igual, alguien ha hecho algo malo y alguien ha de ser castigado. Así es la vida de los esclavos, no va a ser justa con nadie. – comentó mientras desligaba el látigo. –Vamos a ver como gritas.
El primer latigazo ya le hizo chillar, su espalda se puso roja. Luc iba contando los golpes. La sangre no tardó en empezar a brotar mientras Zero intentaba apretar los dientes para no darle el placer de gritar pero en balde, su voz salía sin remedio mientras el rojo empezaba a manchar todo. Por suerte, solo fueron diez latigazos y no llegó a perder la conciencia. Luc lo desligó y lo arrastró hasta la celda donde lo dejó tirado en el suelo. Entonces se desmayó.
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